Interculturalidad y teología: de lo unívoco a lo polifónico (reflexión sistemática)


Desde la época de la conquista del continente americano la imposición de una cultura sobre otra se hizo patente. Los españoles, portugueses, ingleses, franceses, en fin, europeos llegaron con una visión deductiva de la realidad, con el paradigma medieval en sus barcos y, dentro de dicho paquete cultural, venía el cristianismo incluido. El encuadre cultural de la Edad Media tenía una visión del Dios cristiano como centro de la vida, como centro del cosmos, por ende, no era posible afirmar que el cristianismo podría entrar en un diálogo de iguales con otras creencias, menos con culturas fuera del mundo conocido.

La interpretación de la historia desde Europa y para Europa fue la epistemología que vino a América y el olvido tanto como el arrase de las culturas autóctonas fue el inevitable resultado. El cristianismo en sus estructuras feudales de poder, mejor conocido como “cristiandad”, traía consigo el proyecto primero de la remoción cultural y luego, de una forma más camuflada, lo que se llamará “inculturación”. Y aquí debemos detenernos: la inculturación, aun siendo un gran avance desde el “extra ecclesia nulla salus”, refleja aún

«[…] que se sigue manteniendo todavía la consciencia de la superioridad y, con ello, de la supuesta evidencia del derecho de la iglesia (católica) a encarnar el evangelio en las diversas culturas, considerándose además que los criterios para discernir el buen curso evangelizador de este proceso son criterios que vienen de la propia tradición cristiana que se incultura» (Fornet-Betancourt, “De la inculturación a la interculturalidad”: http://servicioskoinonia.org/relat/355.htm).

Por ende, mantener el hálito de la supremacía de una expresión religiosa sobre cualquier otra es sinónimo de mantener que dicho el Evangelio cristiano puede llegar a otra realidad, sea cual sea ésta, y transformarla “de menos humana a más humana” como si aquélla cultura fuese en sí una realidad “menos humana” en comparación con el contexto donde nació el cristianismo. La religión cristiana es una manifestación de diversas culturas, ha asumido distintas formas, lenguajes y colores a lo largo de su historia y en los distintos mundos en que se ha desarrollado. Un método teológico que no reconozca esto está profundamente ideologizado desde la deducción “primermundista”.

No se puede hablar solamente de interdisciplinariedad o de transdisciplinariedad para señalar este referente social, no basta con distinguir ámbitos teóricos, sino que es necesario implementar una técnica más amplia que privilegie la realidad: la hermenéutica intercultural. La interculturalidad no se agota en esquemas, nace de la praxis, ella «[…] no se refiere tanto a las disciplinas como a las culturas, y las culturas no son especies de un género “metacultural”, son más bien expresiones de la misma naturaleza humana» (Panikkar, p. 34). Tampoco podemos limitarnos a constatar la diversidad entre distintas culturas analizándolas como elementos en sí mismos (multi- o pluriculturalidad) pues las culturas se permean entre ellas. Más bien, la propuesta intercultural no es tanto un análisis de datos o de contenido como un método mismo de cualquier disciplina, en nuestro caso la teología.

A partir de esto, un paradigma teológico intercultural debe desistir de sus exclusividades sin renunciar, claro está, a sus elementos distintivos. El cristianismo, para dialogar con el mundo moderno, debe dejar de lado las imposiciones que lo han convertido en “la” religión de Occidente para poder dejarse permear –sin hipocresías de una pseudopureza– de las otras expresiones religiosas y así asumir una nueva “geografía dialógica”, es decir, una nueva posición en el momento de dialogar con el mundo. Nos lo recuerda R. Fornet-Betancourt teniendo claro que se debe superar el paradigma de la historia colocando con firmeza las variantes temporales que nos ofrecen las culturas ligadas a sus memorias y tradiciones, con conciencia de que esas variantes no son caminos menos importantes o desviaciones del camino real de la historia, sino otros caminos de la misma historia (Fornet-Betancourt, p. 20).

La especificidad del cristianismo recae en la vida de Jesús, que nos señala los “signos de los tiempos”. Su vida, como “vida-para”, es uno de dichos “signos”. Por esto, no sería coherente decir que todos los hechos en la historia pueden ser igualmente “revelación”, no todo lo acontecido en el tiempo podría ser de la misma forma Palabra porque tanto podríamos confundir –como se ha hecho– una dictadura o un genocidio con Dios en la historia. Pareciera que hemos perdido la inocencia de entender la realidad humana como clara y transparente porque la palabra bíblica se manifiesta en ella (Torres Queiruga, p. 136), pareciera que hemos olvidado que la revelación “sobrenatural” es profundamente “natural” y este detalle cuestiona claramente la concepción de “religión” que poseemos. Si los acontecimientos de la historia son “voz de Dios”, ¿no es acaso en todas las culturas donde resuena esta voz?

Ya hace un buen tiempo en las periferias se ha reflexionado desde la vida de los pueblos, tratando de leer los “signos de los tiempos” (Segundo, p. 443) con todas las herramientas que la historia nos brinda y así realizar un profundo análisis para saber cómo y cuándo dicha historia nos habla, nos interpela. G. Gutiérrez escribía ya en los años setenta que, como la historia es revelación, «[…] no sólo el cristiano es templo de Dios, lo es todo hombre» (p. 231). Dios se hace visible, dice Gutiérrez recogiendo una expresión de Y. Congar, en el “sacramento del prójimo”. Por esto, ya podemos encontrar atisbos primeros en las raíces de la teología, de forma cristocéntrica, es verdad, pero si se analiza con mano dura y a profundidad, la parte final del sendero es inevitable: el hecho-Cristo es particular, diferente pero no es la única expresión posible de la voluntad de Dios (Dupuis, p. 7). Comprendiendo esto, apenas estamos entrando en el paradigma intercultural.

Bibliografía citada

Dupuis, Jacques, “El pluralismo religioso en el plan divino de salvación”: Selecciones de teología, vol. 38, n° 151.
Fornet-Betancourt, Raúl, “De la inculturación a la interculturalidad”. Consultado en línea el 2 de junio de 2013: http://servicioskoinonia.org/relat/355.htm
Fornet-Betancourt, Raúl, “Teoría y praxis de la filosofía intercultural”: SIWÔ 1/1, Heredia: Universidad Nacional de Costa Rica, 2008.
Gutiérrez, Gustavo, Teología de la liberación. Perspectivas. Salamanca: Sígueme, 2004.
Panikkar, Raimon, Paz e interculturalidad. Una reflexión filosófica. Barcelona: Herder, 2006
Segundo, Juan Luis, “Revelación, fe y signos de los tiempos”: Ellacuría, Ignacio – Sobrino, Jon; Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación. Tomo I. San Salvador: UCA Editores, 1990.
Torres Queiruga, Andrés, Repensar la revelación. La revelación divina en la realización humana. Madrid: Trotta, 2008.
Volver arriba