Triduo Pascual 2025 Jueves Santo: "[...] el servidor no es más grande que su señor" (Jn 13,16)

Comentario al evangelio de la Misa Vespertina In Cœna Domini (Jn 13,1-15)

Lavatorio de pies

El evangelio del Jueves Santo por la noche, en la celebración vespertina "de la Cena del Señor", hace un corte en el versículo 15 del capítulo 13 del evangelio según Juan. No obstante, en un marco narrativo más amplio, la escena de la conversación post-lavatorio de los pies se extiende hasta el versículo 20 donde hay un ligero quiebre. Siendo más estrictos, inclusive, los discursos posteriores a la cena continúan dos capítulos más, hasta la oración de Jesús en el capítulo 17.

A pesar de ello, he querido centrarme en el versículo 16 que resume el tema del servicio manifestado en el gesto del lavatorio de pies: "Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía". Se trata de una inversión propia de los orígenes del cristianismo, una propuesta que rompe con los esquemas del poder vigentes en el mundo donde nacieron los evangelios: la identidad de los primeros seguidores/as de Jesús rehúye los puestos de preminencia, no gusta colocarse a la cabeza de la mesa, sino que encuentra su espacio en la renuncia y en el servicio.

Aquel "que había venido de Dios" (v. 3), ahora toca suelo, se agacha para hacer un oficio reservado a esclavos, mujeres y extranjeros. Lavar los pies era un gesto de purificación, pero también de hospitalidad a los huéspedes en un contexto donde los caminos entre ciudades y aldeas eran desgastantes. La rígida estructura romana reservaba este oficio a terceros de menor categoría en la escala social e, inclusive, en el mundo judío, era la mujer o los hijos quienes lo realizaban (cf. 1 Sm 25,41). Pero acá es el "Maestro y Señor" (v. 13) quien toma la iniciativa y deja "descolocados" a discípulos y discípulas (¡Sí! Aunque los textos no lo digan, debemos suponer que en esa sala comían hombres y mujeres en igualdad de estatus preludiando los banquetes del Reino de Dios que Jesús emulaba y adelantaba).

Abajamiento y hospitalidad, sí, pero el que viene de "lo alto" no desciende como lo hace cualquiera, sino que, en la ambigüedad y en lo enigmático del gesto, vemos al dueño de la cena, en la mitad de ella y no al principio como era la costumbre, actuar: "[...] aquella cena es su cena, la última cena con los suyos" [1]. El simbolismo en la construcción joánica nos lanza a preguntarnos por lo que sigue: lavar los pies a sus amigos invierte los cánones, nos hace pensar la realidad de otro modo, porque aquel que mantiene su dignidad de "señor" es, al mismo tiempo, "siervo". Es más, su condición real se refleja en el servicio mayor que será el ser elevado para la curación de todos el viernes por la mañana. La cruz concretará el gesto de la cena porque en la entrega está la más alta dignidad. Así lo expresa un autor oriental de finales del siglo IV d.C.:

¿Qué hay más admirable? ¿Qué cosa más tremenda? El que está vestido de luz se ciñe una toalla; el que sostuvo el agua en las nubes y selló el abismo con su nombre es constreñido por un cinturón; el que recoge las aguas de los mares pone agua en una palangana; el que establece las aguas en los compartimentos de arriba lava con agua los pies de los discípulos; el que mide el cielo con la palma de su mano y contiene a la tierra con un dedo, sostiene con sus manos incontaminadas los pies de los siervos; aquel -ante quien "toda rodilla se dobla en los cielos, en la tierra y en los abismos"- dobla su cuello ante los criados [2].

Referencias

[1] Léon-Dufour, X., Lectura del evangelio de Juan. Jn 13-17, vol. III, Salamanca: Sígueme, 1995, p. 27.

[2] Teófilo de Alejandría, "Homilía sobre la Santa Cena" en: Elowsky, J. C. y Oden, T. C. (eds.), La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento 4b: El Evangelio según Juan (11-21), Madrid: Ciudad Nueva, 2013, p. 131.

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