Triduo Pascual 2023 Viernes Santo: La muerte de Jesús, consecuencia de su vida

Comentario en torno a la comprensión paulina de la cruz (1 Co 1,18-25) y a algunos fragmentos de la Pasión en el cuarto evangelio (Jn 18-19)

Mirada de Cristo Crucificado
Mirada de Cristo Crucificado

Al hablar de la muerte de Jesús, en muchas ocasiones, las razones esgrimidas para explicar este insólito acontecimiento son paráfrasis de fragmentos bíblicos descontextualizados: "Cristo murió por nosotros", "con su muerte pagó por nuestros pecados", "Dios ha redimido a la humanidad con la muerte de su Hijo", entre otros ejemplos. En realidad, todos estos textos son variantes del kérygma ("anuncio") contenido en los escritos más antiguos del Nuevo Testamento, las cartas paulinas: "Les he transmitido en primer lugar lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura" (1 Co 15,3-4). Pero, ¿qué quiere decir Pablo con esto?

La interpretación que asume la muerte de Jesús como un sacrificio "vicario" es muy antigua, pero hasta la época de la alta Edad Media fue concretizada y popularizada por Anselmo de Canterbury: a precio de sangre, por el sacrificio de Jesús en la cruz, Dios ha perdonado los pecados de la humanidad [1]. Esta comprensión del sacrificio olvida el significado que el término tenía durante la época de Jesús y de los escritores del Nuevo Testamento. Los sacrificios que se ofrecían en el Templo de Jerusalén no eran "sustituciones" de una vida por otra, tampoco "sobornos" para aplacar la ira del Dios judío, ni "compensaciones" por faltas cometidas [2]. Los sacrificios eran una forma de "imitar a Dios" [3] pues, con el ofrecimiento ritual de lo mejor que se tenía (cosechas vegetales y animales en todo su vigor), las personas podían acercarse a la santidad y a la vida divina. De esta manera, quien ofrecía el sacrificio se veía comprometido junto con toda su casa a imitar la realidad de Dios y, por ende, a "compartir la mesa" con él. Lo interesante de todo esto es que los primeros cristianos/as asumieron que Dios se había mostrado de una forma distinta en la vida y palabras de Jesús. Su muerte fue entendida como un "sacrificio al revés": ya no son necesarios los rituales para ser perfectos, santos y puros, porque Dios se había mostrado en algo despreciable, en un hombre anonadado a causa de la violencia recibida, en el crucificado. Como consecuencia, es en las realidades marginadas y olvidadas donde se puede visibilizar a Dios. Su nuevo rostro trastoca el orden "normal" de las cosas pues "[...] la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres" (1 Co 1,25).

De esta manera, cuando Pablo afirma que "Cristo murió por nuestros pecados" no debe ser entendido nunca como "por culpa de" o "en lugar de", sino, más bien, "en favor de" o, inclusive, "por el bien de". La preposición griega 'yper significa "sobre" y no alude, en el caso genitivo, a una culpa o una sustitución [4]. Ninguno de los textos del naciente cristianismo comprendió la muerte de Jesús como el "plan de Dios" que requería del sacrificio cruento de una persona para saldar una deuda. El Dios que Jesús predicó se distancia de estas nociones y no quiso, en modo alguno, la muerte de su enviado. Por el contrario, en su muerte se conjugaron las consecuencias históricas de su vida. El titulus crucis colocado por Pilato,} "Jesús el nazareno, rey de los judíos" (Jn 19,19) resume lo dicho: Jesús ha predicado un reino diferente al del César, ha vivido en las calles sin tener lugar "donde reclinar la cabeza" (Mt 8,20), siempre fuera de cualquier palacio porque él se entiende rey de otra manera: "Mi realeza no es de este mundo" (Jn 18,36). Su vida ha denunciado la incoherencia de un sistema político que aplasta sin piedad a los débiles, ha señalado la corrupción de un sistema religioso vinculado al poder romano y ha puesto el dedo en la llaga contra aquellos que, teniendo la Verdad delante, la ignoran voluntariamente (cf. Jn 18,38).

Su muerte es, entonces, consecuencia de su vida. El relato del proceso de la muerte de Jesús es amplísimo en todos los evangelios. Y lo es porque estamos frente al núcleo de los evangelios que son escritos con la mirada puesta en estas tradiciones, las más antiguas en torno a la vida de Jesús. El evangelio según Juan emplea dos capítulos enteros (18-19) donde se ilustran innumerables temas que han sido tratados a lo largo de su obra. Pero la mayor de todas las relaciones que podemos entresacar es la asimilación de la muerte de Jesús como el evidente desenlace de quien ha mostrado con sus palabras y acciones que Dios quiere un mundo diferente. Así fue interpretado antiguamente:

[...] de una vida dada a los otros, los primeros cristianos pasaron pronto a entender su muerte como dada a los otros. Con esto quisieron decir que la muerte no es solamente la interrupción de la vida, sino la cumbre de una vida ofrecida [5].

Finalmente, si aceptamos que la muerte de Jesús es consecuencia de su vida, ¿la vida de sus seguidores puede seguir siendo igual? La pregunta es retórica. Toda opción de fe que no tenga su mirada puesta en los "crucificados de la historia" o que ignore que el Dios de Jesús se siente afectado por lo que sucede en la historia concreta poco o nada tiene de cristiana [6]. La carne azotada de los empobrecidos (por un sistema económico que cada vez se auto-afianza a costa de sus víctimas), de las mujeres agredidas de múltiples maneras (donde el silencio aprendido es la forma de coerción más común), de los niños abusados (en particular en las iglesias, que deberían ser "espacios seguros" para los más pequeños, pero que han desarrollado mecanismos de ocultamiento), de toda persona denigrada por su condición moral, étnica o sexual, son maneras vigentes de volver la mirada hacia otro lado y ser cómplices:

Recibir el cuerpo de Cristo ignorando -voluntariamente o no- a todas las víctimas que él lleva consigo y hace vivir ya en él significa, sin duda, pasar por alto un misterio esencial, cerrar los ojos a la presencia de los humillados que el cuerpo de Cristo nos pone ante los ojos, no ver a Cristo mismo [7].

La muerte de Jesús tiene como consecuencia volver a su vida. La existencia del galileo no fue sino una continua expresión por el bien los ultrajados, una entrega en favor de las víctimas y un posicionamiento claro y voluntario en los márgenes para, desde allí, imaginar y promover una realidad nueva. Solo así podemos llegar a proclamarle "resucitado".

Referencias

[1] Cf. G. Aulén, Christus Victor. An historical study of the three main types of the idea of the atonement, London: SPCK, 1961. 

[2] Esta es la interpretación moderna y popularizada por R. Girard, La violencia y lo sagrado, Barcelona: Anagrama, 2005.

[3] Cf. N. B. Jay, Throughout Your Generations Forever. Sacrifice, religion and paternity, Chicago: University of Chicago Press, 1992.

[4] El texto griego reza ὅτι Χριστὸς ἀπέθανεν ὑπὲρ τῶν ἁμαρτιῶν ἡμῶν κατὰ τὰς γραφὰς, traducido literalmente "que Cristo fue muerto sobre nuestros pecados, según las escrituras". La voz pasiva del verbo 'apéthanen indica el asesinato infringido y la preposición 'yper, en caso genitivo, alude a una superación positiva, "en favor" o "en beneficio" de los oyentes a quienes Pablo dirige su texto.

[5] D. Marguerat, Vie et destin de Jésus de Nazareth, Paris: Du Seuil, 2019, p. 258.

[6] Cf. I. Ellacuría, Escritos teológicos, tomo II, San Salvador: UCA Editores, 2000, p. 139-140.

[7] Ph. Lefevre, Cómo matar a Jesús. Violencia, abusos y mecanismos de control y dominio en la Biblia, Salamanca: Sígueme, 2022, p. 37.

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