Bono se rinde a los encantos del cardenal Amigo

Dos líderes juntos: Bono y Amigo. El político y el cardenal. El rojo y el púrpura. Dos católicos que inspiran confianza, que transmiten buena imagen, que preconizan un catolicismo que pueda dar sentido al hombre de hoy. Dos personajes públicos que tienen en común muchas cosas. Por ejemplo, el don de la palabra, las dotes naturales de mando, el carisma, la seducción e incluso la prestancia. A ambos les gusta el equilibrio, la sensatez, el sentido común, el diálogo, la escucha del discrepante, el tener puentes.
El presidente de las Cortes es católico practicante y no lo oculta. De los pocos grandes políticos con los que cuenta el catolicismo patrio. Pero los sectores conservadores de la Iglesia lo tachan de hereje y hasta pretendienron poco menos que excomulgarlo en un momento dado. Y Bono, que se sentía entre los suyos y cobijado por el cardenal Amigo "un franciscano grande, sencillo y astuto", hizo una faena memorable. Estuvo sembrado, a decir de casi todos los presentes.
De entrada, amenazó con hablar claro y arrimarse. "El buen toreo es al natural, es decir, siempre con la izquierda, porque si se usa la muleta ha de ayudarse con la espada que usa la derecha".
Comenzó recogiendo uno de los guantes del libro, en el que el cardenal asegura que "la Iglesia no tiene partido político". Y Bono glosó así la idea: "La Iglesia no tiene militancia política, pero tiene muchas capillas y naves laterales; yo estoy en una de esas naves, en un lateral".
A pesar de estar en un lateral y de no ser reconocido por algunos jerarcas católicos, Bono explicó que, al igual que el cardenal Amigo, no siente rencor. Porque "no guardar rencor da salud, el rencor provoca úlceras".
Desde ese "lateral católico", Bono destacó primero la astucia del cardenal para escurrise elegantemente ante las preguntas más complicadas. Tanto que, a veces, "hay respuestas del cardenal que no se corresponden con las preguntas; así el cardenal podrá escribir otro libro más adelante, que podría titularse 'Lo que el fraile no contó a Larra".
Pero, a renglón seguido, valoró una de las cualidades más preciadas del cardenal: la autonomía y el inconformismo. Por eso, le alabó cuando dice en el libro, "no he sido un revolucionario, pero tampoco un conformista". Y por haber sabido mantener su autonomía dentro del colectivo episcopal. "Ser autónomo. Un valor de los políticos es ser autónomo. Jiménez Losantos me insulta cada día en la radio y yo soy autónomo de él, pero ¿y ser autónomo de tu propio partido? Ser autónomo es importante para políticos y para obispos...¡no todos los cardenales son autónomos!".
Esta autonomía crea dificultades a los cardenales y a los políticos: "Muchos en mi partido no me aceptan por ser de los vuestros, y entre los nuestros muchos no me aceptan por ser del partido".
En ese contexto, Bono aprovechó para explicar el lance por el que algunos obispos, especialmente el secretario del episcopado, Martínez Camino, propusieron negarle la comunión. "Dije en el Congreso que yo voté la Ley del Aborto, pero sabiendo que el aborto es un mal, no un derecho, y por razones distintas, porque creía que con al ley el aborto disminuiría, y puedo decir, gracias a Dios, que las estadísticas me han dado la razón".
Sacada esa espina, Bono volvió a alabar a su anfitrión. Primero por la definición que hace de Dios en su libro, al que define no sólo como Amor, sino como "el amor al prójimo, cada día y en cada momento". Y, después, por su valía intelectual y hasta por su elegancia física. "Un cardenal de gran altura, que, revestido, con esa voz potente, profunda, en el ambón, impresiona. Un cardenal con todos los ingredientes para caer en la vanidad, pero manteniéndose cercano". "Me recuerda a como hablaba Don Marcelo... es que no todos los cardenales hablan igual", concluyó.
Aplausos cerrados para Bono, que agradeció profundamente. Por venir de los suyos que no se los suelen prodigar en demasía. Y para el cardenal Amigo, en un homenaje improvisado, que continuó despues, en el espléndido jardín de la editorial San Pablo. Con un buen catering, muchos corrillos y el cardenal firmando libros durante más de una hora. Con su eterna sonrisa de "fraile vestido de cardenal". Un encanto de político y un lujo de cardenal. Los dos, en sus respectivos ámbitos, son un orgullo de la Iglesia española.
José Manuel Vidal