Hoy, quizás, sus matrimonios no se anularían

JOSE MANUEL VIDAL.-Algunos famosos, como

Rociito

Rocío Carrasco, se han salvado por los pelos.Si su proceso de nulidad llega a fallarse hoy, no hubiese conseguido la anulación de su matrimonio con Antonio David. Hace dos meses, en cambio, el Tribunal Eclesiástico de Sevilla, con fama de tener manga ancha, ratificó por segunda vez la sentencia que anulaba el matrimonio entre Rociíto y el ex guardia civil. Anulados por inmaduros y con dos hijos.

Tras la publicación, esta semana, de la instrucción vaticana Dignitatis Connubii (La dignidad del matrimonio) ni ellos ni otros muchos famosos hubiesen conseguido la nulidad. Seguirían casados. Porque el texto vaticano, firmado por el cardenal español del Opus Dei Julián Herranz, revisa muy a la baja las condiciones para poder obtener la nulidad matrimonial. Un texto de 219 páginas, dividido en 15 capítulos y 308 artículos, en los que se recoge y reinterpreta la legislación de la Iglesia en esta materia.Y se insta a los 800 tribunales eclesiásticos repartidos por el mundo a ser «absolutamente rigurosos» y aplicar con mano de hierro la doctrina de la Iglesia al enfrentarse a una petición de nulidad.

El texto pretende «superar disfunciones y corregir abusos» que se venían cometiendo hasta ahora en algunos tribunales. Por ejemplo, convertir los procesos de nulidad «en una vía para obtener el divorcio con el aparente beneplácito de la Iglesia», explica el cardenal Herranz. Es lo que en el ambiente se conoce como el divorcio católico.

Eso significa, en la práctica, que el Vaticano quiere acabar con los tribunales eclesiásticos pastorales, es decir, más benignos y que aplican la ley pensando en la gente. Como el de Mallorca.O el de Sevilla, que no sólo ha anulado a Rocío Carrasco, sino también a su madre, Rocío Jurado, al tenista Manolo Santana o al difunto torero Paquirri.

El tribunal de Mallorca permitió a Marina Castaño convertirse en señora de Cela por la gracia de Dios. Él dejaba atrás, porque la Iglesia se lo permitía, un matrimonio de más de 40 años con Rosario Conde del que nació un hijo. Ella, otro con el marino mercante José Luis Fernández, y con una hija de 18. Los casó en su finca de El Espinar, José Salazar, el sacerdote y abogado matrimonialista que gestionó los trámites de nulidad.

La nueva ley establece en el artículo 247 que «para que sea declarada la nulidad de un matrimonio es necesario que en el alma del juez exista la certeza moral de tal nulidad». Y añade que, para eso, «no es suficiente una preponderancia de las pruebas o de los indicios, sino que debe quedar del todo excluida cualquier duda prudente y positiva de error». Y de esas dudas los jueces eclesiásticos tienen a montones. Y si no que se lo pregunten a quienes anularon, por dos veces, el matrimonio de Isabel Preysler. Claro que, para eso, los eligió a conciencia. Para anular su primer matrimonio, con Julio Iglesias, se fue en 1979 al tribunal de Brooklyn, conocido en todo el mundo por ser un auténtico coladero. Y lo consiguió.Su segundo matrimonio, con Carlos Falcó, el marqués de Griñón, se lo anuló nada menos que la Rota de Madrid, en un proceso en que la hoy señora de Boyer también estuvo representada por José Salazar.

Más que dudas razonables hubo en la nulidad de Carolina de Mónaco.Quizás por eso, los tribunales eclesiásticos tardaron 12 años en dársela. Pero al final, nada menos que La Rota romana le concedió la nulidad de su matrimonio con Philippe Junot.

Para evitar casos de este tipo, Roma no sólo quiere acabar con la laxitud de los jueces, sino también con las falsas declaraciones de las partes. Porque muchos famosos están decididos a dar gato por liebre a los tribunales eclesiásticos con tal de salirse son la suya.

Quizás por eso, Carmen Rossi logró que el Sagrado Tribunal de la Rota considerara nulo su matrimonio con el finado Duque de Cádiz. Y quizás por eso, el entonces primado de España, cardenal Marcelo González, le negó la comunión por «ser continuo reo de escándalo público». El Vaticano parece decidido a acabar también con el «canon coladero», el que se basa en «el grave defecto de discreción de juicio acerca de los deberes y derechos esenciales del matrimonio». Es decir, la inmadurez psicológica. Por este canon consiguieron la nulidad famosos como Massiel, Marisol y Carlos Goyanes o Carmen Ordóñez y Paquirri.

Los expertos aseguran que la culpa de la «excesiva generosidad» de los tribunales eclesiásticos la tuvo en parte el propio Papa.Y es que, en 1994, Juan Pablo II reformó a la baja el reglamento de la Rota. La consigna era, entonces, «mayor comprensión con los errores humanos». Con plazos del veredicto recortados y «juicios rápidos» en los que el Papa pedía que se conjugasen «las normas divinas con las condiciones cambiantes de la humanidad». Pero sus tribunales se pasaron y el Papa se ha hartado de su laxitud.De hecho, una semana antes de ingresar en el Policlínico Gemelli, Juan Pablo II denunció abiertamente la «corrupción» que impera en buena parte de los procesos de nulidad matrimonial.

Y ahora, en una vuelta de tuerca más, se reserva las causas de nulidad de los Jefes de Estado y quiere cerrar el grifo de la «generosidad en las nulidades». Y es que de los 56.236 procesos que se fallaron en primera instancia en 2002 en todo el mundo, más del 80% (exactamente 46.092) acabó con una sentencia a favor de la nulidad. Sólo en España se dicta un promedio de 1.500 nulidades al año y el 75% son favorables. Como reconoce el propio cardenal Herranz, «a través de una hábil manipulación de las causas de nulidad, cualquier matrimonio fracasado se convertía en nulo».Roma ha dicho basta. Se le ha acabado el chollo de las nulidades a los famosos y famosillos.
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