Si viviera, don Alejandro Zuza tendría ahora ciento cuarenta años. Fue el sacerdote que más influyó en mi fervor eucarístico y mariano, entre mis nueve y doce años. D. Alejandro Zuza, el gran predicador de la Virgen María que a todos nos subyugaba; era también el cura de los niños. Supo imbuirnos el amor a nuestra Madre del Cielo y el amor a la Eucaristía.
Sí; era el cura de los niños. Él nos animaba: - Mañana a la "misica" de ocho. Los chavales más finos asistíamos. No importaba el madrugar. Veíamos el ejemplo de Don Eulalio, el maestro, que siempre acudía. Allí aprendí unas fórmulas de preparación y acción de gracias antes de comulgar. Hoy todavía en ocasiones me son válidas: "Alma de Cristo, santifícame..." "Miradme, oh mi amado y buen Jesús..." "Ahora, oh Jesús mío que estáis dentro de mi, me postro a vuestros pies, confiado en que nada me negaréis. Os pido vuestra gracia que es el mayor bien; y el don de la perseverancia, para no perderla jamás. Os pido por la Iglesia, por el Papa, por la conversión de los infieles y pecadores, por los agonizantes, por las almas del purgatorio, por mis padres, por mi familia y por mí mismo. Os pido también por la paz del mundo. Oh dulce Jesús, permaneced Vos en mí y yo en Vos en esta vida y luego en el Cielo. Amén."
Caladas las gafas de Don Alejandro hasta la punta de la nariz, recitaba un día y otro día aquellas oraciones con fervor para darnos fuerza a las dos docenas y media de niños que queríamos apreciar el tesoro del Amor de los Amores. Los jueves no nos atendía directamente a nosotros. Se celebraban los "Jueves Eucarísticos". Con cantos en la Misa. Con la solemnidad más sencilla.
Todavía me son válidas las fórmulas que nos enseñaba para antes y después de comulgar: "Ahora, Jesús mío, que estáis dentro de mí me postro a vuestros pies confiado en que nada me negaréis... Permaneced Vos en mí y yo en Vos en esta vida, y luego en el Cielo. Amén". Era como una consecuencia de lo que nos dice San Juan: "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él". (Jn. 6,56)
Todas estas ideas grababa en nuestras almas don Alejandro de una manera sencilla, pero eficaz. Y sabía unir de forma admirable el amor a la Eucaristía con el amor a la Virgen. "María, - nos explicaba - durante los nueve meses que llevó al Hijo de Dios en su seno, permaneció en Cristo, y Cristo en ella. Y durante toda su vida fue la Virgen sarmiento fresco, lleno de frutos, unido siempre a la verdeara vid. Que Ella os enseñe a comulgar con fervor".
El año 1949, administrábamos el viático al querido sacerdote Don Alejandro Zuza, el cura de los niños, uno de los sacerdotes que más bien hizo a mi alma infantil. El cura amante de la Virgen. ¡Qué sermones predicaba en honor de la Madre! Así lo expresaba en mi diario: "Hoy han administrado el santo viático a Don Alejandro. Noche de frío y nieve: sólo se oye el monótono pisar de la gente silenciosa: los fieles que acompañan al Señor. Pisar interrumpido por el tintineo de la campanilla y las voces de los sacerdotes que rezando el "miserere" escoltan a Jesús Sacramentado. Caminan los hombres en dos filas, llevando en sus manos cirios encendidos. En medio, bajo palio de lienzo y oro, camina Jesús rodeado de hombres de buena voluntad. Noche de frío. Copos de nieve posan su mansedumbre en el suelo. Ha llegado el santo viático. De los labios del sacerdote enfermo brota la plegaria humilde: "Señor, yo no soy digno..." Jesús le consuela en medio del dolor. Es el premio de sus fatigas. Pronto le abrirá las puertas del cielo para el abrazo eterno."
Estos son unos apuntes que guardo con amor y veneración a este santo sacerdote. El Señor tendrá en su gloria a este gran apóstol de los niños de Estella. Hoy somos maduros y creo que todos los formados por él mantendrán una gran amor a Jesús Eucaristía y a María.
José María Lorenzo Amelibia
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