Estoy terminando de leer “Las sandalias del pescador” de Morris West. Dentro de las novelas que voy leyendo, esta me llama la atención, porque describe a un papa ruso, llano cuanto cabe, muy humano y privado de esa majestad de los papas, pero lleno de una dignidad sublime. Esperemos que alguna vez tengamos jerarquías de esta clase.
En el día de San Juan de la Cruz, veo en él la exigencia del desapego. Lo mismo Teresa de Jesús, para avanzar en la vida interior. ¿Cómo ando yo? Me examino en el amor. "Es lo que más ha de exigir el Maestro a su discípulo" dice San Juan de la Cruz. Dame, Señor, fortaleza para exigirme.
Aprecio mucha la virginidad por el Reino de los Cielos; pero con la coletilla que después añade Jesús: “Quien pueda entender que entienda”. Lo vemos al Señor muy liberal, lo deja muy a la opción personal, no aparece de ninguna manera como añadido a un estamento o profesión; y da toda la impresión de que se trata de casos muy singulares. Esa es mi opinión y de muchos más. Creo que nuestros mandatarios se han pasado imponiendo el celibato al clero occidental.
Lo único que llena mi existencia es el amor. El amor a Dios y a las personas, por supuesto, pero desde que amo a María Ángeles, mi vida se ha serenado. Señor, he intentado por todos los medios perseverar en lo que un día prometí. No puedo. Tú me quieres por otro camino; por algo será.
No me funciona bien el estómago. Devuelvo en ayunas jugos gástricos. Apenas le daba importancia, pero ahora me encuentro muy mal: dolores sordos e intensos me dejan sin palabra. Al fin he ido al médico, doctor Abascal, y me ha diagnosticado úlcera de duodeno; con un régimen riguroso cabe la posibilidad de curación sin intervención quirúrgica. Me someto al régimen.
Sigo preparando mi predicación con ilusión y con frecuencia cerca del Sagrario, sobre todo repasar el esquema y pedir fuerza al Señor. Cumplo treinta y cinco años, 11 de sacerdocio. Creo que he llegado a la madurez de la persona. Doy gracias a Dios. Atiendo con ilusión a los pueblos a pesar de tener que seguir estudiando. Muchos ratos paso junto al Sagrario de mi iglesia recordando al Señor las intenciones de mis feligreses escritas en el libro allí colocado. Pido fuerza al Señor para enfrentarme con tantas dificultades. Me preocupa el momento de decirle a mi madre mi salida.
José María Lorenzo Amelibia
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