Consumido en el cuerpo su alimento,
quédase Dios presente en su morada,
parte es sangre, y conjuntamente, nada
escapa en su presencia el Sacramento.
El alma, que consciente en el momento,
en que sabe que Dios tan se anonada,
se queda libremente allí atrapada,
sabiéndose segura en este intento.
Como el aire es al ave en que respira,
es la fe ya el camino en su andadura,
como al pez es el agua en el que nace.
Pero sabe que Dios en él renace,
y vive como en tierra que suspira,
como acento en el verso es su armadura.
Eulogio Díaz García