Cándido Pérez de Zabalza y Ochoa de Zabalegui

UN EMPLEADO DE BANCA, EN ESTELLA (NAVARRA)

DON CÁNDIDO PÉREZ DE ZABALZA Y OCHOA DE ZABALEGUI

Vivió en Estella (Navarra), desde la década de los 20 hasta los 70 del siglo pasado, un señor verdadero caballero cristiano. Bueno a carta cabal. Era Director de la sucursal del banco Español de Crédito, del hoy Banesto en Estella.


Lo conocí en mis tiempos de seminarista. Lo veía en la iglesia muy recogido, muy devoto, y a la vez en la calle muy amable con todos. Algo emanaba de él que llamaba la atención e inspiraba confianza. No recuerdo a ningún hombre seglar de aquellos tiempos con mayor prestigio, bondad, mansedumbre, amabilidad y vida de piedad.

Había nacido en un pueblo próximo a Estella, en Ibiricu de Yerrri en el año 1890. Allí sus padres lo educaron muy bien, en cristiano. En la casa paterna tenían un armonium; en él Cándido aprendió a interpretar cantos de alabanza al Señor a quien amaba de todo corazón desde su niñez. Siendo joven marchó a Filipinas. Estuvo allí trabajando durante once años. De tarde en tarde regresaba a su hogar y hacía escala en Roma para visitar aquellos lugares santificados por los primeros cristianos.

Todo el mundo admiraba en Estella a este santo varón. Cuando yo lo conocí era ya viudo de Felisa Senosiáin. Tenía cuatro hijos, mayores que yo: María Asunción, María Teresa, Miguel Ángel (1) y María Nieves. Nunca quiso volver a casarse. Deseaba consagrar su viudez a Dios y a sus cuatro hijos.

Me he puesto en contacto con las hermanas Pérez de Zabalza para que ellas me digan algo de su padre. ¿Quién mejor? María Teresa hace de portavoz y redactora. He aquí sus impresiones. Entre sus párrafos iré intercalando también alguna opinión mía.

RECUERDOS ENTRAÑABLES DE NUESTRO PADRE

CÁNDIDO PÉREZ DE ZABALZA OCHOA DE ZABALEGUI

"Pienso en mi padre y lo veo como un señor distinguido, como un gran caballero. Sin arrogancias, sencillo, humilde, agradecido, amoroso. Tocaba el piano y el órgano. Le llamaban el viudo interesante. Tenía un alma delicada y una espiritualidad profunda, exquisita".

Era sencillo y humilde. Tan grande su delicadeza que en una ocasión - por un despiste del todo inculpable - pasó un paquete de fuera de Estella sin previo pago al fielato de arbitrios municipales. Cuando fue requerido por el inspector a pagar una multa, se sonrojó. Con gran humildad le dijo: "Vamos, vamos aquí al portal que le pagaré todo. No quiero que lo vea la gente para que no cause escándalo por mi falta".

"Entre sus prácticas religiosas, recuerdo: La Misa diaria. El rosario en familia. Los Trisagios a la Santísima Trinidad. Las visitas al Santísimo Sacramento. Admiraba, adoraba, amaba, compartía con Jesús del Sagrario. Solía decirnos a sus cuatro hijos: "Él nos está esperando". Y lo decía refiriéndose al Señor que día y noche nos aguarda en los tabernáculos de todas las iglesias. Otras devociones eran al Corazón de Jesús, a la Virgen, a San José".

"Desde pequeños nos enseñaba a rezar, a hablar con Jesús que estaba detrás de la cortinilla, en el Sagrario. A saludar a la Santísima Trinidad, representada de una manera artística en uno de los retablos del monasterio de Estella de Santa Clara. Con él visitábamos a la Virgen del Puy. En la explanada de aquel santuario cogíamos violetas y margaritas y las depositábamos después a los pies de la imagen de nuestra Señora".

"Nos recordaba con veneración la leyenda de San Virila: el fraile que escuchando el canto de un pajarito se le pasaron 400 años. Y al volver al convento no conocía a nadie. Y nos decía: "Nunca nos cansaremos de estar con Dios en el cielo ".

¡Qué manera más gráfica y sencilla de inculcar a sus hijos el amor a todo lo trascendente!

"Cuando los cuatro hermanos salíamos del colegio, íbamos a saludarlo a la Oficina del Banco Español de Crédito, y nos obsequiaba con unas figuritas, como: un tren, una campanilla, un pez. Eran unas galletas muy sabrosas que hacían nuestras delicias. Nos preguntaba sobre cómo nos habíamos portado en clase. Por la noche, nos ayudaba a realizar nuestras tareas. Siempre pendiente de nosotros".

EN SU PROFESIÓN DE EMPLEADO DE BANCA

"Era muy responsable en su profesión. Llegaba el primero al Banco y salía el último. Se fiaba de los clientes tan sólo con mirarlos a los ojos, como él mismo decía. La relación entre todos los empleados era muy familiar".

Nunca consideró el banco como una manera de ganarse la vida, ni como un medio para enriquecer a nadie, sino como un servicio, un modo de ayudar a la gente a ahorrar o a recibir un préstamo sin usura. "Gracias a Don Cándido - decía un taxista célebre en Estella - he podido hacerme con este coche. Él me ha facilitado todos los préstamos".

Mucha gente de los pueblos y de la ciudad le pedían consejo financiero. Él lo hacía siempre mirando sobre todo el interés del cliente; le avisaba de los riesgos; le sugería lo mejor para él. Y lo mismo aconsejaba en la oficina que en la calle o en casa.

"Vivía con optimismo. Y aunque era muy consciente de los problemas o dificultades que podrían surgir, decía: "Hay que confiar en Dios cuando todo sale bien y cuando no sale tan bien"".

AMANTE DE LA MÚSICA

"Era muy amante de la música. Nos enseñó a los cuatro hijos a tocar el piano y el armonium. Y él mismo se ofrecía a desempeñar la función de organista siempre que lo necesitasen. Lo hacía sobre todo en la Parroquia de San Juan, siendo Párroco D. Miguel Sola (2). También en Capuchinos y en la capilla del Santo Hospital. Todas las semanas del año se celebraba la práctica entrañable de los "Jueves Eucarísticos". Allí veíamos a Don Cándido tocando el armonium lleno de amor a Jesús. Cuando tenía mucho trabajo en el Banco, le sustituía su hija Mª Asunción. Estos detalles aparecen recogidos en el libro Historia Eclesiástica de Estella de José Goñi Gaztambide".

"Sentía y gozaba tanto con la música que muchas veces le oía exclamar: " En el cielo, ¿qué música escucharemos? "; y continuaba: " Ni el ojo vio, ni el oído oyó" ¿Qué será aquello?"

NOS HABLABA DE NUESTRA MADRE

"Nos hablaba de nuestra madre, de lo buena que era, de que nunca se enfadaba, de lo ordenado que tenia todo, de lo guapa que era. A nuestra abuela materna la llamaba también "madre" con inmensa amabilidad. Lo mismo trataba a un cuñado suyo, que vino a vivir con nosotros cuando murió nuestra madre".

"A su hijo Miguel Ángel (1), el sacerdote, adoraba. ¡Siempre pendiente de él! Siendo párroco de Olite lo llamaba por teléfono muchas veces. Le decía: "¿Cuándo vas a venir? A ver si puedes pronto ". Cuando regresaba nos decía: Dadle lo que necesite: alguna cosa para que lleve; pagadle la gasolina, el viaje ". ¡Estaba orgulloso de él! Respetó mucho su libertad y su intimidad".

ERA MUY ACOGEDOR

"Era muy acogedor. La casa estaba siempre abierta a familiares y amigos. Dispuesto a ayudar a todos. No digamos a los más necesitados, a los que con gran mimo les trataba y ayudaba". Aquella casa parecía una fonda. Parientes, conocidos, amigos, gente sencilla encontraba allí calor y comida. En aquellos años del hambre ninguno que lo necesitara se quedaba sin recibir el alimento, aunque no fuera pariente. Alguien le decía: "¿Pero cómo te fías de que entre cualquiera en tu casa?" Él respondía: "Me basta mirarles a los ojos. Son buenos".

VIVIÓ MUCHOS AÑOS Y SUFRIÓ ENFERMEDADES

"Recuerdo de una manera especial cuando al comienzo de los setenta hubo de internarse en la Clínica de la Cruz Roja de Zaragoza para ser operado de próstata. El Dr. Romero, catedrático en la Facultad de Medicina de Zaragoza, cuando trató a mi padre lo puso de modelo a sus alumnos y pacientes: "Era un hombre sin ninguna exigencia". Al despedirse pedía perdón por si en algo había faltado".

"En sus últimos años de vida, nos necesitaba más y todo cuanto le hacíamos lo recibía con mucha humildad y agradecimiento. "¡Qué seria de mí sin vosotras!". "¡Yo que me iba solo por el mundo entero!".

¿Me traes la Comunión ?". La pedía todos los días cuando él no podía ir a la Iglesia. y se preparaba antes y después daba gracias durante mucho tiempo. Todo giraba alrededor de ese momento. "Gracias, gracias", repetía con mucha fuerza por haberle hecho ese favor".

Así era nuestro padre. Así lo recordamos. Como he dicho antes, lleno de delicadeza y espiritualidad.

SUS HIJAS

(1) De Miguel Ángel Pérez de Zabalza, sacerdote, ha aparecido durante más de un año en esta revista su semblanza sacerdotal. Ahora está su biografía registrada en la sección "Mis libros".

(2) De Miguel Sola Galarza, sacerdote, ha aparecido durante más de un año en esta revista su semblanza sacerdotal. Ahora está su biografía registrada en la sección "Mis libros

José María Lorenzo Amelibia

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