Dominar la ira, hacia la mansedumbre
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Dominar la ira, hacia la mansedumbre

(La paz... la mansedumbre... la flor sencilla)
Siempre se nos ha dicho en nuestra época de formación lo necesario que es dominar los movimientos de ira y otras emociones negativas. Sin embargo, a un compañero mío le aconsejaba un psicólogo moderno que no se reprimiera en nada. Su salud saldría mejorada. Mas a la hora de la verdad no le fue nada bien a mi amigo seguir estos criterios. La mayor parte de las veces las reacciones violentas de cólera o furia son perjudiciales para la convivencia e incluso para el mismo sujeto agente. En ocasiones sacan a luz pública la hostilidad e impotencia de quien las padece. Por otra parte, comprobamos en la propia carne que, quien siempre está aguantando, termina por “reventar” y destruir su salud. Alguna solución habrá para estos casos, pero, es preciso tener en cuenta las normas que la experiencia nos dicta.
Un refrán aconseja: “No tires el vaso de agua si no puedes recoger el líquido derramado”. Incluso para el mismo sujeto iracundo tiene sus riesgos sacar al exterior las emociones negativas. Un buen psicólogo nos puede ayudar a encauzar estas tendencias destructivas, pero también podemos nosotros hacerlo teniendo en cuenta algunas premisas.
Yo siempre he aconsejado a otros y he practicado para mí mismo algunos principios que jamás he de olvidar. Cuando estamos a punto de explotar, contar hasta veinte. Después la reacción suele ser más tranquila. Echarse sobre el colchón unos minutos, practicar diez o veinte inspiraciones y espiraciones profundas, pero con gran lentitud. Mientras inspiras, levanta la pierna derecha y acerca sin forzar el muslo hacia la ingle. Repetir el ejercicio con la pierna izquierda. Mantener entre un ejercicio y otro la mente como en blanco. Si la agitación es grande, conviene permanecer en estos ejercicios un cuarto de hora al menos y repetir mentalmente palabras como éstas: “Fuera”; “Basta”, “A la porra”, “Se acabó”.
La ira, la rabia y sucedáneos para que sean liberadores y curativos es necesario encauzarlos y expresarlos desde la profundidad del ser. Al realizar estos ejercicios desde la descarga física nos quedamos en un nivel superficial y nada solucionamos; más bien se empeora la situación. Tiene su sabiduría lo que practican algunos orientales: cuando alcanzan el clímax del estrés, se cierran en una habitación de la fábrica donde cuelga del techo un muñeco grande de trapo, y con un garrote lo majan a palos hasta quedar tranquilos.
El problema es mayor cuando la rabia contenida durante meses o años nos va dañando la salud. Entonces es más recomendable que nunca acudir a un entendido que nos pueda ayudar. A veces un amigo bien formado puede ser el ideal, pero nunca está de más el profesional de la psicología o de la ascética, que para todos hay trabajo.
José María Lorenzo Amelibia
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