RATZINGER Y LA VERDAD OBJETIVA
Ya en 1998 en la Sorbona, Ratzinger, en su constante búsqueda de la verdad, afirmó que la crisis del cristianismo era un aspecto de una crisis más profunda: la crisis de la verdad objetiva. El diagnóstico era acertado. Hasta entonces el ser humano pensaba que podía pisar firme en el pensamiento, en religión, en la ciencia. Creía conocerse a sí mismo, conocer y poseer la verdad e incluso poderla manejar; en definitiva, ser dueño de la verdad. Pero, se tambalearon los pilares básicos de sus seguridades, al irrumpir las corrientes de una nueva época. Quebrada aquella seguridad y convicción de la propia verdad, surge el pragmatismo, la soberanía absoluta del poder y la oportunidad diaria como criterio de comportamiento.
Pero el hombre, en el fondo, sabe que se mide y dignifica no por su gusto o poder, sino por la verdad real. Frente a la superstición, la política, la riqueza o un pluralismo vago y falso, para Ratzinger la verdad es la fuente de la convivencia, cuando los hombres no se enseñorean de ella y la buscan no como arma contra el prójimo, sino como sendero hacia la fuente y futuro común.
Cuando esa verdad no es buscada, surgen un pluralismo salvaje y un consenso político, cortados a la medida de los que tienen el poder en sus múltiples formas. No se resuelven los problemas de las instituciones y de las personas, ni en la sociedad ni en la Iglesia, sin el retorno a la pregunta de la verdad.
Poco antes de ser elegido Papa, Ratzinger, denunció con valentía diciendo: “cuánta suciedad y cuánta soberbia hay en la Iglesia y entre los que por su sacerdocio deberían estar entregados al Redentor”. Demostró que su lema como Obispo y Cardenal era”Colaborador de la Verdad”. Al convertirse en Benedicto XVI comenzó la limpieza de esa suciedad, teniendo que tomar duras y silenciosas decisiones. Con sus viajes, y al contacto con la realidad universal, abrió puertas a la “verdad” de culturas diversas y situaciones sangrantes, creadas por dictaduras de “verdades parciales impuestas”. Ha sabido establecer conexión entre la verdad, nacida de la realidad analizada, y el bien, acreditado en la vida personal.
Su ministerio, como Papa de la Iglesia, le ha exigido contrastar pareceres. Según sus palabras, “apacentar” quiere decir amar, y amar es estar dispuesto a sufrir. A sus 85 años, al hablar de los momentos más difíciles de su trabajo lo comparó con la barca que llevaba a San Pedro y a los apóstoles en el mar de Galilea: "El Señor nos dio muchos días de sol y brisa ligera, días en los que la pesca fue abundante; también hubo momentos en los que teníamos un mar agitado y viento en contra, como ha sido en la historia de la Iglesia, cuando el Señor parecía estar dormido".
Pero, ha dicho que un papa no está solo en la barca de Pedro. A la hora de anunciar su renuncia ha dicho: “He dado este paso consciente de la gravedad y de su novedad, pero con una profunda serenidad. Amar a la Iglesia significa también tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre en cuenta el bien de la Iglesia y no el personal”. Se ha despedido de nosotros así: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme: os suplico que os acordéis de mí y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del Apóstol”.
Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com
Pero el hombre, en el fondo, sabe que se mide y dignifica no por su gusto o poder, sino por la verdad real. Frente a la superstición, la política, la riqueza o un pluralismo vago y falso, para Ratzinger la verdad es la fuente de la convivencia, cuando los hombres no se enseñorean de ella y la buscan no como arma contra el prójimo, sino como sendero hacia la fuente y futuro común.
Cuando esa verdad no es buscada, surgen un pluralismo salvaje y un consenso político, cortados a la medida de los que tienen el poder en sus múltiples formas. No se resuelven los problemas de las instituciones y de las personas, ni en la sociedad ni en la Iglesia, sin el retorno a la pregunta de la verdad.
Poco antes de ser elegido Papa, Ratzinger, denunció con valentía diciendo: “cuánta suciedad y cuánta soberbia hay en la Iglesia y entre los que por su sacerdocio deberían estar entregados al Redentor”. Demostró que su lema como Obispo y Cardenal era”Colaborador de la Verdad”. Al convertirse en Benedicto XVI comenzó la limpieza de esa suciedad, teniendo que tomar duras y silenciosas decisiones. Con sus viajes, y al contacto con la realidad universal, abrió puertas a la “verdad” de culturas diversas y situaciones sangrantes, creadas por dictaduras de “verdades parciales impuestas”. Ha sabido establecer conexión entre la verdad, nacida de la realidad analizada, y el bien, acreditado en la vida personal.
Su ministerio, como Papa de la Iglesia, le ha exigido contrastar pareceres. Según sus palabras, “apacentar” quiere decir amar, y amar es estar dispuesto a sufrir. A sus 85 años, al hablar de los momentos más difíciles de su trabajo lo comparó con la barca que llevaba a San Pedro y a los apóstoles en el mar de Galilea: "El Señor nos dio muchos días de sol y brisa ligera, días en los que la pesca fue abundante; también hubo momentos en los que teníamos un mar agitado y viento en contra, como ha sido en la historia de la Iglesia, cuando el Señor parecía estar dormido".
Pero, ha dicho que un papa no está solo en la barca de Pedro. A la hora de anunciar su renuncia ha dicho: “He dado este paso consciente de la gravedad y de su novedad, pero con una profunda serenidad. Amar a la Iglesia significa también tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre en cuenta el bien de la Iglesia y no el personal”. Se ha despedido de nosotros así: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme: os suplico que os acordéis de mí y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del Apóstol”.
Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com