Retiro para sacerdotes y personas muy comprometidas Retiro de enero del 2022: Tema “El alma de todo apostolado”.

Retiro espiritual del mes  de enero 2022

Retiro de enero del 2022: Tema “El alma de todo apostolado”.

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Introducción:

Ante todo, deseo un feliz año 2022 a cuantos practiquen este retiro. Es bueno todos los meses dedicar una mañana o una tarde de retiro

 Ofrezco este retiro del mes de enero. También puede servir a sacerdotes para ofrecerlo a algún grupo de personas. Puede ser muy fructuoso para el alma.

Preámbulo. Ante todo hemos de ponernos en la presencia de Dios de una manera consciente y detenida; esta puede ser una manera eficaz:

 1.- Con calma decir: Señor, Tú estás aquí. Yo lo creo. Tú me ves... Me contemplas... Penetras mi alma hasta el fondo... Me escuchas... Me amas... Yo soy alguien para Ti. Importo ante tus ojos. 2.- Lo creo, Señor, porque Tú lo dijiste; y ni quieres, ni puedes engañarnos. 3.- Si Tú estás aquí, y lo creo, debo comportarme como lo hago delante de alguien que es muy importante para mí.4.- Voy a practicar un acto de oración, de búsqueda de Ti, de tu voluntad. Sea para tu mayor gloria.

5.- El tema de este retiro es “El alma de todo apostolado”. Las ideas de él  están tomadas todas ellas del libro del mismo título de Chautard, clásico de espiritualidad.

Puntos:

1.- Hemos de unirnos a Dios por  la fe y por el amor,  y así la vida divina irradiará a través de nosotros. A la fuerza un cristiano que vive unido a Dios ha de ser ejemplo y apóstol. Porque acción apostólica y vida contemplativa van necesariamente unidas. El problema es cómo llegar a esto. Siempre, por supuesto, la gracia de Dios nos ha de prevenir y ayudar. A mí me ha ayudado mucho la lectura espiritual; tal vez por eso me atrevo a poner este medio como el comienzo de la conversión. “El alma de todo apostolado” del trapense Jean Baptiste Chautard, podría ser un buen comienzo. Pero sigamos.

             2.-  Nuestro apostolado será eficaz dentro de una profunda vida interior: Ha de ser Dios nuestro amigo inseparable, nuestro gran amor; y si lo centramos en la Eucaristía guidados por la Virgen María, tanto mejor. La presencia de Jesús en nuestras vidas no es una presencia “real”, pero sí una derivación de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Vivamos con fe y atención la misa. Vivamos con fe y atención su presencia en el sagrario.  Esta presencia me lleva a amar, me lleva a trabajar por Dios, me lleva incluso a la felicidad. Jesús en mí, Dios en mí: somos mayoría plena para el apostolado y el amor. Es muy importante ser consciente de que llevo conmigo a mi Dios de mi corazón y el corazón de mi Dios. Para ello he de vivir a tope mi oración personal.  De vez en cuando recogerme interiormente para hacer un acto de amor a Dios, purificarme y obtener de Jesús el mejor resultado para mis obras.

 3.- Procurar practicar la oración personal cerca de la Eucaristía, en el sagrario o después de la misa, junto al hombreDios invisible, pero como si lo vieses. Si sientes algún decaimiento, pronto cesará porque estás junto a Él que se adueña de ti. Estás colocado entre empresas mundanas y entre asuntos espirituales: cuanto más te adhieres a unas, más te alejas de las otras. Jamás abandones esta oración personal; te mantiene en contacto íntimo con Dios durante el día y tu acción será del todo testimonial. Pero no busques tanto los consuelos de Dios (que sí te fortalecen), como al Dios de los consuelos.

 4.- El problema no es la falta de sacerdotes, el problema es la falta de santidad de los que están en el ministerio sacerdotal. Un sacerdote en cada diócesis de la talla del cura de Ars, de Don Manuel González, del padre Nieto en nuestros tiempos, se notaría en pocos años en toda la nación. Necesitamos también profesores de teología santos, de la talla de Tomás de Aquino. Y tengamos muy en cuenta que a un sacerdote santo corresponde un pueblo fervoroso; a un sacerdote fervoroso, un pueblo piadoso; a un sacerdote piadoso, un pueblo honrado; a un sacerdote honrado, un pueblo impío. Siempre un grado menos en los formados. La vida de oración  ha de ir siempre sosteniendo la vida activa. Los Apóstoles se reservaron  más tiempo de oración y descargaron en los diáconos ocupaciones temporales. (He. 6,4). El espíritu ha de vivificar todas las manifestaciones de nuestro celo. A la vida natural ha de preceder la vida contemplativa, y ha de continuarse en ella; elevar con frecuencia a Dios el alma para expresar del todo nuestra experiencia de Dios. Si somos prudentes en la fe hemos de ser depósitos; no canales: dar de nuestro depósito y siempre retener; el canal deja pasar el agua pero no retiene. 

 5.- Partimos de la base de que en nuestra vida cristiana y sacerdotal el amor filial a Dios ha de reinar en nosotros. Dios lo primero; y la vida interior y santidad:   en esto se funda en el conocimiento, amor y servicio a Dios. En la santidad hay muchos grados, siempre fundamentados en este amor a Dios. Sin esa vida de santidad somos inútiles del todo. Por eso hemos de ejercitarnos y vivir en la piedad y amor. De este amor a Dios brotará el amor al prójimo. Y para ello hemos despojarnos del “hombre viejo”. Y cumplir la voluntad de Dios. La vida interior y la vida activa es necesario que vayan unidas, de lo contrario no existe el apostolado, podría ser una obra social. El apostolado supone almas capaces de enamorarse de la idea del Reino de Dios, de unirse a la salvación que Jesús ganó para nosotros,

6.- Evitar algunos escollos, como el formulismo (recitar oraciones y más oraciones sin sentido; el sentimentalismo impresiones vivas pero pasajeras o románticas); la desconfianza, porque nuestra confianza total ha de estar en Dios; el mal carácter que ha de ser vencido con el amor a Dios; la piedad egoísta y dura, porque el egoísmo es la ruina de la piedad. La pereza en la piedad; no se puede dormir quien es apóstol. Hemos de progresar de continuo, porque la gracia y la fuerza nos vienen por la oración. Es más: hemos de abrir las puertas a la contemplación. La disipación: al meternos en el mundo, llegamos a apetecer los estímulos mundanos y nos llega la disipación; ser consciente también de este escollo. Otro escollo es la pérdida de claridad de convicción en la vida interior. Avaros del tiempo, podemos no encontrarlo para nutrirnos en la oración personal. Es una tentación frecuente. Es preciso para vencerla una mañana o una tarde de retiro mensual; acudir a la confesión para tomar fuerza.

7.- El descanso del hombre de Dios está en la oración, junto al Señor, en la contemplación. La vida litúrgica es fuente de luz, alegría y gracia para él y para los fieles. Es imprescindible, y dentro de esta vida litúrgica están los sacramentos. Se siente en ellos la vida  que contienen; son fuerza y gracia. Y no solo en el momento de recibirlos. También después y antes. Recordemos que la Eucaristía es un sacramento permanente; que Jesús está siempre con presencia real en el sagrario; la vida de sagrario la consideramos esencial para el verdadero apóstol. “Venid a mí todos los que estáis cansados y yo os aliviaré”. (Mat. 11,28).  Si centramos la vida en el sagrario, nuestra mente divagará menos y seguirá una línea de pureza de intención y  de amor. Jesucristo se nos da en la Eucaristía para alimento y fuerza. En medio de las fatigas y sufrimientos hemos de abandonarnos a la acción divina.  Y la confesión frecuente, bien preparada, con compunción de corazón y firme propósito.

8.-  Revestíos de la armadura de Dios para que podáis contrarrestar las asechanzas del diablo” (Ef. 6, 11). El demonio existe y está al acecho. También el mundo y la propia carne. Armados de esta manera, podremos entregarnos a nuestra misión de apostolado. En la paz de la oración repondremos nuestras fuerzas. El querer hacer de nuestra acción oración, solamente lo conseguiremos, si previamente hemos dedicado tiempo abundante a estar con Dios. “Fuera de Cristo soy nada”. Así, en medio de las pruebas podemos decir con san Pablo: “Me inunda el gozo”. Seré capaz de asumir cualquier sufrimiento. No seamos orgullosos: sin Dios no podemos nada. Esa es la realidad. 

9.- Es preciso ahora un nuevo arranque hacia la Eucaristía y hacia la Virgen María. En lugar de abatirnos por el fracaso quedaremos rejuvenecidos. Como decía el Cura de Ars: “El corazón de las almas interiores está en medio del sufrimiento y humillación como la roca en medio del mar”. Concedernos un  reposo en medio del fracaso; es fruto de la vida de fe en Cristo. Así seremos fecundos en nuestra labor, porque permanecemos en Jesús y Él en nosotros. Como nos dice san Juan de la Cruz: “…mucho más agradarían a Dios si gastaran al menos la mitad de este tiempo en estarse con Dios en oración”. “Embriagaré de abundancia, de plenitud, el alma de los sacerdotes y mi pueblo se colmará de mis bienes”. (Jer. 31,14). Y nos dice santa Teresa: “Un hombre santo, perfecto y virtuoso hace mucho más provecho en las almas que muchos otros que solo son ilustrados y mejor dotados”.

 10.- Ser bueno es poner a los otros en lugar de sí mismo: esto convierte a los pecadores más que el celo. Para esto hace falta amor, espíritu de sacrificio y humildad: convencidos de que por nosotros mismos nada podemos; el Espíritu Santo obra la conversión en las almas. Convencidos de esta verdad actuaremos con amor divino, humano  y celo. La vida interior y solamente la vida interior nos podrá sostener en los trabajos de siembra oscura y a veces incluso infructuosa. La vida eucarística es la vida de Jesucristo en nosotros que vino “para que las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10). Sin este reflejo de vida eucarística, la palabra del hombre de obras no producirá más que movimiento entusiasta pero fugaz. Para que el fruto permanezca es preciso que brille en nosotros algo de la aureola de Moisés cuando descendía del Sinaí. 

 11.- Algunos principios y avisos para la vida interior: a) Jesús es el agente principal; nosotros nada más que instrumentos. b) Jesucristo no bendice las obras cuando el mensajero no confía más que en los propios medios. c) Tampoco cuando el amor propio trabaja en lugar del amor divino. d) Obrar con recogimiento, con un reglamento interior, con guarda de corazón, en la presencia de Dios. e) Viviendo vida de oración actúo revestido del hombre nuevo, con centro en la Misa, con la mente puesta en Dios. f) Vivir en la fe, la vida litúrgica, alimentado por la lectura espiritual, en espíritu de adoración. g) Una compunción de corazón serena y con corazón generoso para también perdonar. h) Conocer a Jesucristo y conocerse a sí mismo  que nos lleve al conocimiento del corazón. ---- Que este retiro nos ayude a encontrar el alma de todo apostolado.

 Este retiro es un resumen del libro clásico de Chautard “El alma de todo apostolado”.

Examen práctico:

  1. ¿Planteo mi acción de apostolado como una prolongación de mi vida interior?
  2. Me examino ahora sobre mi frecuencia de confesión, mi examen de conciencia, mi oración personal.
  3. ¿Cómo colaboro con los demás?
  4. ¿Miro la acción de los otros como la mía propia, como acción unida para el Reino de Dios?
  5. ¿Practico la compunción  de corazón, la lectura espiritual, ejercicios espirituales?
  6. ¿He pensado y reflexionado que Dios lo primero, y que  la vida interior y santidad  son del todo necesarios para el apostolado?
  7.   ¿En medio de las fatigas y sufrimientos me abandono a la acción divina?
  8. ¿Cómo vivo en Cristo mi  reposo y descanso?
  9. ¿Cómo vivo la liturgia? Adecuo de alguna manera la liturgia y la lectura espiritual?

José  María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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