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ADVIENTO, NAVIDAD, INMACULADA
Centrarme en Dios y en mí mismo. Presencia de Jesús. Aquí está, junto a mí en el Sagrario o en mi alma junto al Padre y al Espíritu Santo.
1.- El adviento y la Navidad. Todo junto. Preparación y celebración. Lo que el mes de diciembre es; y en medio la Virgen María en su Inmaculada concepción. Voy a tener presente en este mes estas tres realidades: Jesucristo prometido y esperado; la Virgen María que prepara su alma para recibir a Jesús con un corazón puro y limpio de mancha, incluso original. Jesús que se me entrega - se nos entrega a todos y también a mí - con amor, en su nacimiento. Pensar en estas tres realidades con paz.
2.- Tengo total confianza en Jesús. Él está con nosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. Lo prometió. Y de la misma manera que cumplió su promesa de venir a salvarnos y llegó la primera Navidad, también va a cumplir esta otra promesa. Estar con nosotros hasta la consumación de los siglos.
3.- El Espíritu Santo obró, en María Inmaculada, la maravilla de hacerla Madre de Dios. "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". El mismo Espíritu Santo inunda todo mi ser de su gran amor. Inunda el alma de mis compañeros, de mis amigos, de cuantos le buscamos y le amamos. En estos días va a hacer en nosotros la gran renovación. Vamos a dejarnos. Vamos a vivir con este deseo de adviento, con esta realidad navideña. Ven, Virgen María, ayúdanos a preparar los caminos del Espíritu Santo.
4.- Jesús, lo prometiste y estás presente en la Iglesia de una manera operante. "Confiad, yo he vencido al mundo". "Estoy con vosotros". - Estás con nosotros del todo, Jesús. Y tu Iglesia no está pasiva en el mundo: nos enseña el poder la oración, del sacrificio, del dolor. Trabaja por todos, por los más débiles, por ayudarnos. Todos somos Iglesia. Todos colaboraremos en este sentido. Me siento Iglesia junto a Jesús nacido en Belén.
5.- Le decimos ahora al Señor: Padre, dame amor para amar; Hijo, dame celo para ayudarte a la salvación del mundo; Espíritu Santo, que el móvil de mis acciones sea infundir amor. "Dios amó al mundo y entregó a su Hijo". Esta idea va a ir siempre en mi corazón para derramar ese amor de entrega, para decir que Dios ha sido bueno con nosotros. Yo no he de apartarme nunca de esta tarea de amor. Lo he recibido, he de entregarlo. Así va a ser mi vida, con tu ayuda, Dios mío. Jesús que te ofreciste y has venido al mundo en la primera navidad: eres la luz del mundo. Iluminas las tinieblas. Ayúdanos a vivir esta realidad y a hacer partícipes de esta realidad a cuantos nos rodean.
6.- Desde el principio, el Padre decretó elevar a los hombres a la vida divina. Todo el tiempo del Pueblo de Dios ha sido tiempo de esperanza, deseo de que llegue la hora. En nuestros días del Nuevo Testamento, ha llegado la hora. La estamos celebrando en este Adviento y en esta Navidad. Nos has, elevado, Padre. Nos has entregado a tu Hijo. Lo celebramos con ilusión. La Virgen María nos enseña con su amor y con su limpieza de alma a celebrarlo con alegría. Le damos gracias a Dios y le pedimos fuerza para vivir estas ideas con fe viva: nos has elevado, Señor, a la vida divina. Somos congregados en la Iglesia Universal para vivir esta realidad de ser elevados a la vida divina. Nosotros hemos de predicarlo, de decirlo desde nuestra experiencia de fe. Jesús así nacerá en todos los corazones.
7.- Todos los hombres están llamados a vivir la realidad de estar elevados a la vida divina. El Padre, el Hijo, el Espíritu Santo que habitan en nosotros por la gracia. Por eso la Navidad, por eso el amor entre todos los hombres, por eso nuestro espíritu de apostolado, comunicar esta hermandad entre todos: todos con la misma vida divina. Meditarlo; hacerlo nuestro, vivirlo siempre, comunicarlo. Mi oración para pedir al Señor esta gracia. El Espíritu Santo es la fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna. Él riega nuestras almas y les da fecundidad. El mismo que fecundó a la Virgen María Inmaculada para que fuera la Madre de Dios. Considerar estas verdades. Procurar que se afiancen en nuestro corazón para que den fruto. Pedirlo al Señor, por medio de la Virgen María.
8.- Vivir en este Adviento y en esta Navidad también la realidad de la unión de todos los que amamos al Señor: el Reino de Dios. Todos elevados a esta vida divina. Que brille este Reino de Dios por la Palabra, por las obras, por la presencia de Cristo: la múltiple presencia de Cristo: la sacramental, de la Palabra, de la unión de quienes estamos reunidos en su nombre, de nuestras buenas obras. Se lo pedimos con fe. Procuramos hacer de estas ideas criterio total; que sean nuestra ideas - madre. Formamos el redil bajo el único Pastor, Jesús en Belén, en Nazaret... Jesús resucitado.
9.- Jesús el esperado y deseado de las naciones es ahora la piedra angular que rechazaron los constructores, pero existe con nosotros, piedra fundamental de la Iglesia: Jesús nacido en Belén, nuestro Jesús. Nosotros servimos en el Reino como piedras vivas, ayudamos a otros en la fe, en fundamentar sus vidas. Esta es nuestra realidad cristiana, sacerdotal, realidad divina que nos llena de gozo y humildad. ¿Cómo puede existir la soberbia o vanidad tonta entre nosotros? Niños, como Jesús, adultos como Él mansos y humildes de corazón para ser eficaces en su Reino. Nosotros somos los indicados de demostrar al mundo que la Iglesia es la esposa de Jesucristo, que nos esforzamos por mostrarla sin mancha ni arruga, que por nosotros no podemos, pero lo deseamos y lo pedimos con gran humildad, que ya es hora que vaya apareciendo la faz de los cristianos en este sentido. Te lo pedimos, Señor; lo deseamos, te lo suplicamos.
10.- Te esperamos, Señor, y has llegado. Nuestro Adviento es sólo de preparación, porque en la realidad, siempre es Navidad. Jesús, con nosotros. Participamos en el cuerpo del Señor. Somos elevados a una comunión con Él. Jesús recién nacido, Jesús de ahora y de siempre, Tú eres la Cabeza de nuestro Cuerpo Místico. Eres la imagen de Dios invisible. Y es necesario que todos tus miembros, Jesús, nos hagamos conformes a Ti. Por Ti todo el Cuerpo crece en aumento de "lo divino". Ven, no tardes más, ayúdanos. "Viviendo la verdad en la caridad, crezcamos por todos los medios en Él que es nuestra cabeza" (Ef. 4, 11-16). Y para renovarnos en Ti, Señor, nos has concedido participar de tu Espíritu; vamos peregrinando por el mundo hacia Dios. Soy consciente de todo esto. Pido al Señor que sea un criterio en mi vida, como mi sangre, como mi alma, como mi "yo".
11.- Has venido Jesús al mundo; apareciste de forma infantil para ser semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Y ha sido tu voluntad santificar a los hombre no aisladamente, sino constituyendo un Pueblo, una Iglesia. Me siento miembro de tu Pueblo, miembro de tu Iglesia y deseo siempre colaborar en tu voluntad de salvación y amor. Deseo vivir con todos mis hermanos con la dignidad y libertad de los Hijos de Dios. Derramar tu luz, Jesús, que eres la Luz del Mundo. Ser con mis hermanos germen de unidad y de paz. Vivir nuestro Bautismo, nuestra Confirmación, nuestro Orden sacerdotal con total entrega a tu Reino. Confesar nuestra fe, alentar con nuestra esperanza, dar incremento a todo con nuestro amor que es caridad.
12.- Jesús nacido en Belén: el Padre te envió para que seas Rey, Sacerdote, Maestro de todos. Has nacido para todos. Nuestro Único Padre está presente en todos los pueblos, en todas las razas y se hace visible por Ti, Jesucristo. Con nuestra colaboración con influjo del Espíritu Santo se ha de lograr recapitular a toda la humanidad bajo la única Cabeza, Cristo. Todos somos llamados a esta unidad católica. Lo conseguiremos con amor, con una unión íntima contigo, Jesús; a esto llamamos santidad. Somos todos peregrinos y caminamos hacia nuestra Patria.
13.- Pedimos a Jesús de Belén el don de fortaleza; que sepamos ser servidores fieles. "Él me predestinó, me eligió, me llamó gratuitamente". Que sepamos servir a Cristo en nuestros hermanos con paciencia, humildad, fortaleza y celo. Conocer las criaturas y ordenarlas a Dios con amor. Porque Él lo quiere así. Dedicar mi tiempo y mi vida al conocimiento de la verdad revelada, como la Virgen María que vivió siempre con este deseo y este amor.
14.- Una última idea para alentarnos. Hace unos días me encontré con un amigo. Estaba desalentado. Había tenido muchos reveses y desengaños precisamente de personas que debieran haber sido para él testimonio y aliento. Mi amigo había llegado a cierta madurez en la fe pero también nos llega a veces el desaliento. Me pidió ayuda. Por verdadera Providencia aquel día había meditado en esta frase que a mí mismo me había reconfortado. Ahí va: "Aun cuando nadie quisiera o pudiera ayudarme puedo seguir adelante poniendo mi confianza en Aquel que me ama". Tengo mala memoria. No sé dónde la había leído. Tal vez en el libro de Benedicto XVI "Jesús de Nazaret". Ahí queda.
Las ideas principales de este retiro están tomadas del Concilio, "Lumen gentium".