Tu alma destila gozo cuando vives esta fecha de fecundidad espiritual: Pentecostés. Luchas, crisis, tristezas preocupaciones se han desvanecido cual bruma en mañana cálida, al contacto del fuego de esta Pascua del Espíritu.
Hoy el Huésped divino se adueña de tu ser . ¡Descansa en su regazo! Siente tú la dulzura del Consolador Eterno. El Paráclito obra en ti la santidad, aunque no lo adviertas. Pero, ¡abre los ojos! Contempla: oasis en el desierto de la vida; refrigerio en tu largo caminar.

Déjate poseer. No tienes prisa. Abandona en Él tus inquietudes, tus deseos y esperanzas. Disuélvete en su amor como la espuma en las aguas del mar, como el sonido en la campiña silenciosa. Él puso en ti su morada. Sea tu refugio en las noches invernales. Recibirás el calor bajo el cobijo de sus alas.
¿Quién podrá conocer la intimidad de Dios? Poco nos dice la Teología Trinitaria. Tú ama al Espíritu Divino y siente la caricia de su aliento.

El hombre entrega al Señor no hace otra cosa en el mundo sino amar. Intenta ahora centrar sereno toda energía de que seas capaz y exclama: "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor". Y sal luego de esta intimidad divina, fuerte como los Apóstoles, dispuesto a la conquista del mundo para Cristo.

José María Lorenzo Amelibia
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