El Papa se llamaba a sí mismo "El Abuelo del mundo". Y por aquellos días reconocía el papel educativo al que están llamados todos los abuelos. Porque, dadas las circunstancias actuales de trabajo de la mujer en el mundo moderno, el anciano ha dejado de ser una carga en las familias para convertirse en ayuda de singular valor.
Durante las vacaciones de verano, alrededor de cuatro millones de escolares menores de doce años abandonan las aulas; comienza la pesadilla para la mitad de los padres españoles. Muchos abuelos han tomado la tarea de ayudar a sus nietos como una misión a realizar. A otros les resulta muy cuesta arriba; otros, por circunstancias de salud y dificultades obvias, se ven obligados a la renuncia de la honrosa labor educativa que realizaron con sus hijos. De hecho, alrededor de la mitad de los abuelos se convierte en la solución familiar de atender a este pequeño ejército en el estío durante casi dos meses; más las ayudas puntuales a lo largo del curso. Y así dedican una media de nueve horas diarias de servicio de guardería en los días laborables, para la tranquilidad de todos.
Es mayor el número de nietos que son trasladados a casa de sus "abus"; pero también son muchos ancianos los que han de visitar la morada de sus hijos para realizar la labor de custodios. A las abuelas les toca tirar del carro, pero se dan maña para arrastrar a sus maridos en tan honorable quehacer.
Nuestros ascendientes son personas mayores. Durante el tiempo en que cuidan a estos niños parece que se revitalizan, se revalorizan, pasan de ser frágiles jubilados a fortalecerse con el cuidado de los más débiles. Dan seguridad y solicitud, en lugar de recibir los cuidados de sus hijos. Es una tarea humanitaria, desinteresada, digna de encomio y bendición. La familia y la sociedad se han de mostrar agradecidos a estos ancianos que tanto bien están aportando en los últimos años. Dicen destacados miembros de UGT que "no puede recaer esta carga exclusivamente sobre las familias: han de ser medidas conjuntas de los trabajadores, las empresas y la sociedad". Yo no sé qué nos va a deparar el futuro en este terreno de cosas. Lo importante es que los abuelos tomen su papel como una misión cuasi-sacerdotal, para educar en la fe y buenas costumbres a sus descendientes. Estamos seguros de que muchísimos adultos del mañana deberán su fe al cuidado amoroso, ejemplo, formación y religiosidad de sus abuelos.
José María Lorenzo Amelibia
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