“La alegría de la fe”, un libro antiguo
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
“La alegría de la fe”
Tengo en mi biblioteca de casa un libro muy querido al que acudo con frecuencia para refrescar mi gozo de ser cristiano: “La alegría de la fe”. Desde el año 1952, cuando en mis anaqueles no llegaba a cincuenta el número de volúmenes, me ha servido centenares de veces para llenar de luz distintos avatares de mi existencia. Uno de sus capítulos se titula “La alegría de la muerte”. Y lleva mucha razón. Subrayé entre otros, el siguiente párrafo: Alégrate, alma, porque la muerte es un pórtico que da acceso a la casa solariega… poca diferencia hay entre el dormir y el morir: nos entregamos al sueño confiados y alegres, porque sabemos surgirá la aurora; y al sueño de la muerte gozosos nos hemos de entregar, porque llega enseguida la aurora de la resurrección con Jesús para siempre.
Enrique de Cabo, el autor, me alegraba desde mi juventud con la maravilla de ser cristiano, desde que uno nace hasta que deja este mundo.
Dios nos ha creado para el Cielo. Pero a veces el temor también nos sobreviene a los cristianos, y no nos llega la alegría cuando pensamos en nuestro final terreno. ¡Qué bien viene entonces hablar con una persona que ha superado del todo el temor a morir! Conocí a una señora que tan solo con pronunciar la palabra “Dios”, se iluminaba su fisonomía, y no le asustaba la muerte. Personas como ella nos animan y fortalecen nuestra debilidad de espíritu. Desde su juventud estaba enamorada de Dios. No digo su nombre porque vive una ancianidad llena de esperanza.
Otra mujer buena y piadosa decía poco antes de recibir los últimos sacramentos: “No podía creer que fuera tan dulce morir después de haber amado a Dios”. Y el médico González de Orúe, de Toledo, fue muy piadoso, sereno y servicial. Estuvo sentenciado a muerte por las izquierdas, pero retrasaban la ejecución porque les era útil como médico. Siempre confesaba a Dios. No se cumplió la sentencia, pues fue liberada Toledo. Cuando le llegó la muerte tras dolorosa enfermedad, dijo a sus nietos: “Tenemos que celebrar este día como el más grande de mi vida; he recibido a Jesús por viático: Él me acompaña y me busca para llevarme consigo al Cielo. Celebremos gozosos la bondad del Señor conmigo”.
No podemos prescindir por completo del temor a la muerte, aun cuando la deseemos; somos así. Pero en el fondo estamos llenos de alegría.
Hermano: vamos a penetrar cada vez más en Dios con la oración y lectura, para que nuestro amor vaya en aumento; Él con su Bondad nos va afianzando en la seguridad de entrar en el Cielo, en la alegría de la muerte. Y no lamentemos ese temor normal que, a pesar de nuestra fe, nos viene a veces. No nos priva de la alegría, como no se la quita al estudiante aplicado el examen próximo: está seguro de superarlo. La muerte del que ama está llena de esperanza y nos coloca en brazos de nuestro Padre.
José María Lorenzo Amelibia
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