Pienso que aquí, como en el mundo del deporte, existen grandes abusos, aunque me doy cuenta de que no resulta fácil guardar el equilibrio. No me parece extraño que aquellos a quienes toca legislar sobre derechos de autor, se vuelvan locos para conseguir respetar el trabajo del inventor, y a la vez no condenar a los individuos a una especie de esclavitud perpetua a favor de unos cuantos intelectuales.
No veo nada razonable que un inventor de un marco de de informática – el Windows – haya llegado a ser la fortuna más grande de la Tierra en pocos años. Y si esto es un extremo, la realidad es que muchos pretenden enriquecerse de manera similar.
¡Exigir derechos de autor de generación en generación! Hijos, nietos, biznietos de gente célebre, desean seguir viviendo y mamando de una ubre inagotable. Y menos mal que ya nada cobran los descendientes de quien inventó el fuego, la rueda o la imprenta.
Tal vez se pasen los de la piratería informática. Todo el mundo en contra de ellos. Pero pocos son los que se meten con las fortunas de los grandes deportistas y las de estos inventores célebres… y menos mal que estos últimos han creado obras de beneficencia magnas. ¡Encima tendremos que dedicarles monumentos y el agradecimiento general!
Dicen que los grandes deportistas generan riqueza y que es necesario pagarles bien. De acuerdo. Pero existen unos límites. Algo tiene que cambiar en nuestra sociedad. El dinero llama al dinero. Pero mientras tanto muchos padecen hambre. La mayor riqueza del mundo no son los deportistas; mayor bien producenlos los labradores, los mineros, los trabajadores de fábricas... Y muchas personas dentro de estas profesiones están mal pagadas y, en ocasiones, mal consdieradas.
José María Lorenzo Amelibia
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