Cuando llego al meridiano de la carrera

Mi trabajo de ahora es acercarme más y más hacia la meta; verlo con mayor claridad. Por eso mi corazón está lleno de la alegría de quien ha hecho la mitad del camino, pero queda la otra mitad. Hasta ahora todo subir, por eso se trataba de algo penoso. Ahora será bajar; iré más aprisa. Iré hasta el arroyo, hacia Cristo. Beberé de Él que es la fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna. Señor, hasta unirme a Ti por completo. Una palabra de agradecimiento al Señor que me ha dado tanto. La mitad de la andadura no significa descanso, sino nuevo trabajo. La primera mitad me sirve de estímulo. Seguir a Cristo, servirle y amarle; ser suyo. Ser sacerdote, otro Cristo. “Salve, Madre, en la tierra de mis amores, te saludan los cantos que alza el amor…” Aleluya.


Estas vacaciones del 52 estoy con un entusiasmo enorme. Mi ilusión por Jesucristo es inmensa. Y busco encontrarlo, como San Pablo, crucificado. Da pena que la gente no conozca la alegría que podía vivir por Cristo, con Cristo y en Cristo. Mi ilusión es amar al prójimo como a mí mismo. Por eso procuro ser simpático con los mozos, consciente de que les hago bien. Quiero meterles, después de haber adquirido confianza, una inyección de espíritu.

El apostolado de estas vacaciones lo concebí anteayer por la tarde a los pies del Divino Prisionero del Sagrario. En pocos días he procurado llevarlo a la práctica. El apostolado se aprende haciendo apostolado. Pero tropiezo con dificultades: carencia absoluta de dinero ni siquiera para llevarles algún cigarro. Se trata de pasar la tarde del domingo con viejecillos del asilo.

Estoy conviviendo de una manera especial con mi párroco, Don Miguel Sola. Es un sacerdote virtuoso, caritativo, lleno de celo para atender a sus feligreses. Lo veo muy comprometido en su ministerio. Por la tarde le he acompañado al asilo. He hablado allí con don Corpus Garín, sacerdote de edad. Es muy virtuoso y ha trabajado mucho con la niñez y juventud organizando el Oratorio Festivo. Me ha dicho algo que me ha llegado al alma: “Estoy con el mejor amigo; Jesús en el Sagrario”.

Conget me deja la Historia de Cristo de Papini, precisamente en la tarde de Noche Buena. Calorcillo del hogar y alma esponjada por la gracia de Dios. Paz. Aparecen las estrellas y se enciende la lumbre que precede a la Cena del año.

Después de la Misa de Gallo Don José Mª Conget junto con Don José Cruz organizan un festival con los jóvenes de Acción Católica: guitarra, canciones, chistes, juventud y vida hasta las dos y media de la mañana. Dormir y... la campana repica a Misa Mayor.
Me quedo admirado de los niños que acuden a la novenica; emociona escuchar el rezo de quinientas voces finas y delicadas. Salen después envueltos en sus abriguitos; algunos con bufandas tan grandes que amagan acariciar el suelo. Cantando villancicos se despiden hasta el día siguiente. "En Belén tocan a fuego; desde aquí se ven las llamas... es Hijo de María que nació de sus entrañas…" Yo pensaba en mi futuro no lejano. También he de procurar que los mozos y los niños vivan en gracia de Dios.

Hablo con unos jóvenes: uno de ellos es muy sincero, le llaman “Perepo”. El otro se hace el hombre y da lástima verlo. Es verdad que no puedo alternar con ellos, pues me dicen los superiores que el amigo de un seminarista ha de ser otro seminarista. Pero los observo. Y cuando sea sacerdote tendré que tratar más con ellos en mi vida ministerial con jóvenes. Tengo que aprender.


José María Lorenzo Amelibia
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