1.- Renueva, Señor, en mi alma aquel recogimiento y aquella emoción de los días de mi primera conversión, cuando me sentía dispuesto a todo: la entrega, el ayuno, la penitencia...
2.- Este amor de Jesús y este amor a Jesús me inspira amor a mis semejantes y simpatía y me hace vivir con gozo.
3.- Me ofrezco al Padre contigo Jesús, amo a Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo.
4.- El mejor reflejo de la Santísima Trinidad en este mundo es la Eucaristía: ahí estás Jesús, Dios y hombre verdadero, consustancial con el Padre por la filiación, y con el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Me entrego a la Eucaristía. Me entrego a la Santísima Trinidad.
5.- Me das a entender en la oración que soy soberbio; esto es ridículo en mí, porque no tengo ningún motivo para ello. Complejos, no. Humildad, sí.
José María Lorenzo Amelibia
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