"Y no es un juego de palabras" Pentecostés: El Espíritu sigue soplando

"No es un juego de palabras. El Espíritu no para, no se esconde. Está presente y se hace presente en nuestra vida de cada día"
"El Espíritu sigue soplando en nuestros jóvenes. En este curso he confirmado unos 300 jóvenes de nuestra Diócesis, sin contar las confirmaciones de los vicarios episcopales"
"El Espíritu Santo sigue soplando en nuestra diócesis en laicos y laicas que, por la fuerza del Espíritu han ido asumiendo responsabilidades diocesanas"
"Sigue soplando en Roma, y nos sorprendió regalándonos al papa León XIV. Él mismo, en su primer discurso el día de su elección dijo: queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina'… Sí, el Espíritu Santo sigue soplando en nuestros días"
"El Espíritu Santo sigue soplando en nuestra diócesis en laicos y laicas que, por la fuerza del Espíritu han ido asumiendo responsabilidades diocesanas"
"Sigue soplando en Roma, y nos sorprendió regalándonos al papa León XIV. Él mismo, en su primer discurso el día de su elección dijo: queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina'… Sí, el Espíritu Santo sigue soplando en nuestros días"
Florencio Roselló, arzobispo de Pamplona
No es un juego de palabras. El Espíritu no para, no se esconde. Está presente y se hace presente en nuestra vida de cada día. El pasado domingo, fiesta de la Ascensión, Jesús decía a sus discípulos “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos” (Hch. 1, 8). No estamos solos, su Espíritu, camina a nuestro lado, es nuestra fuerza, nuestra luz. Ese es el valor de Pentecostés, que su Espíritu empuja a la Iglesia a dar un paso hacia adelante y asumir responsabilidades, “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse” (Hch. 2, 4), especialmente desde el mundo de los laicos.
El Espíritu sigue soplando en nuestros jóvenes. En este curso he confirmado unos 300 jóvenes de nuestra Diócesis, sin contar las confirmaciones de los vicarios episcopales. El pasado año 2024 se confirmaron, en nuestra Diócesis, más de 1.600 jóvenes. En la mayoría de sus caras veía ilusión, su mirada encendida me hacía confiar que el Espíritu les había tocado.
Sí, reconozco que me asaltaban las dudas, y ¿después qué?, pero si no reciben el Espíritu, no tendríamos ni dudas. Muchas veces queremos decir al Espíritu Santo lo que debe de hacer. ¡Dejemos al Espíritu, ser Espíritu Santo!, que muchas veces nos sorprende. Dejemos espacio para la novedad y la sorpresa del Espíritu. Recibir el Espíritu Santo es recibir al mismo Cristo en nuestra vida, que se manifiesta en el momento menos esperado. En algunos casos ese Espíritu puede manifestarse pasados unos años.

El Espíritu sigue soplando en Roma. El pasado siete y ocho de mayo el Espíritu Santo, entró en el cónclave iluminando a los cardenales, y nos sorprendió regalándonos al papa León XIV. Estoy convencido que es el Papa que la Iglesia necesita en este momento, y a él debemos obediencia y comunión, “cum Petro et sub Petro” (con Pedro y bajo Pedro). Un sucesor de S. Pedro que nos ha sorprendido a todos y que nos lleva a asumir que el Espíritu Santo sigue caminando de la mano con la Iglesia, normalmente por donde menos lo esperamos.
El Espíritu Santo sigue soplando en nuestra diócesis en laicos y laicas que, por la fuerza del Espíritu han ido asumiendo responsabilidades diocesanas. Durante el presente curso varios laicos han asumido diferentes delegaciones, como la delegación de medios de comunicación social, la delegación de trata, la delegación de pastoral obrera, la delegación de Justicia y Paz, la economía diocesana, la delegación de pastoral familiar, el delegado para el Jubileo de la esperanza. Eran delegaciones y responsabilidades que no existían o que eran asumidas por sacerdotes. En este momento en nuestra Diócesis hay responsabilidades asumidas por laicos, religiosos y sacerdotes. Una Iglesia de comunión que camina en la misma dirección.

El mismo Papa León XIV, en su primer discurso el día de su elección, el 8 de mayo pasado, manifestó su adhesión a todo el trabajo del sínodo cuando nos dijo, “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren”. Muy convencido debía estar León XIV cuando habló en estos términos, haciendo referencias a una “Iglesia abierta” a quien la busque, misionera, y especialmente una Iglesia sinodal. El documento final del sínodo, en el que el Papa León XIV, como cardenal Prevost, participó activamente, en sus conclusiones insiste en una mayor participación de los laicos: “La integración y promoción de los laicos a puestos de autoridad y su participación en los procesos de toma de decisiones debe de ser evaluada periódicamente” (DF 102).
En el espíritu de esta afirmación del Sínodo, me alegra ver el caminar del Consejo de Pastoral Diocesano, de mayoría laicos y con una amplia representación de mujeres, que camina con ilusión y vocación de servicio, elaborando el próximo Programa de Pastoral Diocesano. Pero lo que más me está llamando la atención, es que los miembros, diferentes, del Consejo de Pastoral Diocesano, han dejado de ser noticia por su representatividad, y todos juntos, sacerdotes, religiosos y laicos estamos trabajando juntos y en la misma dirección. Hemos normalizado la comunión que nos lleva a un trabajo gozoso en bien de la Diócesis. Esto es obra del Espíritu Santo y llegada la fiesta de Pentecostés quiero poner en valor esta conquista de Iglesia que hemos conseguido. Sí, el Espíritu Santo sigue soplando en nuestros días.

Etiquetas