Religión: entre el COVID-19  y la pandemia política

1 Palacio de hielo

Son ya muchos los meses en los que estamos inmersos en la catástrofe que supone esta pandemia vírica para la salud y la economía, en la que cuerpos y almas se van desgajando de su esencia, incluso presencia, para convertirse en calaveras o momias inertes, incluso en anónimas máscaras venecianas. Y parece que todavía nos quedan algunos meses más, pese al viento racheado con alentadoras noticias sobre una vacuna. El miedo no puede hacernos olvidar que conocemos el COVID-19 mejor que aquellos que se enfrentaron en otros tiempos a la plaga de Atenas o la peste negra, pero no es suficiente para paliar sus efectos, de todo tipo, y tan perniciosos.

Algunos, a sueldo del optimismo, nos repiten que saldremos reforzados de este mal globalizado, que nada podrá ser igual, que la solidaridad se enquistará en nuestras almas en una especie de aurora mística; pero lo cierto es que cada día vemos como las actitudes irresponsables y egoístas se hacen presentes y se extienden como una «nueva normalidad»: el sálvese quien pueda.

El virus (etimológicamente veneno), tan nocivo como letal pese a su irrelevancia física de entre 10 y 100 nanómetros, se ha hecho presente de distintas formas: asintomáticos, o con síntomas globales más o menos superficiales o con graves secuelas, pero también con síntomas de tal crudeza que han provocado la muerte de alrededor de 50.000 compatriotas. Las consecuencias han sido catastróficas para el equilibrio físico y emocional de los enfermos y de sus familiares: el confinamiento, la hospitalización y el internamiento en unidades UCI son una verdadera cárcel incluso para el alma a la que se la somete a una violencia excepcional.

2. Colas profesores

Pero el virus, el maldito virus, al que dudo que san Francisco de Asís llamara «hermano virus», nos ha hecho descubrir con mayor claridad que «el rey está desnudo», como el cuento del danés Hans Christian Andersen, y cuyo título real era «El traje nuevo del Emperador».

Hemos descubierto lo que ya sabíamos o intuíamos, pero que desde los poderes siempre interesados se despreciaba como perteneciente a ciertas ideologías de derecha, de izquierda, populistas o «mediopensionistas». Lo cierto es que la pandemia ha hecho brotar lo que nunca ha estado oculto: la vulnerabilidad de los más desfavorecidos, el desamparo estructural de los jóvenes, la pobreza extrema de niños, de mujeres y hombres de carne y hueso en las infames colas del hambre, la violencia intrafamiliar, las drogodependencias de todo tipo. No son sujetos de televisión, son el vecino de al lado.

A colación de todo esto no podemos dejar de señalar que la escuela es el motor fundamental de la sociedad, no por su carácter productivo cortoplacista, sino porque permite mantener un escenario donde actúan y se desarrollan todos los actores. Pero nuestros políticos, prototipos del ciudadano medio, quieren quitar el decorado con sus luces brillantes y sus tenues sombras, con sus vestuarios y atrezos. Los alumnos necesitan verse, reconocerse, socializar y reforzarse, pero también necesitan medios y ser dirigidos y acompañados en sus estudios y en la formación de sus actitudes educativas. Ahora, si se cierran las escuelas por la pandemia (que se han precipitado en abrirlas), se hablará de «catástrofe generacional»; exageración interesada que hace recordar a todas las generaciones anteriores excluidas, amenazadas y desnortadas por una escuela no inclusiva y disgregadora.

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Los gobiernos, en estos meses, no han preparado nada en absoluto, y la imprevisión e ignorancia insuperable de los Gobiernos de Sánchez y Ayuso han quedado en evidencia. Hubiera sido deseable que el Ministerio de Educación hubiera tenido más protagonismo. En las reuniones de la Conferencia Sectorial hemos visto el miedo a los nacionalistas y que, ante sus críticas, el Ministerio hacía dejación de su tarea de homogeneizar determinadas cosas que se deben hacer a nivel nacional. Ello sin olvidar la incompetencia absoluta de la ministra de Educación, unas veces por  verter estupideces y otras por proclamas insulsas, y, en todo caso, por su falta de liderazgo y su escamoteo. ¡Qué fácil es ser ministro o ministra!

3. ministra

También en el Gobierno regional de Madrid se han dado cita la ineptitud, la inoperancia, las contradicciones y las posturas decadentes. La dejación de funciones es tan evidente como el rosario de Instrucciones y medidas a implementar; o la dejación a su suerte de los docentes especialmente vulnerables al COVID-19, mientras ellos se protegen en sus despachos cómodos y mullidos, muchos de ellos de mayores dimensiones que la mayoría de las aulas para los alumnos hacinados. Las enésimas medidas preventivas ante el COVID-19, que cada vez se justifican por los nuevos acontecimientos o conocimientos sobre el mismo, cuando lo cierto es que han estado y siguen «in albis». Resoluciones de las Viceconsejerías con más instrucciones repetitivas o absurdas por manidas; circulares de las Direcciones Generales; órdenes de la Consejería de Sanidad, contraórdenes de esta o aquella administración, y ampliación de unas y otras sin que haya habido una consolidación de las mismas. Un desastre.

Por otro lado, y no menos importante, la asignatura de Religión está siendo, como es habitual, el patito feo de la vuelta al cole. Algunos directores sin empatía, sin ideas pero aferrados al cargo y al ordeno y mando discriminan la asignatura de Religión (a alumnos, a padres y a profesores) respecto del conjunto de asignaturas. Se superan ampliamente las ratios sin espacios suficientes y amplios, sin distancias o mamparas, o se pretende que todas las horas de Religión y su alternativa se impartan de forma telemática, bajo excusas como no romper los grupos estables de convivencia o burbuja (proyecto con muy baja efectividad); o pretenden desviar a los alumnos de Religión a la alternativa de Valores Cívicos o Éticos fuera del periodo estipulado para su cambio (finalizado el 31 de julio de 2020), persiguiendo y asustando a los padres con posibles maldiciones bíblicas en forma de infecciones víricas, en el caso de que sus hijos salgan del grupo burbuja para ir a Religión: ¡vergonzoso!

4. Ossorio

Todo ello para alimentar, en unas circunstancias tan dramáticas, una motivación ideológica espuria en este y otros contextos, sin querer entender, porque apuestan por no entender, que estamos en las mismas condiciones, a estos efectos, que Música, Educación Física, Francés o Inglés que se mueven habitualmente entre las distintas clases, incluidas las tutorías. También en las mismas condiciones que cualquier asignatura de opción en Educación Secundaria o Bachillerato en la que se concentran alumnos de distintos grupos. O los alumnos con necesidades especiales que, en determinadas asignaturas, son atendidos en aulas y grupos distintos a los que tienen de referencia. Peor aún es que haya inspectores que en su ignorancia o en su dejación de funciones den por buenas cualesquiera circunstancias que no les compliquen la vida con la excusa del momento tan anómalo como extraordinario.

En las clases semipresenciales se contempla, dentro de la autonomía de los centros, opciones respetuosas que algunos no quieren contemplar.

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En definitiva, se pueden intentar hacer las cosas medianamente bien, con respeto al alumnado, a las asignaturas y a los profesores, e intentar, como se viene diciendo en muchos lares, superar el momento yque todos asumamos nuestra responsabilidad, que nos involucremos en la toma de decisiones, que participemos activamente para que de esta forma surjan nuevos líderes más empáticos, comunicativos y sobre todo más trasparentes y auténticos.

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