Sursum Corda desea a todos ¡Feliz Navidad! Descendió del cielo sobre nosotros, la paz verdadera

Descendió del cielo sobre nosotros, la paz verdadera
Descendió del cielo sobre nosotros, la paz verdadera

“Nuestro Salvador ha nacido hoy. Alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa”.

La historia de la Iglesia ha asentado los elementos fundamentales de nuestras tradiciones, siempre centradas en el misterio pascual de Cristo. Estos tiempos fuertes están fundados en las enseñanzas desde la Escritura, la Tradición y el Magisterio para conformar nuestro patrimonio de fe. La evolución de las disciplinas bíblicas arroja datos muy importantes. Hasta hace cincuenta, no eran conocidos por la cristiandad. De forma particular, el análisis histórico - crítico de las Escrituras permiten una reflexión novedosa dando un sentido distinto a nuestra forma de conmemorar y agregando un elemento esencial: el porqué de las cosas que celebramos.

La Navidad es de las fiestas cuya esencia es la expectación gozosa del nacimiento del Mesías en la carne, pero su inercia histórica y sobrenatural se asientan en la espera del regreso no como un niño indefenso y vulnerable, sino como el de Juez Poderoso quien pondrá en la balanza a justos y pecadores y reinará por siempre dominando todas las cosas, mismas que fueron creadas por Él y para Él. No sabemos ni el día ni la hora de estos terribles sucesos; desde el ángulo de la fe, el regreso de Cristo es motivo de esperanza y alegría característicos de la Navidad.

El nacimiento de Cristo es un hecho histórico con las especulaciones más variadas, teorías, mitos y leyendas. Aún se perciben sombras que cubren este evento ignorando muchos de sus elementos en su origen y significado. Es concluyente que el día y mes del nacimiento del Salvador nos es desconocido. La primera conmemoración observada por los primitivos creyentes fue la Pascua y el 25 de diciembre no jugó papel trascendente alguno. Al avanzar el siglo II, se debatían las ideas de una posible fecha del nacimiento del Salvador entre el 6 y 10 de enero, el 19 o el 20 de abril, el 20 de mayo o hasta el 18 de noviembre. Sólo hasta el siglo IV, podrían situarse los datos para adoptar el 25 de diciembre como la fiesta conmemorativa del nacimiento de Jesús.

Algunos argumentos derivan de la suplantación de la fiesta pagana del dios solar Mitra, deidad de la religión mistérica prometedora de redención e inmortalidad. En Babilonia era el dios-jefe de planetas y estrellas. En los días invernales, el reconocimiento de sol invicto era del triunfo sobre las largas noches del solsticio en una adopción tardía de los romanos. Lo hicieron triunfador, dispensador de la victoria, dios de la guerra, guía de las almas para retornarlas al lugar de la luz en un tránsito de vida superior que en las religiones paganas romanas, tuvo clara influencia egipcia.

Los especialistas y estudiosos de las fuentes arqueológicas grecorromanas han coincidido que el sincretismo de Helios y Mitra eran muy arraigadas hacia el siglo III con en una serie de monedas acuñadas al dios solar. Esta es la época donde el cristianismo sostuvo una franca lucha por su supervivencia hasta prevalecer sobre las religiones paganas del mundo helénico y latino.

Los datos bíblicos contienen elementos suficientes que nos permiten afirmar que el nacimiento de Cristo es hecho histórico, no simple alegoría y suposición fundamente del cristianismo. Datos importantes son relatados en el Evangelio de Lucas y Mateo, no así el de Marcos, el Evangelio más antiguo, ni al atribuido a la tradición de Juan. Lucas proporciona hechos como el censo de Augusto, así como los nombres de los gobernantes durante el nacimiento de Jesús y las circunstancias del traslado de sus padres a Belén.

A pesar de que las investigaciones concluyen que los datos evangélicos no pueden resumirse en uno solo, ni que las circunstancias del nacimiento de Jesús puedan ubicarse en un tiempo invernal o cercano a esa temporada, desde el siglo II constan relatos de que el pueblo de Belén era lugar de peregrinaciones hacia una gruta o cueva donde se supone el nacimiento originando hacia el 320, de forma tardía, la construcción de un edificio o templo para conmemorar el hecho. La Basílica de la Natividad, cuya estrella pretende indicar el lugar del nacimiento de Cristo, es patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO desde 2012.

Independientemente del debate, la Navidad representa una de las fiestas más queridas y entrañables de fe en el patrimonio de los cristianos. Jesús es el Sol que nace de lo alto, luz para alumbrar a las naciones (Lc 2, 29-32) nacido en Belén (Mt 2, 5-6), enviado por Dios, el Verbo quien tomó la humildad de la carne y por quien Dios hizo todas las cosas (Jn 1, 1-3). Su mensaje es cercano a nosotros y es real (Cf 1Cor 1, 4-7) y su nacimiento ha sido un parteaguas en la historia de la humanidad.

Decir que la Navidad es fiesta pagana queda en un ámbito reduccionista. A pesar de los tristes y complicados tiempos, es celebración de esperanza. Nos dispone a estar alertas y ser conscientes de nuestro juicio personal y del aprovechamiento de nuestros talentos. La Navidad es movernos como Iglesia, todos juntos, hacia Belén por las noticias del cielo para adorar a quien nos ha enseñado a conducirnos en el amor (Cf Ef 5, 1-2). Como afirmó el Papa Benedicto XVI, los pastores se apresuraron. Les movía una santa curiosidad y una santa alegría. Tal vez es muy raro entre nosotros que nos apresuremos por las cosas de Dios. Hoy, Dios no forma parte de las realidades urgentes. Las cosas de Dios, así decimos y pensamos, pueden esperar. Y, sin embargo, él es la realidad más importante, el Único que, en definitiva, importa realmente. ¿Por qué no deberíamos también nosotros dejarnos llevar por la curiosidad de ver más de cerca y conocer lo que Dios nos ha dicho? Pidámosle que la santa curiosidad y la santa alegría de los pastores nos inciten también hoy a nosotros y vayamos pues con alegría allá, a Belén, hacia el Señor que también hoy viene de nuevo entre nosotros.(Homilía, misa de Nochebuena, 24 de diciembre, 2012).

“Nuestro Salvador ha nacido hoy. Alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa”. Descendió del cielo sobre nosotros, la paz verdadera. Feliz Navidad a todos.

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