La universalidad del don del Espíritu Santo La iglesia: Caverna ideológica o comunidad católica

Espíritu de Dios
Espíritu de Dios

Éste es el tiempo del Espíritu. Los cristianos hemos llegado a la mayoría de edad con la fiesta de la Ascensión. El timón de la Iglesia y la responsabilidad de la misión están ahora en nuestras manos

Ahora es el tiempo del Espíritu, el gran olvidado en la fe de los creyentes. Sin el Espíritu de Dios en nosotros somos papel mojado

Dos fueron en su origen los sentidos de la palabra hebrea ruaj, espíritu: viento y aliento

Una iglesia que no se abre a la universalidad como esencia misma del Espíritu Santo, es una iglesia que se pierde en su vocación más profunda

Éste es el tiempo del Espíritu. Los cristianos hemos llegado a la mayoría de edad con la fiesta de la Ascensión. El timón de la Iglesia y la responsabilidad de la misión están ahora en nuestras manos. Jesús nos regala su Espíritu en el mismo momento en que nos envía. Espíritu y misión caminan unidos. La fiesta de Pentecostés marca el protagonismo del Espíritu en medio de la Iglesia y en la vida de cada uno de nosotros los creyentes. El Espíritu se manifiesta para el bien común y ésa es la señal de la autenticidad de nuestros carismas en la Iglesia. Un carisma que congrega, que convoca, que une, que crea comunión es del Espíritu de Dios. Un carisma que dispersa, que separa, que se encierra, que condena, no es un carisma sino una ideología partidista.

Ya ha pasado el tiempo del Padre Creador que constituye un pueblo y hace con él alianza de amor. Ya ha pasado el tiempo de Jesucristo, el Redentor; de su anuncio, de su vida y de su muerte y resurrección que alimenta la vida cristiana. Ahora es el tiempo del Espíritu, el gran olvidado en la fe de los creyentes. Sin el Espíritu de Dios en nosotros somos papel mojado. Dice Monseñor Hazim:  “Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta, la iglesia una mera organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación, el obrar cristiano una moral de esclavos.

Pentecostés
Pentecostés

Pero con Él, el cosmos se eleva y gime en el alumbramiento del Reino, Cristo resucitado se hace presente, el Evangelio es potencia de vida; la iglesia, comunión trinitaria; la autoridad, servicio liberador; la misión, un nuevo Pentecostés; el culto, memorial y participación; el obrar humano queda deificado”.

Pentecostés es la seguridad de que el Espíritu nos convoca a la unidad desde una sana diversidad. En este proyecto de ser Iglesia todos tenemos parte y protagonismo. Todos los colores, todas las ideas, todas las culturas están llamadas a ser y a vivir el gozo de la Buena Nueva del Evangelio. Para eso es necesario ir superando mentalidades excluyentes, actitudes de juicio y condena, mentalidades fariseas y puras, para entrar en esa sana pluralidad de ser hombres y mujeres convocados a una mesa común.

Dos fueron en su origen los sentidos de la palabra hebrea ruaj, espíritu: viento y aliento.

Para Lucas la ruaj es fuerza que inunda y resuena como un viento fuerte: “De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban”. Está resaltando la fuerza creadora y transformadora.

Para San Juan es, sobre todo, experiencia de libertad: “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”

Espíritu

No llegamos a la comunión que Dios nos pide si no nos caracteriza un espíritu y mentalidad de universalidad. El Espíritu Santo nos capacita y habilita para la misión La universalidad del Espíritu Santo nos hace conectar con el origen creador de Dios que da vida y color a todo cuanto existe en la riqueza de su misma variedad. El Espíritu nos hace volver al origen relacional de nuestra vida y existencia.

Dios Padre, Señor de los cielos y de la tierra, comunica a través de su Hijo único el don del Espíritu Santo. Es un don de universalidad. Se parte de del Padre y del Hijo que envían el Espíritu Santo a los que han sido elegidos para una misión universal.

Para cumplir tal misión universal: vayan hasta los últimos rincones de la tierra, se requiere de alguien que habilite y dé esa capacidad más allá de los límites personales y regionales que subyacen en cada persona, hay  necesidad de ir a lugares y espacios donde Dios quiere hacerse presente: cada quien los oía hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua.

Esta es una gran novedad para los discípulos galileos, que por el mismo don recibido se mostrarán dóciles a aventurarse a esta universalidad aunque esto les exija cambiar muchos de sus modelos acostumbrados en su fe, costumbres, pueblo y se enriquecerán mucho más en esta universalidad, no será fácil este proceso pero será una exigencia natural necesaria en el mismo don recibido para que pueda expresarse a plenitud.

Desde que Dios llama en la persona de Abraham, lo invita a salir de su tierra para ir a la tierra que Dios lo quiere hacer heredero. Una tierra, sí, en herencia: ¡la tierra de Canaan! pero con una mirada abierta a los cielos e incontable en cuanto a la innumerable descendencia que será vasta, como las estrellas del cielo. Es decir, un si desde esa tierra de origen de Ur de los Caldeos pero con mirada en el cielo desde una revelación cercana de Dios en tierra de Canaan. Conectar la tierra y el cielo; contemplar la encarnación de Jesucristo que ha bajado del cielo para caminar con nosotros y desde aquí llevarnos al cielo.

Pentecostés es como una nueva creación donde el Espíritu vuelve a llenar toda la tierra como aquel aliento que Dios insufló al polvo del camino para modelar al hombre en el principio de la creación. Pentecostés es la oportunidad de acceder a una vida nueva, la vida en el agua y en el Espíritu desde la libertad de cada uno de nosotros.

No estamos, pues, condenados  a lo de siempre, marcados definitivamente por nuestro barro y nuestro pecado, por nuestro pasado y las huellas inequívocas de muerte que llevamos en nosotros. No estamos condenados. El Espíritu de Pentecostés nos quiere criaturas nuevas. A cualquier edad y en cualquier circunstancia es posible un nuevo nacimiento. Para ello necesitamos contar con el Espíritu de Dios y dejarnos modelar por Él.

El Espíritu Santo hace ese puente de conexión entre la tierra y el cielo en una actividad dinámica que siempre nos llevará más allá. Caminar en la tierra desde una mirada de fe que nos ayude a contemplar al Dios vivo entre nosotros, entre nuestros hermanos y, ser capaces de dejarnos transformar por esa acción vivificadora y santificadora del Espíritu Santo.

Sobre todo vivir la fuerza del Espíritu desde el impulso de la caridad, sintiendo una gran compasión con el hermano y la hermana que sufren y, en quienes Dios quiere mostrarse a través de aquellos en quienes derrama el don de su espíritu de caridad. Es un don que se derrama y está presente como lengua de fuego, que tocará en el lenguaje la realidad de cada persona en su mundo y cultura; que penetrará hasta lo más profundo en la vida de cada persona; purificando la realidad pecadora, de enfermedad, de vacío, de sin sentido para colmar el corazón de quien lo recibe del ardor vivo del resucitado, como les pasa a los discípulos de Emaús.

En esta universalidad, Dios se hace cercano a cada persona. El elegido tiene que entender que su vocación es una llamada a vivir la universalidad. Una iglesia que no se abre a la universalidad como esencia misma del Espíritu Santo, es una iglesia que se pierde en su vocación más profunda. Es triste ver una iglesia cerrada en sus zonas donde sus fronteras no le permiten estrechar lazos de fraternidad, venciendo las fronteras del color, la raza, los niveles económicos, etc.

Hay mucho por avanzar y madurar para que nuestra iglesia cumpla la misión confiada. Estos discípulos sencillos, pescadores, acostumbrados a caminar por Galilea, Judea, Samaría y Canaan, tendrán que ir detrás de la manifestación del Espíritu Santo que los abre a más lenguas y pueblos que tendrán que conocer y encontrar.

Nos queda aún mucho que caminar como iglesia. ¿Qué aprendemos? Que el discípulo tiene que entender que tiene que caminar no sólo en pos de Jesús sino que al escuchar la manifestación o voz del espíritu tiene que saber ir detrás él donde el pastor y su voz son uno. Así lo hace Pedro cuando entiende desde la revelación que el mensaje del evangelio hay que transmitirlo a los paganos porque  Dios se está manifestando en su Espíritu a ellos. Esto lo hará de forma más entendida y natural san Pablo que se referirá a su misión como una misión hacia los paganos.

Cuando estaba comenzando el siglo XX, una familia italiana emigraba a los Estados Unidos. Sólo llevan pan y queso para el largo viaje. Casi no les quedaba más dinero. Pan y queso por la mañana y lo mismo a media día y por la noche. Y así un día y otro. El pan se pone duro y el queso seco y tieso. Al niño se le atraganta aquella monotonía tan poco apetecible y llora. Sus padres, compadecidos, le dan de las pocas monedas que les quedan para que coma en el restaurante y allí el niño se entera de que la comida estaba incluida en el precio del pasaje. Sus padres no lo sabían. Vuelve el niño llorando. No se lo explican. ¿Lo hemos gastado todo para pagarte una buena comida y tú vuelves llorando? ¡Lloro porque en el precio del viaje va incluida una comida al día en el restaurante, y nosotros hemos estado comiendo pan y queso!

Muchos cristianos hacen la travesía de la vida a pan y queso, cuando podrían tener cada día espiritualmente, toda la gracia de Dios, incluida en el precio de ser cristianos, la seguridad de su amor, la claridad que da su palabra, la alegría que viene de la experiencia del Espíritu y de la comunión con los hermanos.

Hoy no podemos ser una iglesia cerrada a grupos o regiones que se dicen ostentar el control del Espíritu Santo, ¡grave pecado! Pentecostés nos deja muy claro el don universal del Espíritu. La iglesia está exigida a abrirse a esta universalidad para ser fiel a la naturaleza de su propia vocación.

Comunidad de Cristo

La comunidad que nace en Cristo es una comunidad que debe estar abierta a la universalidad. Esto exige una gran apertura al don que está por encima de todo don. Así ira guiando la revelación del Espíritu Santo a Pedro y los apóstoles; como deberán abrirse en sus criterios más allá de ser de la raza de Abraham en la circuncisión a la vida que Dios quiere comunicar. No se puede vivir la esencia misma de vida del Espíritu, que es la comunión, sin esta mentalidad abierta de universalidad. No llegamos a la comunión que Dios nos pide sino nos caracteriza un espíritu y mentalidad de universalidad.

En el fondo

Ser del Espíritu es querer emprender la travesía de la espiritualidad. El único sendero que puede llenar de frescura nuestro caminar monótono y materialista. Es Pentecostés, tiempo del Espíritu. Jesús se ha marchado al Padre y nos envía. No nos quedemos parados mirando al cielo.

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

Por una Iglesia mejor informada

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