El tiempo, ese tirano que nos somete.

Quiero declararle la guerra al tiempo. Es un tirano. Vivimos esclavizados por el tiempo y nos impide hacer lo más gratificante que es compartirlo. Nos asomamos cada día a un mundo de prisas y agobios y no tenemos tiempo para lo esencial. Nos cruzamos en la calle con una anciana que está viuda y sola y vemos cómo sonríe feliz porque ha encontrado a alguien con quien compartir su tiempo y contarle sus dolores y sus penas y siempre aparece por ahí el dictador del tiempo que nos dice al oído:
.Tienes muchas cosas que hacer, acelera, date prisa, despídete ya
y siempre le hacemos caso.
- Perdone señora Luisa, que tengo que irme, he quedado y me están esperando. Buen día, hasta otra ocasión
y la dejamos tirada en la calle con la palabra en la boca cuando acababa de empezar su discurso y su necesario desahogo. Nos somete el tiempo en todas sus dimensiones. El pasado nos pasa factura permanentemente. Si fuimos suficientemente amados, menos mal, pero como tengamos la sensación de que no lo fuimos, el tiempo, disfrazado de pasado, nos cobra peaje de amargura y de frustración. ¡Otra vez el tiempo! Y lo mismo el tiempo en futuro nos tiene agobiados y nos impide disfrutar del presente. Nos preocupa qué será de nosotros, si tendremos o no trabajo, si los hijos, si la jubilación...siempre el tiempo arrebatándonos la serenidad.
Y esa esclavitud a la que el tiempo nos tiene sometidos nos impide disfrutar de lo esencial: De un paseo por el campo, de un café con los amigos, de una oración serena, de una visita pendiente, de contemplar una flor, la sonrisa de un niño o simplemente una salida del sol de madrugada...
El tiempo nos engaña con frecuencia porque no es objetivo. Cuando queremos que el tiempo pase rápido porque esperamos un acontecimiento muy deseado, el tiempo se demora y se demora hasta hacernos perder la calma, y cuando deseamos que pase rápido porque estamos viviendo una situación incómoda, el tiempo se dilata y se alarga hasta hacernos desesperar. El tiempo nos acorrala con frecuencia y nos ata a sus exigencias hasta irnos matando poco a poco a través de una cana más, una arruga, un dolor...una debilidad creciente. Por eso la recomendación de Jesús no tiene desperdicio. "Cada día tiene su afán. No os preocupéis del mañana, qué he de comer, qué he de beber, con qué me voy a vestir. Dios sabe que necesitáis antes de que se lo pidáis" “Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”. (Mt. 6, 34)
Sólo existe el presente, nada más. Perder el tiempo, tan valioso, en el pasado que ya no existe o en el futuro que tampoco existe porque no ha llegado aún parece una inversión de alto riesgo que genera pocos intereses. Mejor invertir lo mejor que somos y tenemos en el presente luminoso que Dios nos regala cada mañana y "a vivir que son dos días y muy cortos", sólo tienen 24 horas cada uno. Muy poco para tantas cosas hermosas como se pueden hacer. He dicho en alguna ocasión, y lo sigo sosteniendo, que aburrirse me parece una indecencia. Necesitamos tiempo para tomarnos un tiempo para nosotros y hacer silencio entre tanto ruido y detenernos ante tantas prisas y sosegarnos ante tanto agobio. Al final, por no tomarnos un tiempo necesario, tenemos que perder mucho tiempo en recuperarnos. Eso, justamente, lo que yo no hago pero veo que es necesario.
Volver arriba