#MaríaMagdalena EN EL CAMINO DE MARÍA DE MAGDALA

| Elsa A.Tosi
Y tú ¿a dónde irías?
A mi interioridad. El “envío” de Jesús no se circunscribe a momentos, abarca tiempo y espacio. Puede ser entendido también como la vida misma. La vida de cada una ofrece en primer término el lugar donde internalizar, meditar, adherir a las palabras de Jesús, que mueven a la conversión y a su seguimiento. Y desde esa conversión personal que se hace convicción en la opción de vida, el “ir” se hace espacio y tiempo de vida personal y relacional con mis próximos, en la realidad, en el aquí y el ahora que es el mismo y otro a la vez. María Magdalena es referente de ese primer paso hacia el sí misma. Ella internalizó esas palabras de Jesús y en su recinto íntimo, propio, exclusivo, renació. Un horizonte nuevo se abrió para ella. Y un nuevo camino apareció ante ella. No dudó y siguió a Jesús. Ese fue su “¿a dónde ir?” que se hace pregunta universal necesitada de respuesta porque tiene que ver con el espacio y el tiempo de cada uno, como lo hizo María Magdalena. Y nuestro hoy reclama una presencia de mujer firme, segura, decidida y a la vez abierta y atenta a la inspiración de la ruah, contemplativa, pacificada y pacificadora, ocupando el lugar y efectivizando el hacer que Dios tiene destinado a la mujer desde la creación.
¿Qué y cómo lo dírías?
¡Cuánta docencia encontramos en María de Magdala!
A veces no se percibe, por eso es tan importante saber que hay una vida que puede vivirse de modo distinto al habitual. Pero hay que descubrirla y vivirla desde la eliminación de la hojarasca que deja muchas veces lo vivido, que borra el camino, confunde, desvía, oculta; para poder recuperar o descubrir uno nuevo, que es ese por el que siempre se avanza con esperanza para no abandonar los propósitos si el andar es difícil: “Soy el camino la verdad y la vida”; que no abandona porque ese camino permanece iluminado: “Yo soy la luz”; que sostiene y anima siempre “Yo os consolaré”. Lo diría con alegría serena, a pesar de todas la contingencias cotidianas, los imponderables inesperados que nos conmueven y no pocas veces nos desubican, pero que pueden transitarse con sosiego si somos fieles al “camino”. Lo diría si pudiera, con menos palabras y muchos más gestos, actitudes, silencios, servicio. Lo diría con una vida coherente con la fidelidad que necesariamente requiere una vida de fe y también con la humildad necesaria para reconocer mis contradicciones. Y a la vez con la exigencia avalada por la justicia, del reconocimiento y restitución del espacio femenino en los distintos ámbitos de la sociedad, donde aún persiste una “ceguera” obstinada en no aceptar la ubicación simétrica varón mujer y se resiste a entablar relaciones de igualdad en la diferencia, mutualidad, cooperación y complementariedad en paridad situacional. En un mundo inmerso en la vorágine del cambio, en el sinsentido, encandilado por la tecnología en constante avance que avasalla todos los ámbitos de la vida sin contraparte de análisis críticos, seducido por el “confort” individual, el descarte de valores, indiferente ante situaciones sociales masivas inadmisibles con la dignidad y derechos humanos, envuelta en conflictos bélicos con su secuela de muerte, violencia, odio, hay un grito universal que clama por justicia y paz. En ese mundo que compartimos, mucho tenemos que aportar las mujeres. Somos aún víctimas de la injusticia cultural que nos esclaviza desde hace siglos, sabemos de los conflictos surgidos en la búsqueda de reconocimiento de dignidad y derechos, sabemos del dolor de millones de mujeres padecientes. ¿Qué decir? ¡Presente¡ Pertenecemos a esta humanidad, tenemos voz y una palabra que es reflexión y acción. Pronunciémosla y actuémosla.
¿En dónde anunciarías?
En una visión global, se hace difícil circunscribir lugares. Toda la vida de fe está permanentemente involucrada en nuestra vida, es justamente lo que hace que la vida tenga un sentido determinado. La habitualidad de la vivencia de la fe, es parte constitutiva de nuestro hacer, discernir, optar. Por supuesto que podemos traicionar nuestras propias opciones, pero al margen de esto, el anuncio es permanente, no solo con un predicamento específico, sino a través de nuestros gestos y comportamientos. Vivimos en un tiempo y un espacio determinado y el anuncio es en ese tiempo y en ese espacio, porque nada es ajeno a nuestra fe. Pero justamente en razón del tiempo que transitamos este anuncio se hace necesidad particular impostergable en ámbitos eclesiales y gubernamentales. No cabe duda que la Iglesia y especialmente con el Papa Francisco ha hecho avances significativos en la reubicación de la mujer en aquellos espacios que les fue vedado, pero no obstante estos adelantos son pasos que requieren afirmarse. Por un lado lo que atañe a nuestro hacer femenino desde la responsabilidad e idoneidad para las funciones que nos corresponde asumir y por otro el seguir avanzando en esta línea, para evitar que un estancamiento decisional, lleve al mundo femenino al conformismo del “peor es nada”. Sabemos que los cambios en el mundo eclesial no son fáciles. Están asentados en años de tradición que dificultan modificaciones y en el poder establecido para el mundo clerical más difícil aún de cambiar, transferir, compartir. Pero la exigencia femenina de participación está sustentada en la Palabra y seguirla es el aval divino que sostiene nuestra exigencia. Como asimismo el compromiso de participación en los distintos ámbitos de la sociedad, ya sean internacionales, nacionales, locales, vecinales. Todos ellos constituyen espacios donde el anuncio se hace accionar en el compromiso por el bien común, la atención a los marginados, los migrantes, los esclavizados, los sufrientes del mundo. Señalo especialmente el ámbito local y vecinal, porque es fácil caer en la tentación de sensibilizarnos con los problemas del mundo y no “ver” los que atañen a los cercanos en ámbitos en los cuales sí podemos operar.
¿Qué acciones realizarías?
Pienso nuevamente en María de Magdala. Participó de la crucifixión y resurrección de Jesús. Testigo fiel. Es lo que de ella nos dicen los cuatro evangelistas. Esta participación en hechos tan trascendentes nos permite imaginar su compromiso desde un principio en el seguimiento de Jesús. Apóstol de apóstoles, como la llamó Juan Pablo II en la carta Mulieris Dignitatem, siguió al Maestro con amor, convicción, osadía, coraje, decisión. Quiso ver, escuchar, aprender, discernir y transformar su vida. Y lo hizo. Estuvo al pie de la cruz en la crucifixión, con María la madre de Jesús mujer de la esperanza y el equilibrio y en esta escena se nos representa esas acciones emanadas de la fe, fortaleza, valor, integridad de estas mujeres, que evidencian la tergiversación histórico cultural del ser femenino, caricaturizada por una descripción insidiosa que aún perdura en no pocas sociedades del planeta, que muestra a las mujeres como personas débiles, temerosas, desvalidas, incapaces de ocupar espacios públicos de relevancia por carencia endógena de dotes necesarios para ello. ¿Qué acciones realizarías? Abriría permanentemente mi interioridad para que la ruah permee mis opciones y mi hacer de todos los días: las específicas del hogar, trabajo, profesión, iglesia, actividad particular, y las de cualquier ámbito del que participe. Todas impregnadas del sentido de vida que aflora del soplo divino que alimenta la fe e ilumina el pensar, sentir y hacer de nuestro mundo relacional, ya sea con uno mismo, con los demás, con las cosas, con lo creado, con Dios. Qué nuestras acciones sean canto de gloria y alabanza y que unidas todas las voces conformemos el coro de celebración de la vida, con “vino nuevo en odres nuevos”.