#pascuafeminista2025 El Cónclave: ¿Juego Político o Soplo del Espíritu? Una Crítica a la Perpetuación de la Exclusión Femenina

| Merche Saiz
El reciente cónclave papal, lejos de ser un mero cambio de rostro en la cúspide de la Iglesia Católica, representa un momento crucial que evidencia la tensión entre la tradición y la adaptación a la modernidad. Si bien la elección del nuevo Papa supone una renovación de liderazgo, la persistencia de prácticas profundamente arraigadas, como la exclusión sistemática de la mujer del proceso decisorio, revela la profunda brecha entre la retórica de una institución que se proclama universal y su realidad profundamente patriarcal.
La narrativa que rodea al cónclave a menudo oscila entre la presentación de un proceso guiado por el Espíritu Santo y la cruda realidad de una compleja dinámica política. Si bien la oración y la reflexión espiritual son elementos inherentes al proceso, la influencia de las diversas facciones dentro del Colegio Cardenalicio es innegable. Las alianzas, las negociaciones y las estrategias políticas juegan un papel crucial en la configuración del resultado final, desdibujando la línea entre la búsqueda divina y la pragmática política.
Sin embargo, más allá de las consideraciones políticas intrínsecas al cónclave, la ausencia total de mujeres en este proceso fundamental para la dirección de una institución que se autodefine como universal resulta particularmente problemática. Esta exclusión no es simplemente una cuestión de representación numérica; representa una profunda y sistemática negación de la agencia femenina y una perpetua marginación de la mitad de la humanidad. La Iglesia Católica, al negar la participación plena de las mujeres en su gobierno, se contradice a sí misma, socavando su propia proclamación de universalidad y equidad.
La pregunta que surge no es solo si las mujeres podrían gobernar la Iglesia, sino qué tipo de gobierno representarían. Si bien la hipótesis de una mera continuación del statu quo patriarcal es plausible, es igualmente posible concebir una dirección que buscase un retorno a las raíces más inclusivas del cristianismo primitivo, donde la participación femenina en la vida religiosa y comunitaria era significativamente mayor. La exclusión actual, por lo tanto, no solo impide la posibilidad de un liderazgo femenino, sino también la oportunidad de una reflexión profunda sobre la teología, la praxis y la misma estructura de la Iglesia.
En definitiva, el cónclave papal nos presenta un escenario complejo donde la espiritualidad y la política se entrelazan de manera inextricable. Si bien la elección de un nuevo Papa representa un momento de cambio, la persistencia de la exclusión femenina revela una contradicción fundamental entre la retórica de la universalidad y la realidad de una institución profundamente anclada en estructuras patriarcales. Superar esta brecha requiere no solo una mayor representación femenina, sino una revisión crítica de las estructuras de poder y una profunda reflexión teológica que permita a la Iglesia integrar plenamente la experiencia y la sabiduría de la mitad de la humanidad que ha sido sistemáticamente marginada. Solo entonces podrá la Iglesia acercarse a su ideal de universalidad y verdaderamente soplar el espíritu de inclusión y justicia que proclama.