María, mujer y madre

El Adviento hoy me ha llevado a la figura de María.

Normalmente la solemos recordar en el mes de mayo: “mes de María” como lo denominamos, pero este tiempo creo que también es un momento importante para fijarnos en Ella: en la Madre, en la mujer, en la persona. Sin adornos, sin joyas, sin nada, solo ella, en la sencillez, en la pureza…
María es la mujer del silencio, de la acogida, de la expresividad,pero también del sufrimiento.
Es el reflejo de la luz del sol, del Señor Jesús, aunque esto no le quita su propia identidad.
El silencio de María, no es un silencio ausente, al contrario: éste permite que pueda resonar la Palabra.
Su actitud de escucha le ayuda a saber acoger la Buena Nueva. Quizá si su vida hubiese estado marcada por el ruido, no hubiera oído la voz de Dios, quien siempre se nos manifiesta en esa brisa suave. ¡Cuantas veces nosotros oímos sin escuchar, o escuchamos sin comprender! ¡Qué disponibilidad la suya!: “ He aquí la sierva, hágase en Mí…! entrega absoluta al plan de Dios.
Quizá en algún momento Él también haya llamado a nuestra puerta y pidió pasar, pero a diferencia de María, nuestra vida está habitada por demasiado ruido y para escuchar, sabemos que éste sobra.
Quisiera hacer un pequeño paralelismo con nuestras madres. ¿No son ellas muchas veces, mujeres de silencio, de sufrimiento, de acogida ante un hijo?
Siempre ahí, fieles, esperando, en esa actitud de escucha esperando que su hijo la necesite… e igual que María, desde la cruz, siempre están ahí…a la espera, tendiendo su mano…
Puede que lo veamos como una mera obligación, pero no es así. Ofrezcámosle de vez en cuando un “Te quiero, un gracias, un beso.” Ahora que podemos…
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