Un santo para cada día: 1 de enero Santa María Madre de Dios. (Título que enaltece al género humano)

La Madre de Dios. Año Nuevo
La Madre de Dios. Año Nuevo

Hoy hablamos con toda naturalidad de la Maternidad Divina de María, sin embargo, esta expresión no se utilizó, al menos de manera habitual y sistemática hasta el siglo XVII

Hoy hablamos con toda naturalidad de la Maternidad Divina de María, sin embargo, esta expresión no se utilizó, al menos de manera habitual y sistemática hasta el siglo XVII.  Es cierto que en Oriente, a partir de los siglos III y IV, María es designada con el apelativo de “Teotokos”, que significa la que engendró a Dios. Pero entrado el siglo IV, un Patriarca de Constantinopla, llamado Nestorio, manifestó su disconformidad sobre el uso de semejante título y propuso que María fuera llamada “Kristotokos”, es decir la que engendró a Cristo. Esto es porque Nestorio afirmaba que en Jesucristo había dos personas, la del Verbo y la del Hombre y que la unión entre las dos naturalezas, la divina y la humana, no se realiza de una forma sustancial, sino solamente accidental y que por lo tanto María es Madre de Cristo, pero no es Madre de Dios.

Teodosio II, obispo de Roma, convocó un Concilio en la ciudad de Éfeso, en el año 431, atendiendo a la demanda de Cirilo, obispo de Alejandría y Nestorio, su homólogo en Constantinopla. En este concilio se iba a declarar solemnemente que María podía ser considerada madre de Dios en virtud de que bajo la misma persona de Cristo coexistían dos naturalezas: la divina y la humana distintas, si bien íntimamente unidas. Es lo que posteriormente habría de conocerse como la expresión “Unión Hipostática” a través de la cual se nos da a entender cómo en la misma persona de Jesucristo concurre la humanidad y la divinidad por lo que un mismo sujeto a la vez poseía tanto la naturaleza humana como la divina, de este modo el Verbo Encarnado sin dejar de ser verdaderamente Dios pudo ser también verdaderamente hombre al ser engendrado en el seno de María, la cual con toda propiedad se hace acreedora del glorioso título de Madre de Dios, porque eso es exactamente la persona que se engendró en su seno. El hijo pues de María es un Dios- hombre. No se trata de una mezcla de dos naturalezas sino de algo mucho más profundo cual es la unión consustancial de ambas. Nestorio se negó a reconocer la autoridad del Concilio. Su doctrina fue ampliamente examinada y condenada por unanimidad. Cuando el Concilio lo condenó como hereje, fue depuesto por el emperador, desterrado al Gran Oasis, lugar donde se retiraban los anacoretas y allí falleció.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución “Lumen Gentium”, ratificó la Maternidad Divina de María, afirmando que ésta implica además unas relaciones singularísimas con la Santísima Trinidad, tanto que es considerada como su sagrario místico que es lo que damos a entender cuando decimos que María “es Madre de Dios y por lo mismo la hija predilecta del Padre y el Santuario del Espíritu Santo”. También en la Encíclica “Redemptoris Mater”, el Papa Juan Pablo II dice al comienzo, que su deseo es hacer una “reflexión sobre el significado que María tiene en el misterio de Cristo y sobre su presencia activa y ejemplar en la vida de la Iglesia” y eso merece la pena que sea resaltado. Hasta ahora hemos hecho una visión histórica, ahora vamos a ver las implicaciones y el significado que tiene este hecho de la Maternidad divina en la vida de la Iglesia y en la de cada uno de nosotros.

Año Nuevo, 2022, La Madre de Dios
Año Nuevo, 2022, La Madre de Dios

En la vida de la Iglesia la maternidad de María, al igual que la vida de cada hombre juega un papel importante, solo hace falta leer la vida de los santos para darnos cuenta que sin ella nos hubiéramos visto avocados a una orfandad difícil de sobrellevar. Ya sabemos que Dios lo llena todo y que con Él no existen vacíos, ni fisuras; pero desde el punto de vista humano, saber que tenemos una madre en el cielo es motivo de inmensa alegría y confianza, es el inconmensurable regalo que, en el preciso momento de abandonar este mundo, Cristo hace a Juan, su discípulo amado, en el cual estamos personificados todos los hombres y mujeres. “Hijo ahí tienes a tu madre”. En ese mismo momento la maternidad divina de María se proyecta también sobre la Iglesia y sobre todos los hijos de Adán y Eva.” Madre ahí tienes a tu hijo”. Palabras que hay que entenderlas como una encomienda que hace a su Santísima Madre para que no nos sintiéramos desamparadas.

La Iglesia y la Humanidad entera reconfortadas caminan en el tiempo hacia la meta,  sabedores de que María es una  madre que nos lleva de la mano.  María ha quedado unida de un modo singular a la Iglesia, que es en realidad el “Cuerpo” de Cristo. Ella es la “llena de gracia”, que nos habrá de acompañar en medio de nuestras vacilaciones, hasta llegar a Él. María fue introducida en este “Misterio” por la Anunciación, nosotros lo somos por medio del bautismo.

Reflexión desde el contexto actual:

La suprema dignidad de María le viene del hecho de ser la Madre de Dios. De no haber sido así sus excelencias hubieran quedado sustancialmente disminuidas. Estamos por tanto ante un tema capital de la teología mariana. De no haberse dado la maternidad divina los otros capítulos importantes de la mariología como son: la Inmaculada Concepción, la Asunción a los cielos, La coronación como Reina y Señora de todo lo creado, seguramente hubieran quedado inéditos. Afortunadamente,  después de enconadas disputas, pudimos saber y así quedó establecido por decisión conciliar, como doctrina segura, que la Virgen María podía ser llamada con toda propiedad “Theotokos”, Madre de Dios, porque en realidad lo es. Pocas decisiones conciliares fueron acogidas con tanto entusiasmo por el pueblo como ésta, ni que haya permanecido con tanto arraigo en el alma popular. Este título bendito es el que siempre tienen en la boca todos fieles católicos ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!

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