Un santo para cada día: 10 de febrero Sta. Escolástica. (La hermana gemela de S. Benito)

San  Benito y Santa Escolástica
San Benito y Santa Escolástica

Escolástica falleció a mediados del siglo VI, a los tres días de este encuentro y su hermano, estando en oración, vio el alma de su hermana como una blanca paloma que, saliendo de su cuerpo, ascendía al cielo. San Benito murió cuarenta días después, siendo enterrados juntos, siempre juntos en la vida y después de la vida. Todo esto lo narra San Gregorio Magno en los capítulos 33 y 34 del II libro de los Diálogos.

A veces la fama de las personas va unida, no tanto a lo que son y a lo que hicieron, cuanto a las personas con las que se relacionaron y de alguna manera se les asocia. Algo de esto puede que suceda en el caso de Escolástica, de la que mucha gente ignora quien fue y lo que hizo, pero sí sabe que fue hermana de un santo tan universal como lo fue S. Benito. De ella se dice que nació en Nursia (Italia) a finales del siglo V y que sus padres fueron Eutropio y Abundancia, seguramente pertenecientes a la nobleza. Como hermana gemela que fue de Benito es de suponer que su infancia estuviera muy ligada a él y que ambos compartieran juegos, sueños y de mayores, añoranzas.  En el libro “Visiones y Revelaciones Completas” de Ana Catalina Emmerick, se nos describe la infancia y juventud del patrono de Europa, y de su hermana Escolástica. En él se nos dice. “Vi a Benito y a Escolástica jugando inocentemente y de acuerdo, como estuvieron siempre desde niños… Hermano y hermana se querían mucho y me parecían gemelos. A la ventana de aquella casita campestre acudían pajaritos, muy familiares con ellos, que traían en el pico ramitas y flores, y miraban alrededor, buscando a los niños, los cuales se divertían con las flores y plantas y clavaban en el suelo varias clases de leños formando pequeños recuadros en el jardín. Los he visto escribir y grabar toda clase de figuras en una materia de color. “

Escolástica desde muy niña fue consagrada al servicio divino después de haber muerto su madre. Su piedad la acompañó desde que tuvo uso de razón. Así nos lo cuenta Emmerick cuando nos dice “Escolástica dormía detrás de un cortinado, su lecho estaba muy poco elevado sobre el suelo. La he visto por la mañana, cuando el aya salió de la estancia, saltar del lecho y echarse al pie de una cruz que pendía de la pared y allí orar; cuando sentía los pasos del aya se refugiaba detrás de la cortina y así estaba en el lecho cuando la sirvienta llegaba”. Por ella sabemos que Escolástica fue educada esmeradamente, siendo iniciada por su aya en las artes y labores femeninas y un preceptor que se encargaba de instruirla convenientemente, leyendo, dibujando y escribiendo. Así fue creciendo y madurando Escolástica junto a su hermano.

Cuando S. Benito fundó el monasterio de Montecasino, ella se instaló en otro monasterio cercano, decidida a llevar con sus religiosas, de las que era abadesa, la misma vida que llevaban los monjes. Para que así fuera, San Benito hizo para ellas una regla similar a la suya.

Los dos hermanos solo se veían una vez al año. Como ella no podía entrar al Monasterio de su hermano, salía él y se encontraban en la casa de unos amigos. La última vez que se vieron fue el primer jueves de cuaresma del año 547. Ella, presintiendo que era la última vez que se verían, le pidió a Dios que hiciera algo para que su hermano no se marchara, entonces comenzó una fuerte tormenta y así pudieron pasar toda la noche hablando. Ante el reproche de su hermano al ver lo que ella había hecho, esta le dijo: Yo te pedí que te quedaras y no me hiciste caso, por eso acudí a quien sabía que me escucharía. En el lugar de este suceso prodigioso se levantaría la Iglesia del Coloquio y en recuerdo de lo que sucedió se la invoca para librarse de los rayos y para obtener la lluvia.

San  Benito y Santa Escolástica
San Benito y Santa Escolástica

Escolástica falleció a mediados del siglo VI, a los tres días de este encuentro y su hermano, estando en oración, vio el alma de su hermana como una blanca paloma que, saliendo de su cuerpo, ascendía al cielo. San Benito murió cuarenta días después, siendo enterrados juntos, siempre juntos en la vida y después de la vida. Todo esto lo narra San Gregorio Magno en los capítulos 33 y 34 del II libro de los Diálogos.

Reflexión desde el contexto actual:

Cuando hoy en día existe tanto desafecto, cuando vemos que las familias están tan desunidas y los hermanos enfrentados entre sí por intereses tan contrapuestos, emociona ver cómo éstos dos contemplativos, apartados del mundo, seguían queriéndose y necesitándose mutuamente. No eran solo mellizos en cuanto al cuerpo, sino que realmente eran dos almas gemelas, que vivían para Dios y compartían los mismos sentimientos místicos.  

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