Recuerda a los supervivientes del bombardeo nuclear en el 75 aniversario de Hiroshima Francisco: "Para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra"

Restos de la devastación de Hiroshima
Restos de la devastación de Hiroshima

"Nunca ha estado más claro que, para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra, y especialmente las más poderosas y destructivas: las armas nucleares", escribe Francisco

"¡Que las voces proféticas de los sobrevivientes hibakusha de Hiroshima y Nagasaki continúen sirviéndonos de advertencia a nosotros y a las generaciones venideras!", ha deseado

En su mensaje por el 75º Aniversario de Hiroshima, el Papa Francisco ha vuelto a denunciar que solo habrá paz en el mundo si desaparecen las armas nucleares. Dirigiéndose al Gobernador de la Prefectura de Hiroshima, Su Excelencia Hidehiko Yuzaki, las palabras del Pontífice recuerdan "de manera especial" a los "supervivientes de la tragedia" y señalan que "para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra".

El Papa confiesa que, en su visita a Japón, el encuentro con las víctimas del bombardeo nuclear "me permitió reflexionar en el Monumento a la Paz de Hiroshima y en el Parque del Hipocentro de Nagasaki sobre la destrucción de la vida humana". 

Pero Francisco no solo ha compartido sus reflexiones, sino que ha reiterado su firme denuncia: la posesión de armamento nuclear -no solo su utilización- es en sí misma "inmoral".

Por último, la misiva del Pontífice se hace eco del "grito de los pobres, que siempre están entre las primeras víctimas de la violencia y los conflictos".

Mensaje completo

Saludo cordialmente a los organizadores y participantes en el septuagésimo quinto aniversario solemne del bombardeo nuclear de Hiroshima en 1945 y, de manera especial, a los hibakusha supervivientes de la tragedia original.

El Papa Francisco
El Papa Francisco

Tuve el privilegio de poder ir en persona a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante mi Visita Apostólica en noviembre del año pasado, que me permitió reflexionar en el Monumento a la Paz de Hiroshima y en el Parque del Hipocentro de Nagasaki sobre la destrucción de la vida humana y la destrucción que se produjo en esas dos ciudades durante esos terribles días de la guerra hace tres cuartos de siglo.

Así como fui a Japón como peregrino de la paz el año pasado, sigo llevando en mi corazón el anhelo de los pueblos de nuestro tiempo, especialmente de los jóvenes, que tienen sed de paz y hacen sacrificios por la paz. Llevo también el grito de los pobres, que siempre están entre las primeras víctimas de la violencia y los conflictos.

Nunca ha estado más claro que, para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra, y especialmente las más poderosas y destructivas: las armas nucleares que pueden paralizar y destruir ciudades enteras, países enteros. Repito lo que dije en Hiroshima el año pasado: "El uso de la energía atómica con fines bélicos es inmoral, así como la posesión de armas nucleares es inmoral" (Discurso en el Memorial de la Paz, 24 de noviembre de 2019).

¡Que las voces proféticas de los sobrevivientes hibakusha de Hiroshima y Nagasaki continúen sirviéndonos de advertencia a nosotros y a las generaciones venideras! A ellos, y a todos los que trabajan por la reconciliación, hacemos nuestras las palabras del salmista: "Por amor a mis hermanos y amigos, digo: ¡Paz sobre ustedes!" (Sal 122:8).

Sobre todos los que conmemoran este solemne aniversario invoco de todo corazón abundantes bendiciones divinas.

Hiroshima
Hiroshima

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