En compañía de Bartolomé I, conmemora el 1.700 aniversario del primer concilio León XIV, desde la antigua Nicea, proclama la "hermandad universal" e insta "a practicarla"
Mil setecientos años después, en la misma Nicea (hoy Iznik) que acogió el emblemático primer concilio, fundamental al poner coto al arrianismo y establecer el dogma de la Santísima Trinidad, el papa León XIV se preguntó, también "en una época dramática en muchos aspectos", "quién es Jesucristo en la vida de las mujeres y los hombres de hoy, quién es para cada uno de nosotros"
"El uso de la religión para justificar la guerra y la violencia, como cualquier forma de fundamentalismo y fanatismo, debe ser rechazado con firmeza, mientras que los caminos a seguir son los del encuentro fraternal, el diálogo y la colaboración"
Mil setecientos años después, en la misma Nicea (hoy Iznik) que acogió el emblemático primer concilio, fundamental al poner coto al arrianismo y establecer el dogma de la Santísima Trinidad, el papa León XIV se preguntó, también "en una época dramática en muchos aspectos", "quién es Jesucristo en la vida de las mujeres y los hombres de hoy, quién es para cada uno de nosotros".
Hasta allí, a orillas del lago, había volado el obispo de Roma en helicóptero desde Estambul para participar en el Encuentro Ecuménico de Oración cerca de las excavaciones arqueológicas de la antigua Basílica de San Neófito, acto central de su viaje a Turquía, cumpliendo la promesa que el difunto papa Francisco le había hecho a Bartolomé I, el patriarca ecuménico de Constantinopla, quien había puesto todo su empeño en conmemorar juntos el aniversario del concilio que formuló el credo que se reza hoy en la misa.
Acompañados por otros líderes religiosos, se dirigieron en procesión a la plataforma cercana a las excavaciones, donde formaron un semicírculo ante los iconos de Cristo y del Concilio, encendieron velas y, tras un canto inaugural y un gesto simbólico, el Patriarca I se dirigió al Papa, quien, tras la oración ecuménica y la lectura del Evangelio, pronunció su discurso, donde quiso responder a la pregunta de quién es Jesucristo para los cristianos de hoy.
"Esta pregunta interpela de manera particular a los cristianos, que corren el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o superhombre, una tergiversación que al final conduce a la tristeza y la confusión", señaló, recordando que Arrio, "al negar la divinidad de Cristo,lo redujo a un simple intermediario entre Dios y los seres humanos".
"Pero si Dios no se hizo hombre, ¿cómo pueden los mortales participar de su vida inmortal? Esto estaba en juego en Nicea y está en juego hoy", enfatizó el Pontífice, quien reconoció luego que "esta confesión de fe cristológica es de fundamental importancia en el camino que los cristianos están recorriendo hacia la plena comunión".
Una afirmación que le dio pie a indicar que "todos estamos invitados a superar el escándalo de las divisiones que, lamentablemente, aún existen y a alimentar el deseo de unidad", porque "cuanto más reconciliados estemos, tanto más podremos los cristianos dar un testimonio creíble del Evangelio de Jesucristo, que es anuncio de esperanza para todos, mensaje de paz y de fraternidad universal", señaló cintando al papa Francisco.
Llamada a la fraternidad
Llamada a la fraternidad universal sobre la que insistiría al afirmar que "la reconciliación es hoy un llamamiento que surge de toda la humanidad afligida por los conflictos y la violencia" y al indicar que "el deseo de plena comunión entre todos los creyentes en Jesucristo va siempre acompañado de la búsqueda de la fraternidad entre todos los seres humanos".
Y volvió a insistir en el concepto el papa Prevost: "Existe una hermandad universal,independientemente de la etnia, la nacionalidad, la religión o la opinión". Las religiones, por su naturaleza, son depositarias de esta verdad y deberían animar a las personas, a los grupos humanos y a los pueblos a reconocerla y practicarla".
Frente a ello, exhortó el Papa estadounidense, "el uso de la religión para justificar la guerra y la violencia, como cualquier forma de fundamentalismo y fanatismo, debe ser rechazado con firmeza, mientras que los caminos a seguir son los del encuentro fraternal, el diálogo y la colaboración".
Al finalizar el encuentro, tras los cantos, la recitación coral del Credo Niceno-Constantinopolitano, las invocaciones, el Padrenuestro y la bendición, el Papa y el Patriarca fueron los primeros en abandonar la plataforma, seguidos por los líderes religiosos en procesión hacia el Centro de Visitantes. Poco después, León XIV regresaría en helicóptero a Estambul, donde ya instalado en la Delegación Apostólica, se reuniría en privado con los obispos de Turquía.
L’elicottero del sorvola i resti della basilica di San Neofito a Íznik, dove oggi Leone XIV celebra con il patriarca Bartolomeo e i rappresentanti delle chiese cristiane i 1700 del Concilio di Nicea pic.twitter.com/GBjw2Jm25m
— Salvatore Cernuzio (@SalvoCernuzio) November 28, 2025
Las palabras del Papa en el encuentro ecuménico
Queridos hermanos y hermanas:
En una época dramática en muchos aspectos, en la que las personas se ven sometidas a innumerables amenazas a su propia dignidad, el 1700 aniversario del Primer Concilio de Nicea es una valiosa ocasión para preguntarnos quién es Jesucristo en la vida de las mujeres y los hombres de hoy, quién es para cada uno de nosotros.
Esta pregunta interpela de manera particular a los cristianos, que corren el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o superhombre, una tergiversación que al final conduce a la tristeza y la confusión (cf. Homilía S. Misa “Pro Ecclesia”, 9 mayo 2025). Al negar la divinidad de Cristo, Arrio lo redujo a un simple intermediario entre Dios y los seres humanos, ignorando la realidad de la Encarnación, de modo que lo divino y lo humano quedaron irremediablemente separados. Pero si Dios no se hizo hombre, ¿cómo pueden los mortales participar de su vida inmortal? Esto estaba en juego en Nicea y está en juego hoy: la fe en el Dios que, en Jesucristo, se hizo como nosotros para hacernos llegar «a participar de la naturaleza divina» (2 P 1,4; cf. S. IRENEO, Adversus haereses, 3, 19; S. ATANASIO, De Incarnatione, 54, 3).
Esta confesión de fe cristológica es de fundamental importancia en el camino que los cristianos están recorriendo hacia la plena comunión: de hecho, es compartida por todas las Iglesias y comunidades cristianas del mundo, incluidas aquellas que, por diversas razones, no utilizan el Credo Niceno-Constantinopolitano en sus liturgias. En efecto, la fe «en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos [...] de la misma naturaleza del Padre» (Credo Niceno) es un vínculo profundo que ya une a todos los cristianos. En este sentido, citando a san Agustín, también en el ámbito ecuménico podemos decir que “aunque somos muchos cristianos, en el único Cristo somos uno” (cf. Comentario al Salmo 127). Partiendo de la conciencia de que ya estamos unidos por este profundo vínculo, a través de un camino de adhesión cada vez más total a la Palabra de Dios revelada en Jesucristo y bajo la guía del Espíritu Santo, en el amor recíproco y en el diálogo, todos estamos invitados a superar el escándalo de las divisiones que, lamentablemente, aún existen y a alimentar el deseo de unidad por el que el Señor Jesús rezó y dio su vida. Cuanto más reconciliados estemos, tanto más podremos los cristianos dar un testimonio creíble del Evangelio de Jesucristo, que es anuncio de esperanza para todos, mensaje de paz y de fraternidad universal que trasciende las fronteras de nuestras comunidades y naciones (cf. FRANCISCO, Discurso a los participantes en la Sesión Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, 6 mayo 2022).
La reconciliación es hoy un llamamiento que surge de toda la humanidad afligida por los conflictos y la violencia. El deseo de plena comunión entre todos los creyentes en Jesucristo va siempre acompañado de la búsqueda de la fraternidad entre todos los seres humanos. En el Credo Niceno profesamos nuestra fe «en un solo Dios Padre»; sin embargo, no sería posible invocar a Dios como Padre si nos negáramos a reconocer como hermanos y hermanas a los demás hombres y mujeres, también ellos creados a imagen de Dios (cf. CONC. ECUM. VAT. II, Decl. Nostra aetate, 5). Existe una hermandad universal, independientemente de la etnia, la nacionalidad, la religión o la opinión. Las religiones, por su naturaleza, son depositarias de esta verdad y deberían animar a las personas, a los grupos humanos y a los pueblos a reconocerla y practicarla (cf. Discurso Encuentro Internacional por la Paz, 28 octubre 2025). El uso de la religión para justificar la guerra y la violencia, como cualquier forma de fundamentalismo y fanatismo, debe ser rechazado con firmeza, mientras que los caminos a seguir son los del encuentro fraternal, el diálogo y la colaboración.
Estoy profundamente agradecido a Su Santidad Bartolomé, quien, con gran sabiduría y clarividencia, ha decidido conmemorar juntos el 1700 aniversario del Concilio de Nicea precisamente en el lugar donde se llevó a cabo. Asimismo, agradezco sinceramente a los Jefes de las Iglesias y a los Representantes de las Comuniones Cristianas Mundiales que han aceptado la invitación a participar en este evento. Que Dios Padre, omnipotente y misericordioso, escuche la ferviente oración que le dirigimos hoy y conceda que este importante aniversario dé abundantes frutos de reconciliación, unidad y paz.