El necropoder en el último paro del Ecuador La muerte como ejercicio del poder

https://share.google/images/LwwydFGsuh3mu1C3U
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Me ha impresionado mucho el video en el que podemos ser testigos del final trágico de Efraín Luis Fuerez; uno de los manifestantes que encontró la muerte durante el último paro en Ecuador.

Esta escena trae a la memoria otra narrada en los evangelios, la de Pilato rodeado de aparato militar y, ante él, un hombre indefenso y herido por las torturas de sus soldados, Jesús (Jn 18, 33-38); en la de Imbabura como en la de Palestina llama la atención la desproporción de fuerzas.

Lo de Pilato y el imperio frente a Jesús, lo de los militares y el gobierno frente a Efraín, muestra que el poder está siempre propenso a degradarse en “necropoder”, es decir, la muerte como ejercicio del poder, como lo explica el camerunés Achille Mbembe.  

Si queremos estar cerca de la verdad, y este es el lugar que hay que buscar como seguidores de Cristo, no podemos ir en el convoy del poder, al lado de los armados, habría que agacharnos, como el compañero de Efraín, y aferrarnos a los cuerpos indefensos y tirados en el suelo,

Me ha impresionado mucho el video en el que podemos ser testigos del final trágico de Efraín Luis Fuerez; uno de los manifestantes que encontró la muerte durante el último paro en Ecuador.  Efraín, que está desarmado, es herido, y uno de sus compañeros, también desarmado, viene en su ayuda; en esas, aparecen en la escena dos carros armados y se bajan de ella hombres armados que patean a los dos desarmados que están en el suelo; después de golpearlos, los armados suben de nuevo a sus carros armados y dejan a los desarmados a su suerte; Efraín desarmado muere poco después y su compañero desarmado se aferra a su cuerpo, no quiere que se lo arrebaten, y es que los armados, que volvieron después, quisieron llevárselo para borrar evidencias y el desarmado vivo se los impidió; esto último, que no se ve en el video, me lo contaron servidores cristianos de las comunidades que estuvieron en el lugar de los hechos, los que también estaban desarmados.

Efraín Fuerez https://share.google/images/9Vzne7M7QDsWedUIp
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Esta escena trae a la memoria otra narrada en los evangelios, la de Pilato rodeado de aparato militar y, ante él, un hombre indefenso y herido por las torturas de sus soldados, Jesús (Jn 18, 33-38); en la de Imbabura como en la de Palestina llama la atención la desproporción de fuerzas. En Palestina, el gobernador pensaba que si Jesús seguía vivo “ya no sería amigo del César” (Jn 19,12), perdería su dominio; un imperio que contaba con legiones de soldados se veía amenazado por un hombre, “he aquí al hombre” (Jn 19,5), que a ese punto era más bien una piltrafa humana; la solución, la manera de arreglar el problema, fue acabar de matar a Jesús. En Imbabura, ante dos manifestantes impotentes, uno de ellos ya herido gravemente, la solución fue desplegar sobre ellos carros de guerra, piquetes de soldados, brutalidad y muerte; no se auxilió al caído, se consumó su asesinato, se ignoró el Derecho Internacional Humanitario que obliga a hacerse cargo de los heridos, cualquiera sea su bando, y que en modo alguno permite patearlos y dejarlos tirados. Lo de Pilato y el imperio frente a Jesús, lo de los militares y el gobierno frente a Efraín, muestra que el poder está siempre propenso a degradarse en “necropoder”, es decir, la muerte como ejercicio del poder, como lo explica el camerunés Achille Mbembe.  

Jesús y Pilato https://share.google/images/AbO1NRwkoFuij0ZFo
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Pilato, al oír a Jesús decir que ha venido a dar “testimonio de la verdad”, le pregunta qué es la verdad (Jn 18,38); y el reo no le contesta, se queda callado; es que la verdad, lo comprenden los discípulos de Jesús cada vez que contemplan al crucificado, no se define, se lleva a cabo en la donación de sí, en amar hasta el extremo; si a un creyente le piden que defina la verdad lo único que puede hacer, si quiere honorar su fe, es ofrecer su vida por amor. Definir es encerrar, reducir, controlar, de ahí que Pilato y todo poder quiera definiciones de la verdad, para ejercer dominio sobre ella y consigue predicadores a los que bien paga para que se ocupen de esta tarea; definir la verdad es pronunciar el nombre de Dios en vano; es que la verdad es el crucificado y el crucificado es Dios. Los sacerdotes del templo se hicieron al lado de Pilato, ellos habían encerrado la verdad en sus leyes y rituales, y eso servía al imperio y descartaba a Jesús.

Si queremos estar cerca de la verdad, y este es el lugar que hay que buscar como seguidores de Cristo, no podemos ir en el convoy del poder, al lado de los armados, habría que agacharnos, como el compañero de Efraín, y aferrarnos a los cuerpos indefensos y tirados en el suelo; allí, donde está el cadáver, se juntan las águilas (Mt 24, 28).  Aquí hay un reto para la Iglesia en este país y en todo el mundo, una gracia de “ubicación” para pedir, no podemos repetir la historia de los muy religiosos de Jerusalén que resultaron implicados en el necropoder de Roma.  Doy gracias a Dios por la valentía de tantos servidores y servidoras indígenas de las comunidades cristianas, a las que en estos días de convulsión social, y en medio de toda esta violencia estatal, he visto arriesgados al lado de su pueblo.

En el día en que escribo esta reflexión leo en el oficio de lectura la homilía de San Juan Crisóstomo sobre el evangelio de Mateo: “Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del pastor”. Efraín Luis Fuerez y los otros caídos, Rosa Elena Paqui y José Alberto Guamán, murieron como ovejas y esto asegura que su victoria es la del pastor, la de Jesús; aunque haya desproporción de fuerzas, la oveja supera al lobo, el amor vence al odio, la vida, no la muerte, dirá la última palabra. Lo de Jesús es la vida, no el poder que da muerte.

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