"Sabio y bendito es el que acoge el dolor ligado al amor" El Papa reivindica el "precioso don de las lágrimas"

El Papa reivindica el "precioso don de las lágrimas"
El Papa reivindica el "precioso don de las lágrimas"

"Alguien nos es querido y sufrimos porque lo perdemos o está enfermo, o porque lo hemos hecho sufrir"

"El dolor por haber ofendido y herido a quien amamos es lo que llamamos el sentido del pecado, que es don Dios y obra del Espíritu Santo"

"Hay algunos afligidos que deben ser consolados, pero a veces también hay consolados que deben ser afligidos, para ser despertados, porque tienen un corazón de piedra y han desaprendido a llorar"

"Hay quienes están enojados porque se equivocaron. Pero esto es orgullo. En cambio hay quienes lloran por el mal hecho, por el bien omitido y por la traición a la relación con Dios"

En la catequesis sobre las Bienaventuranzas, el Papa Francisco abordó la que reza así: "Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados". A juicio del Papa, day dos llantos: el del cuelo y el del arrepentimiento. En ambos, Bergoglio reivindica el "don precioso de las lágrimas", porque "es bendito el que acoge el dolor ligado al amor". Por eso advierte de que "hay algunos afligidos que deben ser consolados, pero a veces también hay consolados que deben ser afligidos, para ser despertados, porque tienen un corazón de piedra y han desaprendido a llorar".

Catequesis del Santo Padre en italiano (traducción propia)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Nos hemos embarcado en nuestro viaje a las Bienaventuranzas y hoy nos detenemos en la segunda: Bienaventurados los que están llorando, porque serán consolados.

En la lengua griega en la que está escrito el Evangelio, esta bienaventuranza se expresa con un verbo que no está en pasiva - de hecho los benditos no sufren este llanto - sino en activa: "se afligen". Es una actitud que se ha convertido en central en la espiritualidad cristiana y que los padres del desierto llamaban "penthos", es decir, un dolor interior que abre a una auténtica relación con el Señor y con el prójimo. A una nueva relación, a una renovada relación con el Señor y con el prójimo.

Llorar

Este llanto, en la Escritura, puede tener dos aspectos: el primero es por la muerte o el sufrimiento de alguien. El otro aspecto son las lágrimas por el pecado, cuando el corazón sangra por el dolor de haber ofendido a Dios y al prójimo. Alguien nos es querido y sufrimos porque lo perdemos o está enfermo, o porque lo hemos hecho sufrir.

Por lo tanto, se trata de amarnos de tal manera que estemos unidos a él o ella hasta que compartamos su dolor. Hay gente que se mantiene distante, un paso atrás; en cambio, es importante que los otros abran brecha en nuestros corazones.

He hablado a menudo del don de las lágrimas, y de lo precioso que es.

¿Se puede amar de forma fría? ¿Se puede amar por función, por deber? Ciertamente, no. Hay algunos afligidos que deben ser consolados, pero a veces también hay consolados que deben ser afligidos, para ser despertados, porque tienen un corazón de piedra y han desaprendido a llorar. Despertar a la gente que no sabe conmoverse por el dolor de los demás.

El luto es un camino amargo, pero puede ser útil para abrir los ojos a la vida y al valor sagrado e irremplazable de cualquier persona, y es entonces cuando te das cuenta de lo corto que es el tiempo. Hay un segundo significado de esta paradójica felicidad: llorar por el pecado.

Jesús, el consolador

Aquí hay que distinguir: hay quienes están enojados porque se equivocaron. Pero esto es orgullo. En cambio hay quienes lloran por el mal hecho, por el bien omitido y por la traición a la relación con Dios. Esto es el llanto por no haber amado, que surge de tener la vida de otros en el corazón. Aquí se llora porque no se corresponde con el Señor que nos ama tanto, y nos entristece el pensamiento del bien no hecho; éste es el significado del pecado. Dicen: "He herido a la persona que amo", y les duele hasta las lágrimas. ¡Bendito sea Dios si estas lágrimas vienen!

Este es el tema de los propios errores que hay que afrontar, difícil pero vital. Pensemos en el grito de San Pedro, que le llevará a un nuevo y mucho más verdadero amor, a diferencia de Judas, que no aceptó que estaba equivocado y se suicidó. Un llanto que purifica y que renueva. Entender el pecado es un regalo de Dios, es una obra del Espíritu Santo. Nosotros solos no podemos entender el pecado. Es una gracia que tenemos que pedir. Un don muy grande.

En los Hechos de los Apóstoles, Pedro anuncia la resurrección de Jesús y los que le escuchan sienten sus corazones traspasados y se preguntan qué hacer. Pedro les responde que acepten el bautismo para el perdón de los pecados y que reciban el Espíritu Santo (cf. 2:37-38).

Efrén el sirio dice que un rostro lavado con lágrimas es indeciblemente hermoso (cf. Discurso ascético). La belleza del arrepentimiento y del llanto.Como siempre, la vida cristiana tiene su mejor expresión en la misericordia. Sabio y bendito es el que acoge el dolor ligado al amor, porque recibirá el Consolador, el Espíritu Santo que es la ternura de Dios que perdona y corrige. Dios siempre perdona. No lo olviden: Dios siempre perdona. Incluso los mayores pecados. El problema está en nosotros, que nos cansamos de pedir perdón. Y Él está allí para perdonar.

Si tenemos siempre presente que Dios "no nos trata según nuestros pecados ni nos paga según nuestras faltas" (Sal 103, 10), vivimos en la misericordia y la compasión, y el amor aparece en nosotros. Que el Señor nos conceda amar en abundancia, amar con sonrisa, con la cercanía, con el servicio e, incluso, con el llanto.

BIenaventurados los que lloran

Texto completo del saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestras reflexiones sobre las bienaventuranzas, hoy consideramos la segunda: «Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados», que nos indica una actitud fundamental en la espiritualidad cristiana: el dolor interior que nos abre a una auténtica relación con el Señor y con el Prójimo.

Según las Sagradas Escrituras, este llanto tener dos aspectos. El primero, la aflicción causada por la muerte o por el sufrimiento de alguien que amamos. El segundo, un llanto por el dolor de nuestros pecados, provocado por haber ofendido a Dios y al prójimo.

El primer significado alude al luto, que es siempre amargo y doloroso, que paradójicamente puede ayudarnos a tomar conciencia de la vida, del valor sagrado e insustituible de toda persona y de la brevedad del tiempo. El segundo, indica el llanto por el mal ocasionado, por el bien que no se hizo y por la deslealtad a la relación con Dios; es un llanto por no haber correspondido al amor incondicional del Señor hacia nosotros, por el bien que no quisimos hacer, por no haber querido a los demás. El dolor por haber ofendido y herido a quien amamos es lo que llamamos el sentido del pecado, que es don Dios y obra del Espíritu Santo, siempre nos perdona y corrige con ternura.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Señor que nos conceda el don de las lágrimas por nuestra falta de amor a Dios y al prójimo, y que por su compasión y misericordia nos permita amar a nuestros hermanos y dejar que entren en nuestro corazón. Que Dios los bendiga.

Cementerio

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