Entrevista al historiador y monje de Montserrat Hilari Raguer: "El episcopado español aún conserva tics franquistas"

Hilari Raguer, en Montserrat
Hilari Raguer, en Montserrat Jordi Pacheco

“Maurice Duverger decía que la ideas políticas, que difícilmente cambiaremos en nuestra vida, nos las infunden en la escuela hablando de historia nacional”

“Dentro de la más ortodoxa doctrina de la Iglesia, es un pecado un país que quiere imponer su patria a otro país”

“Como presidente de la CEE, el cardenal Blázquez tiene que lidiar con actitudes bastante comprometedoras”

El 14 de abril se cumplen 88 años de la proclamación de la Segunda República. Tras dejar atrás el sistema de la Restauración y la monarquía borbónica, encabezada por Alfonso XIII, España iniciaba uno de los períodos más convulsos y dramáticos de su historia.

Con un amplio apoyo popular, las ansias modernizadoras del legalmente establecido orden republicano tuvieron que lidiar desde el primer momento con una delicada problemática. La difícil resolución de asuntos relacionados con la reforma militar, el problema agrario, el problema regional y el factor religioso, fue el desencadenante de la crisis del régimen y la consiguiente lucha fratricida. Según Hilari Raguer (Madrid, 1928) monje e historiador, de este conjunto de problemas, “el religioso fue el que más contribuyó a exacerbar los ánimos”.

Sin embargo, en La pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil española 1936-1939 (Península, 2001), una obra surgida tras cuarenta años de investigación, Hilari Raguer sostiene que no fue la religión la causa inicial de la sublevación militar sino el anticatalanismo y el antiseparatismo, unos sentimientos que, a la vista de las circunstancias actuales, parecen estar todavía muy vivos. Sostiene Raguer que en la base de este anticatalanismo lo que hay es ignorancia.

Abadía de Montserrat
Abadía de Montserrat

En París, este monje benedictino de Montserrat tuvo a Maurice Duverger como profesor de Ciencias Políticas. “Además de un gran profesor, fue uno de los padres de la ciencia política moderna. Decía que la ideas políticas, que difícilmente cambiaremos en toda nuestra vida, nos las infunden en la escuela primaria hablando de historia nacional. Esto lo decía en Francia, un país en el que no hay problemas de identidad nacional. Pero en España, donde sí existe este problema, la educación ha influido mucho en este aspecto; desde siglos pasados pero sobre todo desde la época de Franco”.

El auge de la extrema derecha

El auge actual de la extrema derecha, encarnada por PP, Ciudadanos y Vox, parece haber reavivado el fantasma de Franco hasta límites insospechados. Hace unos meses, en una entrevista con motivo de la aparición de su último libro, Escrits dispersos d’història (IEC, 2018), Hilari Raguer sostenía que en la actualidad vivimos bajo una especie de “franquismo maquillado”. A sus más de noventa años, este historiador reconoce que, tras un período de cuarenta años de escuela franquista, en España se ha enseñado un mapa de un solo color en el que todos son españoles.

No obstante, “ahora aparecen unos que dicen ser otra cosa y esto  provoca sorpresa porque verdaderamente no se conoce bien la historia de España, de manera que existe una clara ignorancia. Y cuando sale una persona culta, y además inteligente y abierta, diciendo que esto que se ha enseñado en la escuela no es exactamente así, entonces dicen que somos los catalanes quienes tergiversamos a través de la escuela y los medios de comunicación”.

Afirma Raguer que, aunque Castilla tiene grandes virtudes, fue siempre un pueblo conquistador. “Desde aquel pequeño condado, tomaron dos reinos, Asturias y León, y se adueñaron del título de reino. A partir de entonces, todo lo que conquistaron pasó a pertenecer al reino de Castilla: Toledo, Sevilla, América, en todas partes había que ser castellano e imponer la lengua. Sin embargo, hubo dos lugares donde el proyecto fracasó: Cataluña y el País Vasco”.


Episcopado español y memoria histórica

La ola secularizadora de la Segunda República quiso reducir considerablemente el peso de la Iglesia Católica en la sociedad española de los años 1930. Por ello, la mayor parte de la jerarquía eclesial, según Raguer “un episcopado en el que había bastantes integristas”, no dudó en posicionarse a favor de la sublevación militar con el fin de preservar sus privilegios.

Desde entonces, la alianza entre la derecha y el clero parece haber sido una constante. No en vano, de cara a las próximas elecciones del 28 de abril, algunos prelados ya han mostrado su sintonía con las formaciones políticas lideradas por Pablo Casado y Santiago Abascal.

Abascal el de Vox
Abascal el de Vox

Para Raguer, esta deriva ultraconservadora “se debe al hecho de que el episcopado español aún conserva tics franquistas a pesar de que los obispos no han sido nombrados por Franco. Que haya coincidencia en ciertas ideas de determinados partidos no justifica el hecho de alinearse con la posición más radical”.

Habiéndose mostrado siempre a favor de la independencia de Cataluña, Raguer considera que es un pecado la opresión de un país dentro del estado español. “Cuando presenté en público un libro mío titulado Ser independentista no és cap pecat (Ser independentista no es ningún pecado), (Claret, 2016), pedí que me lo presentara al ya fallecido padre Antoni Maria Oriol Tataret. Él, que era la máxima autoridad en Doctrina Social de la Iglesia, dijo que la independencia no solo no es un pecado sino que es un virtud. Todos se pusieron a reír, y él les pidió que no lo hicieran alegando que no se trataba de una broma. El cuarto mandamiento, ‘Honrarás a tu padre y a tu madre’, según el magisterio universal de la Iglesia, ordena también honrar a Dios como padre y a la patria como madre. Entonces, ¿cuál es mi patria? A mi no pueden me imponer una patria. Cada quien ha de decidir libremente, según su propia conciencia, cuál es su patria. No hay ninguna autoridad civil ni eclesiástica que me pueda dictar cuál ha de ser mi patria. Si el independentismo es una virtud, dentro de la más ortodoxa doctrina de la Iglesia, es un pecado un país que quiere imponer su patria a otro país”.

La Iglesia no ha pedido perdón por su papel durante la Guerra

La Iglesia no solo no ha pedido perdón aún por su papel durante la Guerra Civil, cosa que, según Raguer, debería haber hecho hace mucho tiempo. Por el contrario, durante los últimos años se ha podido constatar la escasa y desigual implicación por parte de ciertas diócesis en cuanto a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, que obliga a retirar la simbología franquista de los lugares públicos.

El cardenal Ricardo Blázquez, presidente de la CEE, despierta, sin embargo, mucha confianza en Hilari Raguer, que lo considera una persona moderada. “Blázquez hizo el prólogo de Aita Patxi. Prisionero con los Gudaris (Claret, 2006) una biografía que escribí sobre un sacerdote de un batallón vasco a quien hicieron prisionero. Aita Patxi tuvo una caridad heroica en los campos de concentración donde fue a parar. Con una gran simplicidad, fue un hombre profundamente nacionalista y plenamente cristiano. Dos veces se ofreció a ponerse en lugar de otros prisioneros condenados a ser fusilados. Una vez, incluso el oficial que había en el campo ordenó un simulacro de fusilamiento contra él para ver si iba de farol. En el simpático prólogo del libro dedicado a este sacerdote, Blázquez destaca que aunque Aita Patxi fuera nacionalista, no tenía ningún odio a los españoles. Las dos veces que se ofreció para reemplazar a alguien que iba a ser fusilado, ese alguien no era ni vasco ni católico. Estoy seguro que si Aita Patxi fuera polaco, ya sería santo. En definitiva, que como presidente de la CEE, el cardenal Blázquez tiene que lidiar con situaciones bastante comprometedoras”, sentencia el historiador.

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