“Síntesis de resultados, el cristianismo paulino como un producto específico dentro de la religiosidad mediterránea” (109-26)

Hoy escribe Antonio Piñero


Quizás el lector se haya sentido abrumado por la gran cantidad de análisis y discusiones que hemos idos desgranando en las postales anteriores. Acepto que puede ser un tanto abstracto, pero el tema se lo merece, porque estamos planteando a fondo la cuestión de los orígenes de nuestro cristianismo de hoy. Este cristianismo es fundamentalmente paulino, aunque se ha consolidado junto con algunos añadidos petrinos –que se reflejan en el Evangelio de Mateo- y nuevos conceptos de Dios la escuela johánica. Pero en ultimísimo término tanto esta escuela como la que pudiera estar detrás del Evangelio de Mateo son de concepciones netamente paulinas sobre cómo se concibe la salvación del ser humano.

Por ello, sinteticemos el fondo de la cuestión que gira en torno a la concepción no del judeocristianismo, sino paulina:

El hijo de Dios en verdad, divino en verdad, desciende a la tierra, se encarna en Jesús, y redime a la humanidad en el acto salvador de la cruz. Este sacrificio –de una víctima a al vez divina y humana- restablece el orden, la amistad y revitaliza las líneas de filiación entre el Creador y la criatura rotos por el pecado.


La aplicación de estos beneficios de la redención sólo se consiguen por un acto de fe en la validez de este sacrifico redentor. Al hacer el acto de fe, que se valida por el bautismo y la eucaristía, el nuevo ser humano, convertido en cristiano, tiene nueva vida y logra la salvación, la inmortalidad realizada en el cielo.

La clave de bóveda de esta concepción, pues, es el descenso de un salvador divino para redimir y el acto de fe que se "apropia" los beneficios de esta redención. De esta clave surge un nuevo sistema sacramental -absolutamente distinto del judío- que es el bautismo y la eucaristía paulino-cristianas.

Ahora bien, por mucho que el concepto “hijo de Dios” se considere enriquecido, ampliado y ensanchado en el judaísmo helenístico respecto a concepciones más angostas de la misma expresión en el Antiguo Testamento, y por mucho que se admita que el sintagma “hijo de Dios” se aplica en el judaísmo de época helenística a profetas, reyes, sabios, carismáticos, místicos, incluso a figuras obscuramente mesiánicas como Melquisedec, Henoc- Metatrón, o a la figura que aparece en el texto de Qumrán designado como 4Q246, figura a quien se llama “Hijo de Dios” e “Hijo del Altísimo”, se debe concluir que:

• En esos contextos judíos, se trataba siempre de designaciones esencialmente metafóricas que competían a hombres, seres humanos al fin y al cabo, de unas cualidades excepcionales,

• O bien a seres celestiales que no participan práctiamente ya de lo humano;

• Tal denominación, y otras análogas, nunca hacen alusión, como en el caso de Jesús en la teología del Nuevo Testamento, a una filiación ontológica, real y física divina, que conlleva la preexistencia, la mediación en la obra creativa de Dios, la encarnación y la redención por un sacrificio vicario por toda la humanidad.

Por el contrario, se debe tener en cuenta que en la religiosidad helenística grecorromana el puente entre la divinidad y los mortales es mucho más patente, y que se admite sin rubor la existencia de seres humanos generados directa y físicamente por los dioses, o se concibe con absoluta facilidad el paso de humanos, tras la muerte, al ámbito absoluto de lo divino.

En una palabra, al menos hay que sostener que el tremendo paso que da la teología paulina al divinizar a Jesús (por lo que tuvo tantísimos problemas con los judeocristianos) sólo es posible en un ambiente ideológico que no es estrictamente judío.

Es cierto que de la figura de un “Zeus padre de los dioses y de los hombres” (Homero, Ilíada I 544; Odisea I 28, etc.) no hay un paso directo a la concepción de un hijo óntico de un único Dios = Jesús. Pero, también es igualmente cierto que la distancia es pequeña, mientras que el abismo entre las concepciones del “hijo de Dios” del judaísmo helenístico y las del cristianismo, cuando afirma que Jesús es hijo real de Dios, es inmenso y casi imposible de franquear.


Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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• En el otro blog, “Cristianismo e Historia” (en la revista electrónica “Tendencias21”, el tema de hoy es:

“El mesías como hijo de David. Punto de vista de S. G. F. Brandon y otros investigadores”

• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)

Para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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