La Iglesia va caminando hacia adelante y necesita también perspectivas nuevas.
| Luis Van de Velde
Esta vez Mons. Romero inicia con la acostumbrada parte “vida de la Iglesia” donde comparte su experiencia eclesial vivida y reflexiona sobre ella. Las citas están tomadas de esa parte de su homilía.
“Lo que necesito es quien me ayude a vivir este momento presente. La Iglesia no es recuerdos, no es espejo retrovisor nada más. Las Iglesia va caminando hacia adelante y necesita también perspectivas nuevas.. Demos gracias que toda una tradición nos ha traído a este momento en que hay fe en el pueblo. ¡Benditos sean nuestros antecesores! Pero sepamos ser hombres del momento y sepamos reflexionar en lo de la semana, en lo del momento. Es que a muchos les interesa que no se ponga el dedo en la llaga, que no se mire lo presente; y así, quisieran vivir de museos, de recuerdos, de comparaciones con obispos antiguos.”
En la Iglesia miramos muchas veces como en un espejo retrovisor. Esto no es suficiente, pero sí es importante. Queremos aprender del camino recorrido de la Iglesia (especialmente de la primera Iglesia, cuyos testimonios encontramos sobre todo en el NT). La historia de 2000 años de Iglesia se mueve entre luces y sombras, entre testimonio y contratestimonio, entre fidelidad y pecado, .. Realmente sería importante que tuviéramos mucho más claras las actuaciones de fidelidad cristiana, conociendo los testimonios de los testigos fieles y consecuentes en sus respectivos contextos históricos. Hay mucho que aprender, así como nosotros con estas reflexiones queremos reflexionar a la luz de las homilías de Monseñor Romero, asesinado en 1980. En América Latina (más bien en cada continente) contamos con testigos fieles (no pocas veces mártires) del último siglo, es decir son contemporáneos. El Espíritu del Señor ha soplado y podemos aprender a seguir a Jesús a la luz de los testimonios de esos discípulos comprometidos y ejemplares. También en el último siglo encontramos a obispos, sacerdotes, religiosas y sobre todo laicos/as (en las comunidades eclesiales de base, por ejemplo) con testimonios fuertes de la luz del Evangelio.
De la misma manera podemos (o más bien debemos) conocer y recordar los periodos oscuros, las acciones de líderes eclesiales que han sido fallas, (graves) errores, abusos (sexuales y de poder) y encubrimientos imposible de justificar. No podemos esconderlos o callarlos para las generaciones actuales y futuras. A la luz del Evangelio y bajo el soplo del Espíritu logramos discernir también esas debilidades y fracasos de personas a todo nivel en las iglesias. Por supuesto los papas, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas/os están más a la vista, ya que de ellos se espera mayor grado de autenticidad y fidelidad al Evangelio y comportamiento ético. Es importante hacer los ejercicios necesarios para discernir también esos lados oscuros y sacar las lecciones y conclusiones, escuchando con humildad sincera los testimonios de tanto dolor de las víctimas, para poder dar atención a las heridas profundas de las víctimas y para evitar caer en las mismas trampas. Hoy estamos viendo con más claridad que también la misma estructura y el sistema de la Iglesia, patriarcal, vertical, jerárquica, .. es parte de ese lado oscuro. Sería importante que las diócesis creen espacios adecuados y dediquen suficiente tiempo y personal profesional para escuchar y reconocer de verdad el sufrimiento de las víctimas. ¿No sería eso “cargar la cruz” de las víctimas? No es así nomás que Mons. Romero dice: la Iglesia “necesita también perspectivas nuevas”. Y no solamente nuevas perspectivas, sino transformaciones evangélicas radicales para acabar con una estructura de poder eclesiástica.
Aunque se puede y se debe esperar de las Iglesias niveles más altos de humanidad y respeto a los derechos humanos, lo que pasa en ellas es también reflejo de lo que pasa en la sociedad en general. El desvelo de esos lados oscuros de las Iglesias pueden ayudar a descubrirlos y a denunciarlos también en la sociedad, en los medios de comunicación, en el deporte, en movimientos y organizaciones de todo tipo, en la destrucción de la madre tierra, en la carrera armamentista, en el hambre en el mundo, ….
Al otro lado, sin querer borrar responsabilidades o disminuir el peso de los graves errores en la Iglesia, también es de tomar en cuenta que en todas las realidades humanas nos movemos entre luces y oscuridades. No podemos idealizar ninguna organización human, tampoco la Iglesia. Lo vemos en las personas, en nosotros mismos, en organizaciones, en las Iglesias, en toda la sociedad. Visitando en la cárcel y escuchando a personas en detención me ha regalado la experiencia que ellas no son idénticas con el crimen cometido por el cual están condenadas y privadas de libertad; también tienen sus cualidades humanas positivas, sus esperanzas y sueños, además de sus heridas, su culpa, sus fracasos. Son mucho más que su crimen. También victimarios tienen el derecho humano de recibir apoyo para entrar en procesos de curación y rehabilitación. Aunque la justicia humana asume su responsabilidad, solo Dios será quien tiene la última palabra. Asumiendo plena responsabilidad en el cuido y la curación de las heridas de víctimas, siempre habrá que tomar en cuenta que cada uno de nosotros tiene sus lados más oscuros. También nosotros necesitamos perdón para poder seguir caminando.
Lo más grande de la Iglesia son ustedes: los que no son sacerdotes ni religiosas, sino que, en la entraña del mundo, en el matrimonio, en la profesión, en el negocio, en el mercado, en el jornal de cada día, ustedes son los que están llevando el mundo y de ustedes depende el santificarlo según Dios. Gracias al Señor que este espíritu de santidad laical va despertando cada día más en la conciencia de nuestros seglares. (…)
En tiempos de crisis[1] es muy importante recordar que la jerarquía no “es” la Iglesia, aunque sea la figura más visible. En el último Concilio se habla primero de la Iglesia como Pueblo de Dios y posteriormente sobre la misión de la jerarquía. Monseñor Romero nos repite hoy: “Lo más grande de la Iglesia son ustedes”Y se alegra porque vio que más y más laicos/as estaban tomando conciencia de su papel fundamental de la Iglesia. En estos tiempos de crisis eclesial Monseñor Romero nos dice: “Las Iglesia va caminando hacia adelante y necesita también perspectivas nuevas.. (…) Sepamos ser hombres del momento y sepamos reflexionar en lo de la semana, en lo del momento.” No nos dejemos aplastar por (graves) errores en el pasado, sino miremos el presente y el futuro de la Iglesia. Hace unas semanas oí en una homilía la pregunta “¿Y ahora qué?” ¿Hacia dónde vamos a ir? ¿Cómo seguiremos iluminándonos con el Evangelio de Jesús. Es una pregunta muy urgente.
Monseñor Romero aporta: “Yo les invito, a todos aquellos que no pertenecen a movimientos o a una comunidad de base, que traten de conocerla y de vivirla, porque el cristianismo se vive así, en comunidad, una amistad que se llama comunidad cristiana.”Nos necesitamos aún más en tiempos de crisis y cuestionamientos, en tiempos de darnos cuenta – con profunda tristeza – del dolor que humanos podemos hacer a otros hermanos, del sufrimiento que también gente de Iglesia puede provocar en la vida de otros. Estos significa: Estrechar los lazos comunitarios de la Iglesia. No estamos solos en medio de tormentas y tsunamis,. Reforzar nuestros esfuerzos de servir, de amar, de curar heridas, de liberar, de escuchar, de construir justicia y paz, de salvar la naturaleza, de ser solidarios con los más débiles,… Volver al Evangelio de Jesús y escuchar como los grandes testigos han dado ejemplo. En los procesos sinodales se ha dado algunos pasos. Esperamos que los obispos sepan escuchar los susurros del Espíritu en la Iglesia y que abran puertas y ventanas, que rompan armaduras viejas y vencidas, que trabajan nuevas perspectivas para serle fiel al Evangelio, buena noticia de parte de Dios para toda la humanidad. Tenemos una tremenda responsabilidad. Juntos/as bajo la fuerza del Espíritu seremos capaces. Que nuestros nuevos “hechos” sean nuestra razón de ser miembros de esa Iglesia que, a pesar de las oscuridades, desea ser seguidora fiel de Jesús, signo e instrumento del Reino de Dios.. No tengamos miedo.
Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía de Mons. Romero del 26 de noviembre de 1978. Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo III, Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p 421.422.423
[1] Al escribir esta reflexión, en Bélgica hay una nueva ola de información sobre denuncias de abusos y encubrimientos de parte de personas de la jerarquía de la Iglesia católica. Cuatro programas con entrevistas de víctimas provocan mucho sufrimiento y estupefacción a todos los niveles de la Iglesia. No es que no lo sabíamos (desde hace varios años), y a pesar de los nuevos pasos importantes de la jerarquía para escuchar a las víctimas, apoyar para la curación, y tomar más en serio la responsabilidad de los victimarios, estos nuevos programas en la TV han revuelto muchas discusiones, opiniones, criticas, y hasta cuestionamientos como “todavía te atreves a ser parte de esa iglesia”. Es un nuevo período de crisis.