La venganza del cristiano
| Luis Van de Velde
“Seremos firmes, sí, en defender nuestros derechos, pero con un gran amor en el corazón. Porque al defender así, con amor, estamos buscando también la conversión de los pecadores. Esta es la venganza del cristiano.” (19 de junio de 1977)
En la política (también actual) y muchas veces en la vida diaria, se ve como actitudes agresivas son respondidas con actitudes (y hechos) aún más agresivas. Se acusa al otro (político) de prepotencia y se actúa de la misma manera. Se critica que el otro me considera como “enemigo” y se actúa de la misma manera. Se trata de utilizar todos los poderes para humillar al otro. Se trata de poner al otro en situación de marginación, aislamiento para poder humillar. Si el otro no dice lo que yo quiero que diga, lo llamo mentiroso. Además en la política florece la enfermedad de la pérdida de memoria histórica. Los mismos que violaron flagrantemente derechos humanos y que gracias a la corrupción del sistema legislativo y judicial no son juzgados, se levantan después como grandes defensores de los derechos humanos que podrían ser violados por terceros. Los mismos que hicieron desaparecer millones de dólares, exigen a otros transparencia, y así tratan de borrar la memoria de muchos otros/as. Los mismos que acusan de abuso de poder actúan de la misma manera. Nuevamente somos testigos del dicho que “los enemigos de mis enemigos, serán mis amigos y aliados”. Los que acusan al Gobierno de sus shows políticos (las cadenas nacionales, mensajes en Facebook,…), hacen los mismos shows en la asamblea legislativa transmitido en el canal TV de la Asamblea y utilizan las redes sociales para sus propios shows, con vocabularios vulgares, mensajes blanco – negro,
En la sociedad occidental se observa como “la gente” condena y rechaza a las personas en detención. Se opone a la presencia de “casa de transición” donde las personas se preparan durante la última etapa de su detención para el retorno a la sociedad. Se habla de “criminales” en vez de personas que cometieron un crimen. Ya no pueden ver ninguna característica humanamente buena en aquellos que cometieron (graves) delitos. En muchos países la sociedad solo sabe encerrar a los culpables de crímenes y mucha gente espera que sean gravemente castigados. En algunos estados aún existe la pena de muerte.
Pero lo vivimos también a nivel de familia, de vecinos, de municipios y parroquias. Por ser humanos siempre vivimos tensiones entre unos y otros. No pocas veces hasta se quiere hacer daño al que nos ha hecho daño. Hay celos cuando el otro cumple su misión y su tarea. Tan fácilmente olvidamos que nuestras propias heridas han moldeado caracteres que chocan con otros/as. ¿Por qué se rompen relaciones? ¿Porqué acusamos en primer lugar al otro/a?
Monseñor Romero nos dice que “la venganza cristiana es el amor y la búsqueda de la conversión”. Cuesta encontrar ejemplos de esa venganza cristiana expresada en amor y deseo de perdón y conversión. Quien ama de verdad también está dispuesto a perdonar y a revisar su propia actitud y conducta. Monseñor recuerda que la Iglesia será implacable en la defensa de los derechos fundamentales, del pueblo (pobre en primer lugar), de la Iglesia, pero que lo hará siempre “con un gran amor en el corazón “. En su última homilía en catedral llamó “hermanos” a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía y del ejército, recordándoles que estaban matando a sus mismos hermanos campesino. Conociendo la inhumanidad cruel de los cuerpos represivos, Monseñor era capaz de acercarse a ellos llamándolos “hermanos”. Eso era su verdadera actitud de pastor. Eso era el ejemplo que nos dio.
Con la penetración del cristianismo en la cultura occidental - también gracias al apoyo político y económico de los emperadores y reyes, - se puede mencionar grandes tendencias de humanización, pero también de deshumanización. Y llama la atención que el mensaje tan central del Evangelio, las palabras y la práctica del perdón y la reconciliación, no ha echado raíces en nuestras sociedades. Ni en la Iglesia, ni en la sociedad de la cristiandad hemos sido capaces de humanizar a los pueblos en la dimensión del perdón y la reconciliación, en la conversión, en la oferta honesta de nuevas oportunidades. Hoy vivimos tiempos donde la Iglesia en el mundo occidental está perdiendo cada vez más espacio público. Desde la sociedad secular se le echa en cara las trágicas experiencias de abusos, su silencio (para salvaguardar la institución) y la tardía reacción considerada no muy eficaz. En estos tiempos urge que la Iglesia, a todos sus niveles, viva la misericordia, el perdón, la reconciliación, a partir de la verdad, trabajando para curar las heridas que llevamos y que provocamos unos/as a otros/as. Sin transformación real de la institucionalidad de la Iglesia, sin vivir personal y comunitariamente la dimensión del perdón, reconciliación , conversión, la Iglesia no logrará ser fermento de misericordia. Por supuesto todo esto debe ir acompañado por el cuido efectivo por las víctimas.
Defender los derechos, con firmeza, pero con un gran amor, sigue siendo un gran reto en el mundo, en nuestro pueblo, en las colonias, en la política, en las comunidades cristianas, en y entre las Iglesias. Tan fácilmente caemos en las trampas de la venganza del poder y del odio. ¿Cómo se puede demostrar de corazón ese gran amor a alguien que viola nuestros derechos? ¿cómo hacer denuncias de violaciones con ese gran amor de corazón? ¿cómo acercarnos en fraternidad sincera llamando a la conversión? ¿cómo denunciar a otros sin olvidarse de nuestra propia necesidad de conversión y cambio radical?
Cita 2 en el capítulo V (pecado y conversión) en 'El Evangelio de Monseñor Romero'