Teología y moral en Fratelli Tutti de Francisco

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Queremos empezar dando gracias a Dios y a Francisco por su bella, profética e imprescindible nueva encíclica, “Fratelli Tutti (FT), sobre la fraternidad y amistad social”, de nuevo inspirada en muy buena medida en San Francisco de Asís (FT 2-5). En la línea de esta santidad eclesial junto a su magisterio como “Laudado Si”, esta nueva encíclica recoge, actualiza y profundiza todo lo bueno y valioso (verdadero) de la fe e iglesia con su tradición, magisterio y doctrina social (DSI). En esta dirección, en el surco de dicha tradición con San Agustín o Santo Tomás de Aquino, o junto al magisterio de San Juan Pablo II (RH, RM 60) y Benedicto XVI (DCE, CV), Francisco nos muestra lo esencial del Evangelio de Jesús, que nos revela a Dios y su Plan (FT 91-93). Esto es, la Gracia del Amor fraterno y misericordioso que nos salva en el amor, la paz y la justicia con los otros, con toda la humanidad, las víctimas de la historia y los pobres de la tierra. Y nos libera del pecado de la egolatría e individualismo con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia que producen la globalización de la indiferencia, la pasividad y (por ello) complicidad ante el sufrimiento, mal e injustica que padecen los otros, los empobrecidos y excluidos.

Gratuitamente, con su Gracia como ya nos transmite el Vaticano II (GS 22), nuestro Dios Padre en Cristo regala universalmente a todos sus hijos, toda la humanidad, su amor filial y fraterno (Mt 5, 45; FT 60). Así, “Jesús nos decía: «Todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8)” (FT 85). En esta línea, ya enseña Benedicto XVI que “al ser un don recibido por todos, la caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad, unifica a los hombres de manera que no haya barreras o confines. La comunidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, pero nunca podrá ser sólo con sus propias fuerzas una comunidad plenamente fraterna ni aspirar a superar las fronteras, o convertirse en una comunidad universal. La unidad del género humano, la comunión fraterna más allá de toda división nace de la palabra de Dios-Amor que nos convoca” (CV 34).

Tal como se observa, unidos a los otros Papas, Francisco va a la entraña de la fe: la unión inseparable del Amor al Dios y al prójimo, a los otros (cada ser humano) en esa caridad que, en la opción por los pobres, promueve la fraternidad solidaria, el bien común más universal y la justicia global sin barreras ni fronteras (FT 80-83); en contra de los populismos y nacionalismos elitistas e insolidarios. Sostenido en el corazón del Evangelio de Jesús, con las claves del buen samaritano y el hijo pródigo (Buen Padre) o de los escritos Joánicos, Francisco nos transmite que no hay verdadera relación y encuentro con Dios sin ese amor fraterno universal (1 Jn). Una caridad fraterna y solidaria que se responsabiliza por el bien de toda la humanidad, ante el pecado del mal e injusticia que sufre (FT 61). Es el pecado contra el Dios Amor y su mandamiento nuevo, el amor fraterno, la caridad universal. Y es que se falsea toda religión, o espiritualidad, cuando se permanece pasivo e indiferente (cómplices) ante los sufrimientos de los pobres, excluidos y victimas caídas en el reverso de la historia (FT 71).

De esta forma, Francisco nos da los motivos más profundos de la fe y teológicos, con esa virtud teologal principal que es la caridad, revelada por Dios en Cristo y su entrega de amor en la cruz que nos salva, nos da la vida plena y eterna. Todo ello confiere esa trascendencia a la sagrada e inviolable vida y dignidad de todo ser humano, imagen y semejanza de Dios. El Papa va así al centro de la fe (FT 85), el Misterio del Dios Trinitario, fundamento y modelo de comunión, amor y solidaridad para la iglesia, toda la humanidad y sociedad-mundo. Como nos enseña el magisterio con el Vaticano II (GS 24) y los Papas como San Juan Pablo II (SRS 40) o Benedicto XVI (CV 54). En este sentido, como nos transmite la tradición y fe de la iglesia con los Santos Padres o el Vaticano II (GS), en esa verdad central de la Encarnación, Dios en Cristo se ha unido a todo ser humano. De forma similar a la eucaristía, Jesús pobre y crucificado se encuentra presente sacramentalmente en todo prójimo (ser humano) que sufre, en los pobres, excluidos y crucificados de la tierra como son los hermanos migrantes o refugiados (Mt 25, 31-46). Tal como nos enseñan, asimismo, los obispos españoles (IP, ISP).

Estamos pues en la vía maestra de la moral y la DSI, el orden (civilización) del amor en la verdad con sus constitutivas dimensiones sociales, públicas e institucionales. Es decir, la caridad política e inteligente que promueve efectivamente el bien común más universal, la justicia con los pobres de la tierra y la transformación del pecado personal e institucional (socio-estructural), las estructuras de pecado; e irnos liberando integralmente de estas raíces y causas de los males, pecados e injusticias. Unida inseparablemente a la conversión personal (FT 196), la caridad política integra y renueva las relaciones inhumanas, las estructuras injustas, las instituciones, leyes o sistemas perversos que van en contra de la vida y dignidad de la persona, que impiden el bien común y la justicia con los pobres.

Frente a los relativismos, individualismos e integrismos, Francisco nos muestra la trascendencia de promover la verdad, con los fundamentos y principios solidos en la vida moral. Esa razón humanista con los valores universales constituidos por la ley natural, la naturaleza humana, que siempre hay que respetar y que son la base de los derechos humanos (FT 208-209). Se resalta igualmente la importancia de la memoria, esta verdad moral y la justicia con las víctimas que llama a la fraternidad, al perdón y la reconciliación (FT 226-227). Es la memoria de la humanidad e historia del sufrimiento e injusticias, con esas realidades de los holocaustos como la Shoah o Hiroshima y Nagasaki, que padecen las víctimas a manos de los totalitarismos e imperialismos (FT 248). Es cierto que los pueblos que no tienen memoria, que olvidan su (la) historia, están predispuestos con más facilidad a seguir cometiendo barbaries e injusticias, sin que se restituya el sufrimiento y la justicia con las víctimas, ni se impulsen esos procesos de perdón y reconciliación.

Frente a los falsos populismos y elitismos de izquierdas, como el comunismo colectivista (colectivismo) o el neoliberalismo junto a capitalismo (FT 155-157, 165), no puede existir un monopolio (totalitarismo) del estado y mercado que tienen sus límites (FT 168-169). En contra de estas polarizaciones e ideologizaciones, en un dialogo y encuentro fraterno, no hay que oponer lo local y la global (FT 142-148), la libertad e igualdad que no son posibles sin esta experiencia de la fraternidad universal, solidara y liberadora (FT 103-105). En esta dirección, el mercado tiene que ser controlado (regulado) por el estado y, en especial, la sociedad civil, por los pueblos como sujetos protagonistas en la gestión pública del bien común y la justicia social, para una verdadera democracia ética. Tal como también denuncian y anuncian proféticamente Pablo VI (PP 33), Juan Pablo II (CA 35, 40, 48; EA 56) o Benedicto XVI (CV 41). En esta línea, el Catecismo de la iglesia visibiliza que la economía y el mercado se deben situar en el marco moral del bien común, la solidaridad y la justicia social con los pobres (n. 2425).

De ahí que, como nos enseñan la DSI con los Papas como Benedicto XVI (CV 67), hacen falta unas autoridades e instituciones internacionales, mundiales que regulen esta globalización del capital y de la guerra para que, en otra dirección, surja la civilización del amor fraterno, la paz y la solidaridad (FT 173-174). El principio y derecho natural del destino universal de los bienes tiene, pues, la prioridad sobre el derecho secundario de la propiedad privada (FT 118-120), que no es absoluto e intocable. La propiedad tiene un destino común, universal y grava solidariamente sobre ella una función (regulación) de carácter social. Así nos muestra todo ello los Santos Padres con el Vaticano II (GS 69), la DSI con San Pablo VI (PP 23) y San Juan Pablo II (LE 14). En esta línea, una clave esencial de la cuestión social y la DSI es el trabajo decente (FT 162), con un salario digno, justo para las personas y sus familias. El trabajo, la realización y dignidad del trabajador, tiene la prioridad sobre el capital (beneficio, medios de producción…) como nos transmite la DSI con San Juan Pablo II (LE 13, 19).

Esta caridad política efectúa una solidaridad verdadera, que va de forma ética y efectiva (inteligente) a las causas estructurales de los males e injusticias como es el hambre, la pobreza y el subdesarrollo (FT 116). Hay que promover la justicia social (global) con el reparto en equidad de la propiedad y los bienes, como es el trabajo digno con un salario justo. Y, por tanto, no caer en el paternalismo asistencialista que hacen a las personas dependientes, dominadas y esclavas. Se trata de no encubrir las injusticias sociales, con un mal acceso y reparto inequitativo de los bienes y del trabajo, o un trabajo basura e indecente. Dando a cambio, como un mecanismo injusto, una "ayuda" (por ejemplo, comida o ropa) o dinero, asimismo, en forma de renta o subsidio, que pueda servir para parchear y encubrir estas desigualdades sociales. Adormeciendo y nublando así la conciencia moral, ante estos males e injusticias. Como ya nos enseña todo ello Francisco en LS (127-128) o en EG (192, 202-204) junto con al Vaticano II (AA8) y a la DSI con San Juan XXIII (MM 83). De ahí que, por ejemplo, haya que acoger, promover y defender a los hermanos migrantes o refugiados; yendo a estas causasde la violencia estructural, la inequidad e injusticia global, como es la especulación financiera con todo (hasta con los alimentos y la salud), que impiden el desarrollo humano e integral en los países del tercer mundo o sur empobrecido (FT 189).

Frente a toda esta inequidad junto a la cultura de la muerte y del descarte de los débiles, como los niños no nacidos y las familias e hijos o los ancianos (FT 18-19), Francisco nos muestra la bioética global y una ecología integral. Esto es, el cuidado y la defensa de la vida en todas sus fases, desde el inicio con la fecundación-concepción, dimensiones y aspectos unida la justicia con los pobres, las víctimas y la naturaleza. Frente a todo mal, violencia, agresión a la vida e injusticia causadas por los poderosos y ricos, como ya nos transmite San Juan Pablo II (EV 10,12). De ahí que, asimismo, sean inadmisibles la pena de muerte y las injusticias de las guerras (FT 255-256) o la misma destrucción ecológica (LS) que son rechazadas igualmente por la fe e iglesia (EV 27). “Nunca más la guerra!». ¡No, nunca más la guerra!, que destruye la vida de los inocentes, que enseña a matar y trastorna igualmente la vida de los que matan, que deja tras de sí una secuela de rencores y odios, y hace más difícil la justa solución de los mismos problemas que la han provocado” (San Juan Pablo II, CA 52).

Por ello, en la misión de la fe e iglesia como nos muestra San Juan Pablo II (RM 55-47), es imprescindible este dialogo y encuentro cultural e inter-religioso. En donde acogemos lo bueno, bello y verdadero de los otros en ese poliedro de la diversidad para esta búsqueda de la fraternidad, la paz y amistad social (FT 216-217). Sin que por ello tengamos que renunciar a la identidad cristiana-católica, el Evangelio de Cristo, que para nuestra fe es el fundamento de la vida y dignidad trascendente de la persona (FT 277). Como se puede ver, para concluir y frente a las ideologías de todo tipo, con FT Francisco nos ha donado una enseñanza teológica, moral y social creíble, coherente y fiel a la tradición-magisterio de la iglesia con los Papas y su DSI. Solo nos queda invitar a continuar leyendo, estudiando e investigado directamente, de forma personal y comunitaria, la belleza de este trascendente texto (fuente) profética de FT.

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