El encuentro con Dios desde el reverso de la historia

Cuando la vida humana va llegando a su fin o termina con la muerte- en especial de personas que uno valora y estima-, entre otras formas, afrontamos esta situación escribiendo. Es lo que queremos hacer en estas líneas, como memoria agradecida y afectuosa a José Miguel Barreto, recientemente fallecido. Él era amigo y compañero de docencia e investigación en el Departamento de Filosofía y Ciencias Humanas, Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC, Gran Canaria). Y padre de Daniel Barreto, buen amigo, filósofo y asimismo profesor del ISTIC. José Miguel era profesor e historiador de profesión y vocación, especialista de historia contemporánea de la iglesia en Canarias en la que estudió, de forma particular, la aportación eclesial en el campo social. Por ejemplo, investigó a testimonios tan relevantes como A. Pildain, que fuera Obispo de Canarias, un testigo de la fe y del compromiso social frente la dictadura e injusticia.

La muerte de José Miguel se junta con el 90 cumpleaños de un teólogo latinoamericano, tan querido y significativo, como Gustavo Gutiérrez. Al que el Papa Francisco ha enviado una cordial y cercana carta, para felicitarle y valorar toda su significativa contribución a la teología, a la iglesia y a la humanidad. José Miguel y Gustavo nos muestran la pasión por Dios, por la iglesia y por los pobres de la tierra. Ellos han dedicado su vida al conocimiento y compromiso desde el reverso de la historia, donde el Dios de amor, de los pobres y las víctimas se hace presente en el mundo y en la iglesia al servicio de la fe, de la cultura y la justicia liberadora. Con su pensamiento crítico y liberador, tanto José Miguel como Gustavo han situado el conocimiento, la cultura y la historia en este compromiso de fe y social, en la praxis por la justicia y la liberación integral con los pobres, las víctimas y los oprimidos.

Ellos sirven al Dios de la vida, de los pobres y de las víctimas frente a esos falsos dioses que dan muerte, los ídolos del poder y de la riqueza que legitiman u originan el sufrimiento e injusticia que padecen los empobrecidos y las víctimas. José Miguel y Gustavo, como se afirma ahora, contribuyeron a una epistemología desde el Sur con la clave hermenéutica de la opción por los pobres, por las víctimas y la pasión por la justicia: como lugar ineludible del conocimiento e historia. Y es que para ellos, desde su fe e investigación comprometida, Dios se revela en Jesús de Nazaret, pobre y crucificado por el Reino con su justicia que nos libera integralmente de todo mal e injusticia, como la que padecen los pueblos oprimidos y crucificados.

José Miguel y Gustavo bebieron en este pozo de la espiritualidad de encarnación, propia de los movimientos obreros católicos y de las comunidades eclesiales de Latinoamérica, que se apasiona por la realidad. Se trata de ser honrados con lo real. Tal como nos trasmitió el Vaticano II y se actualizó en América Latina, en las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla… hasta llegar a Aparecida. En el ver la realidad, desde la mirada del amor hacia el sufrimiento e injusticia que padecen los pobres y la víctimas. En el juzgar eso real que oprime y niega la vida de las personas, de los pueblos y de los pobres como mal, como pecado personal y social (estructural e histórico). Y en el actuar con la praxis por la justicia y la opción por los pobres como sujetos de su desarrollo, promoción y liberación integral.

Ellos han practicado la ecología de saberes. Con la valoración de todo lo bueno, verdadero y bello que nos dejan la sabiduría vital de las culturas, las espiritualidades y religiosidades populares, de los obreros, los pobres y las gentes más sencillas o humildes. Una ecología de saberes que, con toda esta cultura popular y liberadora, es crítica con las colonizaciones políticas, económicas e ideológicas que dominan; con las idolatrías del capital, del mercado, el poder y el estado que oprimen, empobrecen y excluyen. Un pensamiento decolonial o descolonizador que pretende la emancipación y liberación de toda relación, estructura y sistema injusto e inhumano.

Y es que el Dios revelado en Jesús con su Reino de amor, paz y justicia con los pobres va donando su salvación en la historia. La salvación que Dios nos regala, con su Gracia del Amor, se va realizando y anticipando ya en las liberaciones históricas, sociales, políticas, económicas, culturales, personales y espirituales. El Dios de la vida nos va liberando de toda injusticia, mal, alienación y pecado personal, social y estructural para ser protagonistas de la historia con el compromiso del amor y la militancia por la justicia con los pobres de la tierra. Dios regala así una existencia con sentido, humanizada, realizada y con esa felicidad auténtica del servicio del amor, de la fraternidad y de la justicia con los pobres. Lo cual nos abre a la trascendencia y la esperanza de la vida plena, eterna, del cielo. Nuestra fe, confianza y oración en que José Miguel vive y se encuentra ya con el Dios de la vida, que hace justicia a las víctimas y a los pobres, que vence definitivamente a todo mal, injusticia y a la misma muerte.
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