Bach, partita BWV 829

Bach, partita BWV 829

¡Feliz domingo! No podíamos faltar a la cita que «la vieja peluca», como sus hijos apodaban cariñosamente a J. S. Bach, nos tiene reservada cada domingo. Si más o menos estás acompañándolo sabrás que estamos ya por las grandiosas (y famosas) partitas para teclado, que los grandes clavecinistas y los más insignes pianistas llevan en su repertorio, para disfrute de la audiencia. Sin duda son obras de una calidad increíble.

J. S. Bach

Antes de escucharla vamos a quedarnos un rato en la biografía de Johann Sebastian Bach (1685-1750), compositor alemán nacido en Eisenach. Cuando llegó a Lüneburg a estudiar sus maestros vieron en él la posibilidad que pasase por la universidad (como habían hecho Pachelbel o Böhm). Sus capacidades intelectuales estaban fuera de toda duda, al igual que las musicales. Pronto se le ofreció un puesto en la coral de San Miguel de la localidad, según su hijo, «por su poco común bella voz de soprano». Pero no todo era talento innato sino que sus profesores también se encargaron de su formación. Principalmente su hermano Christoph quien, de hecho, es el único que aparece como profesor suyo en el Obituario. Es muy posible que Christoph le transmitiese también el arte de tocar el teclado (principalmente el clave y el órgano, con las manos y los pies), arte que el propio Sebastian le transmitiría luego a su hijo mayor cuando este contaba nueve años.

La toca hoy el turno a la Partita para teclado n.º 5 en sol mayor, BWV 829. Probablemente es la más breve de las seis, aunque no le falta ni brillantez ni sutileza. Se abre con el Praeambulum, que es una cascada de alegría y que transmite la energía por todos los rincones; se ha visto en ella una premonición del estilo de Haydn pero la obra es típicamente bachiana. Sigue con una Allemande, con una gracia especial. La breve Courante retoma algo la energía del primer movimiento. La Sarabande trae la serenidad, con un estilo reposado, que es una verdadera isla paradisíaca frente a tanta brevedad. El gracioso Tempo di Minuetto aparece con su característica elegancia y con un ritmo que luego nos lleva al no menos danzarín Passapied. Termina la suite con la hipnótica Gigue, llena de ese contrapunto y ese virtuosismo que está presente en cualquier composición de Bach.

La partitura de la suite puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Scott Ross al clave.

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