Canción de cuna



¡Feliz lunes! Espero que la semana que hoy empieza te depare buenas cosas y buenos momentos. Para comenzarla te ofrezco una música delicadísima, de un maestro que, imperdonablemente, nunca había aparecido por aquí. Además es un consumado maestro en el instrumento que también nos acompaña hoy. Por eso, por partida doble, hoy vamos a disfrutar de lo lindo con una pieza que es una verdadera maravilla. Si te sientes con ganas de pasar un buen rato, ¡prepárate que repetirás!

Te presento a Leo Brouwer (1939), maestro cubano nacido en La Habana y de nombre original Juan Leovigildo. Su padre era guitarrista aficionado y animó a su hijo a que se dedicase a este instrumento, cosa que hizo. Su primer maestro en esta disciplina había sido discípulo de un discípulo de Tárrega. Con diecisiete años dio su primer concierto y ya estaba también componiendo. Perfeccionó su formación en Nueva York. De vuelta a su Cuba natal ejerció diversos cargos directivos. Su estilo fue absorbiendo las técnicas más actuales y fue el primer cubano en usar la aleatoriedad. Su producción es de lo más variada, abarcando muchas obras para guitarra y también para piano (normal y preparado), así como piezas corales, orquestales, etc. En sus primeras composiciones muestra una gran influencia de la música de su país pero poco a poco se dedicó a explorar otros ámbitos, enriqueciendo sus composiciones de una forma especial. Estas han sido interpretadas por las orquestas más importante de todo el mundo, siendo un compositor de vanguardia importante para entender la música actual y su panorama de composiciones.

Hoy te traigo su Canción de cuna para guitarra. Es una obra compuesta en 1956 sobre un tema de Eliseo Grenet (otro compositor cubano), que se titula «drume negrita». Ese tema original, lleno de ternura. Empieza con un pizzicato (que a mí me recuerda a Bach) y luego aparece el tema de Grenet de una forma tan irreal que nos envuelve. Vuelve el pizzicato para luego introducir el segundo tema, que es ascendente y contraste de forma casi perfecta con el primero. Termina la pieza con un motivo tranquilo y rítmico. Esta composición se ha convertido (justamente) no solo en una de las más conocidas de Brouwer sino en toda una obra maestra de la guitarra del siglo XX.

La interpretación es de Ronny Wiesauer a la guitarra.

Volver arriba