La Mancha vista desde América



¡Feliz martes! Muchas veces resulta curioso cómo los compositores extranjeros ven nuestro país y, en este caso, nuestra música. La de hoy proviene de un compositor que se paseó por Europa deleitando a las audiencias con su arte y también ofreciéndole música reconocible pero siempre vista desde su pongo de vista. Es más, la obra de hoy parece ser que fue compuesta en nuestro país.. de forma que vamos a escuchar en ella una buena mescolanza de estilos y ambientes.



En crearlos era siempre maestro Louis Moreau Gottschalk (1829-1869), compositor estadounidense nacido en Nueva Orleans. Su padre era agente inmobiliario de la época y desde su más tierna infancia escuchaba música criolla en casa ya que su madre era originaria de Haití. Con once años fue enviado a estudiar a París pero no pudo entrar en el conservatorio. En 1845 hizo su debut allí y fue alabado por Chopin. Le gustaba tocar en sus conciertos obras suyas llans de ritmos sincopados y de encanto sureño. Volvió a Nueva York y comenzó a firmar contratos por la publicación de sus composiciones, que eran aclamadas cada vez más. Se fue de gira por el Caribe, California, Panamá, Perú, Chile y otros países de América del Sur. Fue testigo de la pobreza de algunos lugares así como de la guerra civil americana, la cual le horrorizó. Otros posteriores a él, como Scott Joplin, retomaron ese gusto por la síncopa de Gottschalik así como por su pulsión rítmica. En la década de 194 fue calificado de pasado de moda y necesitó muchos años para recuperarse de ello, hasta que muchos intérpretes vieron sus obras como verdaderas piezas maestras.

Una de ellas es Manchega, op. 38. Este estudio de concierto fue probablemente empezado a componer en Sevilla en 1853 pero no fue publicado hasta más tarde. Es una de las obras más difíciles del compositor que tiene un carácter abiertamente feliz, muy en el estilo de Albéniz o Granados, aunque salvando las distancias, claro está. El compositor usa lo que podríamos llamar ritmos indígenas españoles, quizá uno de los pioneros en hacerlo. El uso insistente de la síncopa dota a la obra de un sabor muy especial y en ella los ritmos se entremezclan con los temas. Los propios acordes están cargados de una intensa pulsión rítmica, que se suaviza algo en la parte intermedia. La obra sigue por los mismos derroteros llegando a un triunfante punto final.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Ivan Davis al piano.

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