Música con poderío



¡Feliz miércoles! Desde el primer compás apreciarás que la obra de hoy está llena de una fuerza que nos arrolla y nos arrastra con ella. Casi tiene un poder hipnótico por este aspecto de forma que nos deja honda huella. Quien ha escrito estos compases no es, desgraciadamente, una figura demasiado conocida y tras la escucha de la obra solo podemos lamentarnos por ello. Sirva este post para aportar mi granito de arena al conocimiento de músicas que merecen mucho la pena y no son todo lo conocidas que debiera.



Nos visita hoy Galina Ustvolskaya (1919-2006), compositora rusa nacida en San Petersburgo. Su música llegó a occidente en 1986 y desde entonces se ha quedado entre nosotros. La obra de esta compositora se ha comparado con polos que explotan, estrellas oscuras, cuerpos pequeños en espacios grandes,... Para Frans Lemaire la música de Ustvolskaya es «un agujero negro de tal densidad que se traga su propia luz». La obra de esta compositora es un testimonio de la desintegración y la catástrofe de Rusia. Vivió y murió en una ciudad que pasó por tres nombres: Petrogrado, Leningrado y San Petersburgo. En su conservatorio se formó con Shebalin y Shostakovich, sintiendo este una casi devoción por su discípula. Hasta al punto que llegó a decir: «No he sido yo [Shostakovich] quien ha influido en ti sino tú en mí». Sus obras se caracterizan por los clústeres de acordes, los cuartos y octavos de tono, el uso de cantos desnudos, casi sin adornos y la fuerza dinámica en obras cuya potencia va desde el pppppp al ffffff. Hasta al punto impacta su forma de componer en nuestros oídos que le musicólogo holandés Elmer Schönberger dijo que era «una señora con un martillo».

Comprobemos todo esto en su Gran dueto para chelo y piano, composición avanzada que fue escrita en 1957. «Ninguna de mis músicas es música de cámara, ni siquiera una sonata para un instrumento a solo». Con estas palabras calificaba la compositora sus composiciones, indicándonos su estilo sinfónico siempre presente. El chelo es un instrumento occidental «vocal» por excelencia que a la vez tiene peso y cuerpo así como su propia voz. Ustvolskaya lo lleva hasta casi el extremo y casi rebasa el límite de sus posibilidades. La obra está dividida en cinco movimientos que van desde la violencia inicial, casi animal, al último de ellos en el que el chelo canta de verdad, pero con una melodía descarnada, marca de la casa de la compositora. El piano también tiene momentos explosivos, casi semejantes a la rotura de cristales multicolores. Una música que comienza arrastrándonos hacia el espacio pero que termina casi en un susurro del chelo, lleno de introspección, que no consigue romper los violentos acordes del piano

La interpretación es de Mstislav Rostropovich (chelo) y Alexei Lubimov (piano).

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