Oh admirable sacramento



¡Feliz viernes! Hoy la Iglesia Católica celebra el día de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, es decir, el día en que fue consagrada. Es un templo muy importante y una de las cuatro basílicas mayores (junto con San Pedro, San Pablo y Santa María La Mayor); las otras del mundo son menores. Para este día, he buscado uno de los músicos que trabajaron en ella y me he encontrado con la obra del que te traigo hoy, que aparece por aquí por primera vez. ¡Démosle la bienvenida!



Quien viene hoy con su música es Francesco Foggia (1604-1688), compositor italiano nacido y muerto en Roma. Fue uno de los maestros de capilla más importantes de Roma ya que prácticamente pasó toda su vida ocupando puestos importantes. Se empezó formando en el Colegio de San Apolinar de los jesuitas en la Ciudad Eterna y parece ser que estudió con Nanino y Paolo Agostini. Tras unos años trabajando en Alemania y Austria comenzó su lista de puestos como maestro de capilla. Primero en Narni y Montefiascone y luego ya pasó a Roma. En 1637 fue nombrado para ese puesto en la Basílica de San Juan de Letrán, y en el contrato se le permitía conservarlo hasta el final de su vida. Ahí tuvo oportunidad de establecer sus cartas como compositor. Sus obras comenzaron a publicarse y aparecieron en volúmenes propios como en diversas antologías, que luego viajaron a otras partes de Italia y fuera. Fue elegido varias veces como jefe de la «Cogregazione dei Musici» y su música era regularmente interpretada en los templos romanos. Entre sus estudiantes estaban Bianchini, Pitoni o su hijo Antonio Foggia, que formaron la próxima generación de músicos. Con respecto a la basílica, Antonio se aprovechó de la posición de su padre ya que este dejó por escrito que fuese su ayudante y luego su sucesor tras su muerte.

Foggia padre nos trae el motete O Praetiosum et admirabilis sacramentum. La obra muestra las características del motete barroco de esa época tan intensa de la música, especialmente en Italia: las bellas declamaciones de las voces sobre un bajo continuo, ese juego con el cromatismo y el servicio a un texto que, aun siendo religioso, da mucho juego al compositor. Asistimos a un concierto para tres voces, en las que solo ellas son protagonistas y se ven sostenidas por el continuo, en una obra escrita explícitamente para alguna celebración eucarística.

La interpretación es del Ensemble Vocale Domus Aurea.

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