Oh, creador de las estrellas



¡Feliz jueves! Seguimos caminando por esta primera semana de Adviento y por ello quiero traerte música relacionada con este tiempo litúrgico. Ya he puesto aquí varias versiones de esta obra y para este año te traigo otra. No deja de ser un himno conocido para muchos compositores y por ello tenemos muchas versiones. La de hoy es especial porque en su interpretación se mezclan instrumentos con la voz humana, lo que le da cierto encanto a la música, procedente de un gran maestro.

Otra vez está con nosotros por aquí Guillaume Dufay (c. 1397-1474), maestro franco-flamenco nacido probablemente en Beersel; el apellido también aparece como Du Fay. Su carrera empezó de forma modesta como un sencillo niño de coro de la catedral de Cambrai, alrededor de 1409. Comenzó así de modesto y terminó como director de música de la capilla papal, como colaborador de Donatello y Brunelleschi, y casi podemos decir que Dufay es el primer músico que plenamente podemos encuadrar en el Renacimiento. Fue ordenado sacerdote y ya desde muy pronto mostró un talento muy especial y raro para la música y una habilidad intelectual muy especial. Cuando murió dejó una considerable fortuna (con dinero en efectivo, joyas, muebles, libros,...) y música, evidentemente, incluida aquella que debía interpretarse en sus funerales. Evidentemente, con su muerte comenzaba la casi leyenda de uno de los mejores compositores (si no el mejor) de su tiempo y uno de los grandes de la historia. Fue uno de los últimos en usar la técnica medieval del motete isorrítmico y en utilizar armonías que ya lo entroncan con el Renacimiento. Su manejo de las grandes formas era total y se caracterizaba por escribir melodías verdaderamente memorables.

El himno al que hago referencia es Conditor alme siderum, uno de los antiguos himnos para el Adviento con texto, parece ser, de san Ambrosio. En la década de 1430 Dufay decidió componer un himnario completo, algo que cambiaría el desarrollo de la música occidental ya que las obras se constituyeron en refenciales. En este caso, Dufay coloca el canto llano en la voz aguda, de una forma casi desnuda. Acompañando a esta voz el maestro elabora otras dos de forma que en conjunto casi parece una antigua chanson y con continuas referencias a ese tipo casi improvisatorio de polifonía conocido como fabordón, con acompañamiento de las voces en octavas y cuartas paralelas. El bajo tiene una melodía que es de lo más sutil y hace de esta pieza una de las más famosas de este gran maestro.

La partitura de la pieza puedes conseguirla aquí.

La interpretación es del conjunto Servir Antico.

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