Las banderas del rey se enarbolan

¡Feliz lunes! Espero que la semana que ahora comienza esté buena de llena música porque si es así todo irá mejor. Por mi parte espero contribuir a ello desde este rincón. Vamos a empezar este recorrido semanal con uno de los grandes compositores de la época final de Romanticismo. Es muy conocido por sus sinfonías pero también por sus obras coral, que son como pequeñas catedrales, concentradas y meditativas que nos maravillan cada vez que las escuchamos.

Así te he presentado algunas veces a Anton Bruckner (1824-1896), maestro austríaco nacido en Ansfelden. Pasó durante mucho tiempo como maestro de coro de un monasterio así como organista en Linz. Decidió ponerse a estudiar en serio y primero lo hizo por correspondencia antes de matricularse en el conservatorio de Viena. Sin embargo, por esos días ya había empezado a componer sus grandes sinfonías. Un hecho importante marcó su vida y fue la asistencia al estreno de la ópera «Tristán e Isolda» de Richard Wagner. Permaneció fiel a este compositor pero aún se discute si influyó verdaderamente en el estilo bruckneriano. En 1868 fue contratado como profesor del conservatorio en el que estudió. El crítico vienés Graf dijo de él que «reflexionaba sobre los acordes y sus asociaciones del mismo modo que un arquitecto medieval contemplaba las formas originales de una catedral gótica». En su producción destacan sus grandiosas sinfonías, a veces con influencias populares pero siempre perfectas en cuanto a su factura y llenas de un espíritu casi religioso.
Escuchemos su motete Vexilla regis, WAB 51. Fue escriba por Bruckner en 1892 y dijo de ella que la compuso solo por impulso de su corazón. Es la última obra religiosa a pequeña escala compuesta por él. Estaba a la vez componiendo su monumental novena sinfonía pero no pudo evitar dar a luz a este bombón. El ambiente general de la obra es de lo más delicado y el sonido es muy puro. El cromatismo colorea la composición de una forma especial que resuelve en la nota de mi al final de cada versículo. La obra tiene un clímax en la palabra «prodeunt» en la podemos escuchar ecos del Parsifal wagneriano. Es una verdadera delicia.
La partitura de la pieza puedes conseguirla aquí.
La interpretación es del Coro Filarmónico Checo dirigido por Petr Fiala.