La emoción del número tres



¡Feliz lunes! Otra semana que comienza y de nuevo más deseos (que siempre me parecen poco) de que te vaya muy bien y no tengas demasiados contratiempos. Si la música de te ayuda a sobrellevar este lunes, la de hoy entonces te va a alegrar el día de una forma especial. La música es de una belleza y una perfección increíble porque salió de la mano de uno de los grandes nombres de la historia de la música. Perdón, de la Historia de la Música, con mayúsculas, porque todo lo de él es mayúsculo.


Y él es Ludwig van Beethoven (1770-1827), compositor alemán nacido en Bonn. Se comenta que tenía cinco pianos sin patas en su casa y que le gustaba componer en el suelo. De todas formas, hablar de casa es un poco audaz en su biografía porque parece ser que llegó a vivir hasta en treinta y nueve apartamentos distintos de Viena. Beethoven era lo que puede calificarse como arquetipo de genio. Cuando era joven fue comparado con Mozart y de mayor con Shakespeare. Su música es espectacular, doméstica, profunda y aristocrática y muchas veces todo eso aparece en una sola obra. Siempre estaba dispuesto a explorar nuevos caminos, a pesar de que eso le costase desde el punto de vista profesional. Era un enfermo crónico de multitudes de males (que sobrellevaba con estoicismo) y le costó encontrar el amor de su vida. Su sordera ha hecho de él un héroe y un icono casi perfecto del genio atormentado.

Este genio nos ofrece hoy su también genial Trío para violín, violonchelo y piano en Sol Mayor, op. 1 n.º 2. Fue estrenado en 1795 y está dedicado al príncipe Lichnowsky. Tiene escala sinfónica, con una característica introducción lenta que conduce a un allegro ligero con un tema en la dominante que nos recuerda mucho a Haydn y sus últimas sinfonías. El siguiente movimiento es un adagio con momentos que parece un himno. El tema es muy profundo, en Mi Mayor, con un dramatismo especial. El tercer movimiento es más un scherzo que un minueto y también muy «à la Haydn». El trío se convierte en un lacónico vals que casi predice los cuartetos finales. El tema se extingue en un delicado pianísimo. El final tiene un inicio arrebatador, con un ritmo que contagia gracias a sus notas repetidas. Los acentos en «sforzando» aparecen una y otra vez y en la recapitulación Beethoven nos sorprende con unas figuras en octava del piano que preparan de forma espectacular el tema inicial. Una obra redonda y maravillosa.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Isaac Stern (violín), Leonard Rose (chelo) y Eugene Istomin (piano).

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