Al pecar cada día



¡Feliz miércoles! No sé cuál será tu grado de conocimiento de la música pero si yo te preguntase por un sinónimo de polifonía, ¿cuál dirías? La pregunta va orientada al apellido de un compositor que puede decirse que es la Polifonía, así con mayúsculas. En su tiempo todo lo dominó, sentó cátedra, influyó grandemente en generaciones posteriores y hoy día puede decirse que es quien llevó este arte a su grado sumo. Hay quien dice que incluso fue el salvador de la misma, que estaba apunto de desaparecer...



Evidentemente me refiero a Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594), maestro italiano nacido el Palestrina, cerca de Roma. Lo del salvador de la polifonía es un mito que casi debemos empezar a rechazar. En el Concilio de Trento (1545-1563) se habló mucho sobre la polifonía y la orientación que estaba tomando esta, haciéndose muy florida, ocultando las palabras y haciendo que los creyentes perdiesen su devoción. Tanto era así que casi se estuvo a punto de prohibirse. Pero la leyenda dice que Palestrina decidió componer una misa sencilla y directa, atenta a las palabras y no a los artificios, que se titularía « Misa del papa Marcelo»; corría el año 1562. Y se dice que convenció al cardenal Carlos Borromeo de que se reconciliase con la polifonía y retomase el asunto. Una entrada en los diarios de la capilla papal describe un encuentro entre Palestrina y el cardenal pero no hace referencia a si se interpretó la música o qué reacciones hubo. Sin embargo, la leyenda llegó hasta el siglo XX. Sin duda que Palestrina compuso obras en estilo más directo e inteligible pero no hay pruebas de que estuviesen orientadas a que se «salvase» la polifonía.

Disfrutemos de su motete Peccantem me quotidie, a cinco voces. Desde el inicio apreciamos su carácter doliente, lo que nos indica que es un salmo penitencia. Fue publicado por primera vez en Venecia en 1572, dentro de su colección «Motettorum liber secundus». La melodía de la que hace uso es cromática y con una armonía llena de contrastes, al servicio del texto. Este precisamente urge por la necesidad de arrepentimiento y temor por la muerte. Basta apreciar cómo trata las palabras «timor mortis conturbat me», con bloques de acordes que suenan rotundos, pero que evolucionan hacia armonías alejadas. En la frase «nulla est redemptio», desciende de forma espectacular hasta conducir al «miserere mei, Deus», con una intensa súplica de perdón a Dios.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de la Capella Musicale di San Petronio di Bologna.

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