María-José PEÑA: El momento de la verdad en Cataluña y en el resto de España

Se acerca ese momento en que lo increíble se va a producir: la entrega de España, por parte del Gobierno en funciones de España, a quien ha querido descuartizar a España tras saltarse la Ley. 

Algo tendremos que hacer todos  los Españoles ante quienes llevan a España y a nuestras vidas a la demolición de todo lo que hasta ahora nos ha constituido. Nuestras exiguas esperanzas cuentan aún con la fuerza política y jurídica que puedan oponer los Partidos políticos constitucionalistas.

Maria-Jose Peña y Antonio Robles 20.11.2018

Maria Jose Peña
10 de diciembre a las 22:36 · 

Se acerca el momento de la verdad, el momento en que, finalmente, con letras indelebles, se fijará en la Historia de España el Pacto de la Vergüenza. Las generaciones del futuro se avergonzarán de él y de quienes lo han hecho posible, como hoy nos avergüenzan algunas figuras de nuestra historia.

Se acerca ese momento en que lo increíble se va a producir: la entrega de España, por parte del Gobierno en funciones de España, a quien ha querido descuartizar a España tras saltarse la Ley. Y la entrega se hará desde la Ley, perdida ya por vericuetos inextricables, a cambio de una investidura personal como Jefe de Gobierno, de una Vicepresidencia de Gobierno, y de un montón de poder con que pagar a cargos y sub-cargos y carguitos, a gentecilla que ha hecho de la sumisión a un nombre trufado en unas siglas de Partido su único camino de subsistencia.

En unos días asistiremos incrédulos al espectáculo y, por más que su desarrollo nos sea conocido, el estupor alcanzará el mismo nivel que la indignación.

Así que perdidas ya las esperanzas que hasta el 10N tuvimos en el acierto de todos al elegir Gobierno, se reducen las opciones en que puedan concretarse las pocas que quedan.

Desde el momento en que apenas acabado el recuento, vimos estupefactos el abrazo y la declaración de aquellos que, no habiéndolo hecho antes cuando tenían mayores posibilidades, estaban decididos ahora, que tenían menos, a gobernar juntos como última posibilidad de alcanzar el poder, desde ese momento, digo, fuimos analizando qué nos quedaba entre las manos.

Primero, confiamos en que la parte del PSOE con poder en plaza que encarna lo que allí queda de socialismo, reaccionara. Ni ha ocurrido, ni lo poco que ha ocurrido ha sido bastante.

Buscamos entonces nuevo refugio en el Jefe del Estado, máxime cuando supimos que, porque no dan los números, los dos personajes del acuerdo iban en busca de la abstención de quienes posibilitaran, aunque fuera bajo interés leonino, que los aspirantes a gobernar se encaramaran a una investidura segura. Porque, aparte de la desconsideración continua al Jefe del Estado en los modos de actuar de nuestros Pedro y Pablo, ¿cómo es posible que el aspirante manifieste al Jefe del Estado que de momento ni siquiera cuenta con los apoyos necesarios pero que confía en contar con ellos en cuanto les haya librado el cheque que le exigen, y que dichos apoyos para la investidura procederán de los causantes de haber intentado acabar con el propio Estado hace breve tiempo, sí, esos que dicen que “ho tornarem a fer”?. ¿Cómo se puede manifestar eso al Jefe del Estado sin que se le caiga la cara de vergüenza a quien lo propone?.

No sé hasta que punto el Jefe del Estado tenga maniobrabilidad constitucional ante el atropello, pero sería deseable que advirtiendo la fatalidad que se avecina se arbitraran unas consecuentes nuevas y terceras elecciones. Sin duda el mal menor. Pero, si ello no fuera posible, nuestras exiguas esperanzas cuentan aún con dos opciones más.

La primera de ellas es la fuerza política y jurídica que puedan oponer los Partidos políticos constitucionalistas. Pero esto precisaría una unión y una lealtad mutua indispensable para centrarse exclusivamente en lo importante y aparcar intereses de Partido, por legítimos que estos sean, que deberían ser absolutamente subordinados. Lo ocurrido hasta ahora, desde ese fatídico 10 de Noviembre, e incluso desde antes, no permite albergar en este sentido demasiada confianza.

La segunda corresponde a los españoles. Algo habrá que hacer ante quienes llevan a España y a nuestras vidas a la demolición de todo lo que hasta ahora nos ha constituido. Quizá así reaccionarán y acompañarán quienes mucho antes, y algo ahora, han tenido en sus manos el destino colectivo de todos. Pero no es fácil suponer que esto pueda pasar, aunque suponerlo sería, quizá, el grito de dignidad de una sociedad pacífica ante sus inmorales gobernantes.

Pero la realidad suele ser más prosaica, y, mucho me temo que no sean los españoles quienes tomen la iniciativa para resolver esto, sino un español enfrentado a serlo, salvo en lo de cobrar por serlo; un español huido de la Justicia Española; un gobernante desleal que se saltó las Leyes que estaba obligado a guardar, un hombre políticamente irrelevante y débil que cedió ante unos u otros hasta dejar por unos segundos a la mitad de sus conciudadanos sin derechos, y luego salir corriendo para eludir las responsabilidades a que estaba obligado. Pues este hombre, políticamente inmoral, es el único que, con el propósito de hundir a su enemigo, tan secesionista como él, pero con el que se cuenta para que su abstención posibilite la investidura, puede trastocar los planes que estos socios de hoy han trazado para su toma del poder gubernamental. No sería mucho mejor, pero todo podría ser distinto.

Y así estamos. Realmente, todo lo que nos sucede es increíble, pero lo peor es que es trágico.

Fuente: María-José PEÑA: EL MOMENTO DE LA VERDAD

◊◊◊

Volver arriba