La crisis como oportunidad de cambio

Quizás la palabra que ha caracterizado el acontecer nacional (e internacional) de los últimos meses ha sido crisis. Hay crisis económica (CAVAL, PENTA); crisis provocadas por los desastres naturales que han azotado al norte y al sur del país; el Gobierno de la Presidenta Bachelet ha bajado en popularidad; la Iglesia y su Jerarquía han perdido confianza; huelgas de hambre de los Ex presos políticos; reformas laborales y educacionales entre otra situaciones han provocado que la población sienta que estamos en una crisis. ¿Es un sentir extremo? ¿o será más bien algo real?. El propósito de este artículo es reflexionar en torno a esto que hemos titulado “La crisis como oportunidad de cambio”, de manera de evidenciar cómo la problemática social, política, económica y también eclesial, constituyen posibilidades de pensar nuevos paradigmas (formas de hacer las cosas, modelos), construir nuevos relatos o narraciones (la persona como la que cuenta su historia: desde el presente evalúa su pasado para proyectar un mejor futuro), y proponer, en el caso de nosotros los creyentes, nuevas acciones pastorales de manera de provocar la tan ansiada y comentada conversión pastoral que los últimos documentos magisteriales y el Papa Francisco nos han presentado como programa eclesial. Por medio de la consideración de algunas nociones filosóficas del pensador español José Ortega y Gasset, llamado el “filósofo de las crisis históricas”, y de algunas reflexiones teológico-pastorales pretenderemos proponer alguna palabra que funciones como pre-texto, en el sentido de que la conversión pública (¡y por favor también en las comunidades cristianas!) sobre la crisis no puede ser en ningún sentido algo terminado, sino que por el contrario debe tornarse algo necesario, urgente y siempre actual.

Perspectiva filosófica: José Ortega y Gasset y las crisis históricas


Antes de entrar a leer la crisis desde la filosofía, nos gustaría presentar la etimología o el origen de la palabra crisis. Es una palabra que proviene del griego (krisis; verbo krinein) y significa: separar, decidir, juzgar entre posibilidades u opciones, o también decidir. Así, la crisis no tendría, en un primer momento, una connotación negativa, por el contrario, se presenta como una exigencia de elegir un nuevo camino, una nueva forma de vivir o de pensar en vistas a que otras opciones ya han quedado caducas. Así, podríamos afirmar que cuando decimos que “este es un tiempo de crisis” estamos sosteniendo que este momento histórico, ya sea personal o social, es el tiempo de la decisión de una opción mejor para mí y para los demás. El origen de la palabra ya nos está invitando con esto a ver la crisis como una posibilidad de cambios.

Veamos ahora el planteamiento filosófico. La filosofía siempre ha tenido una pretensión de totalidad, es decir, de intentar interpretar el acontecer histórico, al hombre y también al mismo Dios. Esta disciplina ofrece al que la ejercita más preguntas que respuestas. Es más, alguien ya dijo que si la filosofía sólo se contentaba con las respuestas en ese momento dejaba de ser filosofía. Es este afán de interpretación que queremos presentar ahora desde la figura del filósofo español José Ortega y Gasset (1883–1955).

Él fue llamado el “filósofo de las crisis históricas”, esto por el contexto histórico en el cual le tocó vivir y reflexionar. ¿Qué es una crisis para Ortega? Es una situación transitoria (de ahí el carácter de posibilidad, opciones) en la que se vive en dos sistemas de creencias, uno nuevo y otro viejo, pero sin que la persona se sienta cómoda en ninguna de las dos. El llamado de Ortega es a que la persona sea inteligente, en el sentido de discernir entre estos dos modelos de vida y proyectar un tercero al que converjan todos sus esfuerzos ya sean políticos, económicos, sociales, religiosos o culturales. Ortega acuñó una expresión que a nuestro entender viene a dar sentido a esta ‘crisis como oportunidad’, a saber, que el hombre es “yo y su circunstancia”, en donde el yo es alguien que esencialmente es uno que está viviendo, desarrollándose en el espacio público en relación constante con otros. Es en el aquí y ahora en donde la crisis nos urge, nos interpela y nos exige crear este tercer horizonte. Creando esta nueva forma de ser y convivir la persona entendida siempre como ‘humanidad’ puede humanizar su presente para así lograr que el futuro sea más ‘vivible’ para todos.

Perspectiva teológico-pastoral: La imagen de la barca que cruza a la otra orilla


Manteniendo los aportes del filósofo español, demos el paso a la consideración teológico-pastoral de la crisis como oportunidad. Para ello, nos queremos servir de la imagen del Nuevo Testamento de la barca que cruza a la otra orilla. El Jesús que nos presenta el Evangelio de Marcos realiza, entre muchas acciones, una actitud que se repite: cruza a la otra orilla del lago en la barca (Mc 1,9.14.38; 3,8; 4,35; 5,1). ¿Qué significa esto? ¿Es un añadido más en el texto? Los estudios bíblicos han llegado a la conclusión de que el “cruzar a la otra orilla” representa una experiencia evangelizadora, el sentido más profundo de la misión cristiana. Jesús y los discípulos cruzan en la barca para anunciar la liberación a los que creen que las crisis históricas no tienen solución, que en el evangelio representa las tierras no judías o impuras.

Jesús y la Iglesia también experimentan una crisis en el ‘cruzar al otro lado del lago’, ya que deben escoger entre evangelizar a los de su nación o a los que nadie ha evangelizado. El tercer horizonte del que hemos hablado en la consideración filosófica anterior se expresa en que la misión será de carácter universal. El cambio de paradigma o forma de hacer evangelización será ahora una “Iglesia en salida”, el nuevo relato será el Evangelio y el anuncio de la salvación universal. Ahora nos queda el desafío de hacer una nueva pastoralidad que desafíe proféticamente a la crisis institucional que como Iglesia. Una Iglesia que asuma la crisis como oportunidad de cambio se configura tanto ‘hacia adentro’ como ‘hacia afuera’ en clave samaritana (estando del lado del que sufre), nazarena (anunciando la liberación a los que están esclavos por sus pecados o por un sistema estructuralmente que muchas veces condiciona sus vidas) y también galilea (que parte desde los orígenes mismos de la fe cristiana). La barca que cruza el lago no es un símbolo edulcorado, sino que es más bien la forma más auténtica de ser Iglesia, una que no evita afrontar la crisis, el cambio, sino que desde la experiencia evangelizadora de Jesús nos invita a experimentar el universalismo de la acción misericordiosa de Dios como oportunidad siempre nueva de vivir la verdadera humanización.


Preguntas para la reflexión

1. ¿De qué maneras concretas podemos enfrentar cristianamente la crisis?
2. ¿Cómo el Señor se ha ido manifestando en esta hora de crisis eclesial o social?
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